Cameron sale a la desesperada en Downing Street contra el Brexit… y en defensa de su cargo
No sólo pone ‘exit’ en los carteles que enarbolan los defensores de la salida de Reino Unido de la Unión Europea. También lo pone en la puerta del número 10 de Downing Street… David Cameron debe de andar preguntándose quién le mandaría meterse en este lío del referéndum. Este jueves no se decide sólo si su país inicia el definitivo camino de separarse del continente, sino si el primer ministro tiene que dimitir. Así, sin ambages.
Cameron se vio obligado en 2013 a incluir la convocatoria de este referéndum en su programa electoral para que no se le rompiera el Partido Conservador que él lidera. Aunque ahora es precisamente por la consulta por lo que se desencuaderna. Son muchos los compañeros, diputados y líderes de opinión de su formación los que defienden la salida de la UE. Entre ellos, el hasta hace poco alcalde de Londres Boris Johnson. El díscolo y euroescéptico Johnson no sólo practica el lenguaje incendiario contra la UE, sino que fue periodista y corresponsal en Bruselas durante muchos años para el Daily Telegraph entre los años 1989 y 1995. Y sabe mucho de la Unión, «y lo que no sabe se lo inventa», según le acusan sus ex compañeros en las salas de prensa de las instituciones europeas.
Cameron, tras lograr las reformas que exigía a la Unión Europea –o parte de ellas–, regresó a Londres como un converso, prometiendo que Reino Unido sería mucho mejor país dentro de la UE, que ya había conseguido que se «respetasen las excepciones británicas» y que ahora tocaba ponerse todos en fila por el ‘Bremain’ (la permanencia en la UE). Ahora abandera una campaña a favor de no romper con Europa difícil de vender para el elector, con un continente cuyas instituciones están permanentemente cuestionadas y faltas de legitimidad, y un proyecto que ya nadie sabe si debe caminar hacia la unión política –algo impensable para los británicos– o la unión económica –algo indeseable para los británicos–.
Por eso, a falta de cosas buenas que vender para trabajar los mensajes positivos, Cameron ha salido este martes a la puerta de su residencia –su todavía residencia, aclaremos– para azuzar el miedo a las catástrofes que vendrán si sus conciudadanos votan ‘Brexit’. La presidenta de la Reserva Federal estadounidense, Janet Yellen, ha advertido de los males que vendrán mientras Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo, se ha mostrado más calmado… pero no por no temer las consecuencias, sino porque dice tenerlo todo preparado.
El primer ministro británico ha enumerado los riesgos que una victoria de la opción por el abandono traerían. Y ha evidenciado su nerviosismo al deslizar, sin querer tal vez, que no sólo al Reino Unido le iría mal fuera de Europa, sino a su carrera política. Cameron ha realizado su más ferviente apelación al electorado para que este jueves vote por permanecer en la UE, en la que dijo «creer profundamente» como «lo mejor para Reino Unido», puesto que lo hace «más fuerte y más seguro».
Entre el miedo y las bondades de la UE
Cameron ha pronunciado con especial énfasis las frases del miedo: el resultado «sería irreversible, no se podría deshacer». Si su ministro de Finanzas, George Osborne, avisaba de alzas de impuestos, él ha evidenciado que sus socios comunitarios y su aliado natural, Estados Unidos, confían en que su apuesta estratégica de brindar la palabra a la ciudadanía permita cerrar un debate que ha puesto en jaque al bloque occidental.
Su apasionado discurso sí introdujo esta vez un golpe táctico al incluir pro primera vez los factores positivos de formar parte de la UE, tras una campaña basada esencialmente en los mensajes del temor a los efectos de entrar en territorio desconocido.
Son muchos los datos que manejan los británicos estos días, todos contradictorios y elaborados por estudiosos interesados en una de las dos posturas. Si el papel lo aguanta todo, los números aún más. Sobre todo, en un país que vive esencialmente de la industria del dinero: los informes financieros nacieron precisamente para que no todo se basara en los flujos de caja, para anticipar y dilatar efectos. Así, en la City todo depende del cristal con que se miren los libros de cuentas… y de si la puerta que utilizan es la del ‘exit’.
Cameron ha tratado de reivindicar cuestiones con las que espera llegar al corazón de un votante confundido por la complejidad de las estadísticas y la disparidad de la guerra de cifras en la que se embarcaron los dos bandos. Así, ha puesto en valor elementos universales que, según él, dependen de la continuidad en la UE. Pero su mensaje ha vuelto a estar elaborado en clave negativa: en lugar de destacar lo bueno de la UE, ha caído en prever lo triste que sería perder la prosperidad de las familias, el mantenimiento del empleo e, incluso, la seguridad nacional.
Además, su intervención ha evidenciado el interés por llegar a una audiencia concreta que podría decidir el futuro de Reino Unido: los mayores, los más proclives, según las encuestas, a votar por la salida. En un ejercicio de empatía electoral, ha dicho compartir sus «frustraciones» por una institución que no es perfecta, pero ha invitado a las generaciones de su edad y por encima a «pensar en los sueños y esperanzas de sus hijos y de sus nietos».
Una cita con las urnas con múltiples resultados
Ha quedado claro en esta campaña que no sólo se vota por la permanencia o la salida de la Unión europea. Los británicos deciden el futuro de su primer ministro en Downing Street e, incluso, el de su partido. Los conservadores pueden acabar fracturados pase lo que pase después del escrutinio. Se han reavivado las luchas cainitas que en los 90 abocaron a los ‘tories’ a la oposición durante tres legislaturas consecutivas.
Aunque Cameron ha reiterado que no dimitirá si este jueves pierde la batalla, el debate ya no analiza su legitimidad para permanecer en Downing Street en caso de ‘Brexit’, sino en si el desgaste aparejado y las divisiones internas le permiten mantenerse como líder de una formación que coquetea con la guerra civil.
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