Urkullu deja tirado y con la mitad del sueldo a un ertzaina gravemente herido en acto de servicio

Ángel tiene 49 años y tras 20 de servicio ha tenido que abandonar el cuerpo por las lesiones ocasionadas por un violento delincuente

Pese a que Asuntos Internos lo consideró una acción digna de medalla, el Gobierno Vasco lo deja sin medalla y con la mitad de su salario como jubilación

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Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

Decepción, enfado y abandono. Esto es lo primero que le viene a la cabeza a Ángel Pozo, un policía retirado a la fuerza que llevaba 20 años disfrutando de su vocación como ertzaina y que ahora, antes de cumplir los 50, tiene que colgar su uniforme para siempre porque esa vocación le acabó costando el físico. Los políticos del Gobierno Vasco son los que acaban de abofetear no solamente a este agente, sino a sus compañeros y a sus superiores, quienes nunca dudaron que ha dejado de ser policía por protagonizar una acción heroica. La gente del lehendakari Íñigo Urkullu no lo vio igual y por eso no le reconocen sus heridas en acto de servicio ni lo condecoran, provocándole a Ángel ya su familia un roto económico y una enorme decepción.

El 6 de julio de 2018 Ángel patrullaba con un compañero por las calles de Vitoria. De repente una furgoneta blanca los adelantó y se detuvo metros antes del coche de la Ertzaintza perfectamente identificable a través de distintivos policiales. “De la furgoneta bajó un hombre muy alterado y se acercó al coche gritando que nos iba a matar a mi compañero y a mí”, recuerda ángel durante la entrevista que ha concedido a OKDIARIO.

El ex policía recuerda perfectamente la enorme violencia con la que el desconocido se empleaba mientras él trataba de reducirlo para poder esposarlo. Su compañero ertzaina mientras tanto tenía sus propios problemas porque de la furgoneta también bajo un perro que este agente sujetó para evitar que también atacara a Ángel. En el forcejeo el policía recibió mordiscos, golpes y hasta arañazos en el interior de la boca que el agresor le hizo con sus propias uñas. No es un dato gratuito, ya que esas heridas bucales se acabaron infectando tiempo después costándole incluso la pérdida de una pieza dental.

La preocupación de Ángel en aquel momento era reducir al hombre del que no sabía si iba o no armado y si podía suponer un riesgo mayor para él mismo o incluso para la decena de ciudadanos que asistían estupefactos a la escena. “Esa violencia no era normal. Debía estar afectado por el consumo de alguna sustancia que le inhibía cualquier sensación de dolor porque no cedía ante nada”, explica Ángel.

Costillas rotas y el hombro destrozado

Finalmente, tras una llave de inmovilización incluida, este ertzaina logró engrilletarle las manos a la espalda a su agresor, quien lejos de calmarse, aún dentro del coche patrulla y sólo con las piernas, logró reventar uno de los cristales de seguridad del vehículo y hasta desencajó una de las puertas del coche. Ángel no fue consciente de lo que le había pasado hasta que pasó el preceptivo examen médico: dos costillas rotas, mordiscos del detenido y de su perro, contusiones, heridas en la boca y lo peor de todo, un hombro literalmente destrozado.

Como todo buen policía Ángel pensó que, tras un descanso, sesiones de rehabilitación y tal vez alguna intervención quirúrgica acabaría regresando al servicio. Se equivocó y de qué manera. Aquella detención fue su último acto como ertzaina. Mientras él asimilaba el trago de tener que dejar de forma precipitada su profesión vocacional, Asuntos Internos elaboró un informe para determinar si su naja se debía a heridas producidas en acto de servicio y si aquella actuación era merecedora de condecoración.

Este fue el dictamen: “Desde el Servicio de Asuntos Internos, se iniciaron las gestiones de investigación necesarias para el análisis de los hechos por si los mismos pudieran ser objeto de reconocimiento al amparo del Decreto de condecoraciones vigente en el momento de los hechos y como resultado de ello, se ha elaborado un informe de evaluación que ha sido remitido a la Dirección de Régimen Jurídico, Servicios y procesos Electorales, en el que se estima que la conducta del agente reúne los condicionantes necesarios para ser declarada acto de servicio y, en el supuesto de que el órgano competente así lo estimara, podría ser susceptible del otorgamiento de una medalla con distintivo rojo”.

Pese al dolor de tener que dejar su trabajo estos reconocimientos suponen para Ángel el ex ertzaina y su familia, como para cualquier otro policía, un alivio para la economía familiar además del orgullo de saber que te vas por hacer algo que mereció la pena. Así lo vieron todos, menos los políticos. En este viaje Ángel ha estado acompañado por Euspel, el sindicato policial al que pertenece. Txutxi Castelo, su presidente, califica de “cicatero” el comportamiento del Departamento de Interior del Gobierno Vasco con Ángel, ya que no consideran que lo que le costó su trabajo fuera una actuación policía de carácter extraordinario que beneficiara a un tercero (la calle estaba llena de ciudadanos) ni que pusiera en riesgo su vida. Los políticos sólo le reconocen su entrega y su valor, pero eso parece que no da ni para medalla ni para reconocimiento alguno.

Ángel espera al final de la entrevista para demostrar qué diferencia a este policía, da igual que ya no lleve uniforme, de los políticos, a los que por cierto él mismo protegió cuando durante 7 años fue escolta: “Volvería a actuar igual”.

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