Los saboteadores del Zendal conocían bien el hospital: sólo actuaron donde no hay cámaras de seguridad
Los robos y los actos de sabotaje en el hospital Enfermera Isabel Zendal ni se han improvisado ni se han podido llevar a cabo sin información interna. Esas son las primeras conclusiones a las que ha llegado la Unidad contra el Crimen Organizado de la Jefatura del Cuerpo Nacional de Policía de Madrid, donde ha recaído la denuncia interpuesta por la dirección del hospital a la que ha tenido acceso este periódico. En el citado documento se explica con precisión cuándo y dónde se han producido los hechos, que el mismo texto policial se dividen en dos tipos de acontecimientos delictivos diferentes: robos y sabotajes.
En el episodio de las sustracciones, como ya adelantó OKDIARIO, estas se produjeron, o más bien, se detectaron, a partir del pasado 25 de enero. Desde ese día hasta el 2 de enero, durante toda una semana, los responsables del centro detectaron robos de material usado para reanimación de pacientes como respiradores, sistemas de entubación o pinzas para extraer objetos de las vías respiratorias. Y no fueron ni uno ni dos, sino más bien una treintena de objetos vitales para la atención médica. Pese a que los investigadores descartan el móvil económico es cierto que los sustraído tiene algún valor, aunque la relación riesgo beneficio es claramente desfavorable. Además, precisamente por la alerta sanitaria, la vigilancia de material sanitario usado o vendido al margen de la legalidad se ha extremado en los últimos meses. Pero por si hubiera alguna duda de que el dinero no es la principal motivación de estos delincuentes hoy revelamos nuevos hurtos que no dejan la menor duda del móvil saboteador de los robos.
Entre la relación de objetos desaparecidos en el Zendal destacan una fuente de alimentación de la pantalla de un broncoscopio, sistema para que los médicos tengan una visión de los pulmones afectados por dolencias respiratorias, otra pantalla del mismo sistema de prueba diagnóstica, un ordenador portátil de uno de los equipos de médicos con datos de pacientes almacenados en el mismo y, no deja de sorprender, algunas tomas de oxígeno de las propias paredes del hospital cercanas a habitaciones de pacientes que pudieran necesitarlos. Lo llamativo es que en la misma denuncia se explica que algunos de esos objetos «fueron apareciendo» de forma inesperada en diversas partes del hospital, lo que descarta el móvil pecuniario y apunta de forma indubitada a un posible arrepentimiento de los autores o conocedores del hecho al pensar en las graves consecuencias que la falta de ese material pudiera tener para los pacientes. El 2 de febrero por la noche uno de los doctores encontró el portátil sustraído en la mesa de control intermedio del centro. Al día siguiente por la mañana, lo que apareció de súbito fue una de las conexiones de oxígeno desaparecidas.
Donde hay cámaras no falta nada
Pero lo que a los agentes que investigan los hechos les interesa de verdad es dónde y cuándo se han producido estos hechos y por eso interpelaron de forma especial al denunciante. Su respuesta es reveladora: “Los laringoscopios y los Ambús -respiradores-se encontraban en los carros de parada y las pinzas en los cajones del control de enfermería, que se encuentra en la zona de pacientes menos graves (…) Tanto en la zona de cuidados intermedios -la de los pacientes menos graves-, incluido el almacén -donde también ha habido robos- no existen sistemas de vigilancia que pudieran haber capturado imágenes de los hechos”.
La pregunta de los investigadores policiales es obvia: ¿Dónde sí hay cámaras en el hospital Zendal? Esta respuesta es más reveladora aún que la anterior: “Sólo existen cámaras de seguridad en el pasillo general de la planta -1”, y no, ahí no se ha producido el robo de ningún tipo de material ni sabotaje alguno.
La conclusión es obvia, el o los autores de los hurtos y de los sabotajes conocían perfectamente la distribución del hospital Zendal, los sistemas de seguridad y las zonas peor y mejor vigiladas, así como los momentos del día en los que poder llevar a cabo sus actos sin ser descubiertos ni por el personal del centro y tampoco por los propios pacientes. En este punto los investigadores asumen además que los pacientes, en caso de haber visto algo, habrían advertido del hecho a algún sanitario, por lo que no descartan que si lo vieran lo tomaran como un acto de rutina laboral. Se trata de hurtos al descuido, sencillos de ejecutar y fáciles de ocultar si quien los perpetra no levanta sospechas. Lo que les toca ahora es hablar uno por uno con los que estuvieron cerca de esos robos y sabotajes en el momento aproximado en el que ocurrieron. Veremos qué cuentan.