Rosa Díez: «Si Sánchez necesitara los votos de Hamás, pactaría con Hamás como lo ha hecho con Bildu»
Rosa Díez habla claro, siempre lo hace. Afirma que estamos en la crisis política y democrática más importante desde la aprobación de la Constitución de 1978 y, de ello, culpa –sin pestañear ni gesto de duda alguna– a Pedro Sánchez. Le describe como un psicópata, narcisista y maquiavélico. Lo cuenta en Caudillo Sánchez, un libro dedicado a analizar y desentrañar detalle a detalle cada una de las palabras, decisiones, actuaciones y argumentaciones del hoy presidente en funciones y líder del PSOE. «Sus hechos lo definen, es un impostor que nunca ha cumplido su palabra y pactaría con quien tuviera que hacerlo para estar en el poder», afirma Rosa Díez sobre Pedro Sánchez. Y, por si eso deja dudas, rubrica: «Si Sánchez necesitara los votos de Hamás, pactaría con Hamás, igual que ha pactado con Bildu».
Rosa Díez es una política de garra, trabajadora infatigable en defensa de la democracia y del fin del terrorismo allí donde ETA tenía su nido, el País Vasco. La hemos visto atreviéndose a confrontar a los que en lugar de palabras usaban armas. Militó en el PSOE, estuvo en la cúpula del partido y en ella confiesa que vio y oyó decisiones e instrucciones que provocaron su desencanto y posterior huída.
Ahora Rosa Díez mira al PSOE de Sánchez con tristeza; asegura que ya no le queda nada de lo que fue. Lo dicen otros tantos, muchos, como Tomás Gómez, Francisco Vázquez, Corcuera, incluidos Felipe González y Alfonso Guerra. Tiene claro que hace tiempo que dejó de ser un partido de Estado. Y apunta a esa evanescencia como el origen del drama de nuestro país: «Era un partido democrático, se ha cambiado de bando. En este momento es un partido de militancia soviética», dice. Como responsable de ello señala a José Luis Rodríguez Zapatero y su plan de generar odios y dividir a los españoles. Un plan perfectamente urdido para tener poder, según detalla.
Lo más impactante quizá sea cómo narra que Zapatero les decía a los que estaban cerca de él que la Ley de la Memoria Histórica a la que estaba dando vida no era una ley para la reconciliación, sino para provocar el enfrentamiento y beneficiar al PSOE. Odios resucitados que fragmentaban España con una zanja que se convirtió en sima y que, nos cuenta Rosa Díez, llevaron pretendidamente a «sectorizar al propio PSOE para que las bases odiaran más al PP que a ETA». Parece que aquella reflexión de MacMillan acerca de usar el pasado como trampolín y no como sofá se entendió al revés. Se abrió el baúl de los recuerdos (sólo algunos, los que interesaban), instaló un gran sofá cama para que nadie quisiese moverse de él (y, a juzgar, por lo que perdura la cosa, salió bueno. Estoy por preguntarle la marca…).
El PSOE del 78 reconoció la pluralidad, renunció a la persecución de los adversarios, perdonó, olvidó y buscó el consenso con el resto de formaciones políticas en pro de una convivencia próspera de todos los ciudadanos; en pro de la unidad, de la paz. Alfonso Guerra definía hace poco ese consenso como «el catálogo de renuncias que todos han de hacer para alcanzar un acuerdo general»; renuncias que les enorgullecieron y les enorgullecen porque supusieron la armonía y la fraternidad entre ciudadanos. Sin embargo, hoy, «los nuevos populismos califican aquellas renuncias como actos de los que avergonzarse», afirma Rosa Díaz. El PSOE de Zapatero fraccionó el país. Ya se sabe aquello que le atribuyen a Julio César, manual básico del manipulador: Divide et impera. Y hoy, divididos, troceados, distraídos con odios resucitados, perdemos.
Amnistía a los golpistas catalanes
La amnistía que ultima Sánchez a favor de los golpistas del independentismo catalán descompone a Rosa Díez, como en su día le descompuso ver la demolición del PSOE al que se afilió de joven cargada de ilusiones, porque «es la negación de la democracia». «Con los indultos se perdona al delincuente; con la amnistía, el Estado pide perdón al delincuente», dice. Es una más que es mucho más. La línea roja atravesada, el antes y el después en la democracia, la nueva soberanía, las castas de la justicia: por un lado, los amnistiables que ni siquiera se arrepienten y advierten que repetirán esos mismos actos; por otro, los demás ciudadanos condenados, que cumplirán su pena así se arrepientan mil veces. Pero ocurre que esos amnistiables tienen algo más poderoso que la democracia: escaños. Seres abyectos empoderados, la justicia acuchillada y una inmensa parte del pueblo desnutrida de pensamiento crítico que mira e incluso apoya. Y si en este devenir de deriva alguien reflexiona, cuestiona, muestra su oposición con la palabra, ya sabe, es facha. Palabra ésta que sirve de comodín, de paraguas que todo acoge, de veneno que todo envenena.
Rosa Díez llama a concienciarnos de que los enemigos de la nación nos han declarado la guerra. «Tocan tiempos de vencer o ser vencidos», asegura. Su propuesta: resistir, luchar con la palabra, exigiendo el cumplimiento de las leyes y el respeto y la integridad del Estado de Derecho. Su herramienta: la paciencia y la perseverancia.