En la posguerra era el potaje de los pobres: hoy ya sólo lo hacen algunas abuelas españolas
En la época de la posguerra, para poder alimentarse había que hacer malabares. No sólo costaba encontrar insumos, sino que, cuando se tenían, había que ser creativo para que rindieran y todos en casa pudieran llevarse un bocado.
Tener carne, arroz, huevos, harina o leche era un lujo. El café que se tomaba en la posguerra no era café, sino uno hecho con cebada o achicoria. El chocolate no llevaba cacao, sino imitaciones más baratas. Y entre esas versiones curiosas estaba un potaje que hoy en día sólo preparan algunas abuelas, pero que en aquel entonces llenaba el estómago de buena parte del país.
Este es el potaje que se comía en la posguerra y que hoy sólo se prepara en algunas casas
Durante esos años, el potaje de castañas fue una solución inteligente y nutritiva frente a la escasez. Es un plato humilde, hecho con ingredientes sencillos, accesibles y económicos. Las castañas estaban presentes en muchos entornos rurales y se recolectaban en temporada para secarse y conservarse como «castañas pilongas», que se guisaban durante todo el año.
Las castañas aportaban energía gracias a su alto contenido en carbohidratos complejos. Eran saciantes, alimentaban y ayudaban a sobrellevar jornadas duras con el estómago medio lleno. Pero además, ofrecían una nutrición sorprendentemente completa, pues contenían fibra, hierro, vitaminas del grupo B y varios minerales esenciales para mantener el cuerpo funcionando.
Cada casa tenía su propia versión del potaje. En algunas zonas se preparaba con habichuelas o acelgas, en otras con calabaza. A veces era más salado, otras veces dulce, cocinado con canela, clavo, anís en grano y cáscaras de cítricos. Se tomaba caliente o frío, como primer plato o como postre.
Su versatilidad lo hizo aún más valioso. Y aunque hoy ya no se cocina por necesidad, el potaje de castañas ha quedado como una receta tradicional.
Cómo preparar este potaje nacido en la posguerra
Este potaje es típico en pueblos del norte de Huelva, donde las castañas siguen siendo abundantes y valoradas. La receta más popular es la versión dulce, aromatizada con especias y cítricos, ideal para tomar caliente en días fríos, aunque también se disfruta fría.
Ingredientes:
- 500 g de castañas pilongas (castañas secas).
- 8 cucharadas soperas de azúcar (al gusto).
- 1 cucharadita de anís en grano.
- 2 clavos de especia.
- 1 rama de canela.
- 1 rebanada pequeña de pan.
- Cáscara de naranja y limón.
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen.
- Una pizca de sal.
Elaboración paso a paso:
- Remojar las castañas la noche anterior y lavarlas bien.
- Colar el agua del remojo y usarla para el guiso.
- Freír el pan y triturarlo en el mortero para después añadirlo al agua.
- En el mismo aceite, freír ligeramente las cáscaras de naranja y limón. Añadir los granos de anís cuando el aceite esté templado. Todo esto va también al potaje.
- Añadir las castañas, canela, clavo y sal.
- Cocinar a fuego lento unas 2 horas, o 30 minutos en olla rápida.
- Al final, añadir el azúcar con cuidado.
Este es un plato completo, perfecto para cuando bajan las temperaturas, y que sigue presente en casa de varias abuelas que lo preparan como parte de su tradición familiar.
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