El Rey está «preocupadísimo»

Discurso Rey Felipe VI
El Rey en su mensaje de Nochebuena. (Foto: EFE)

«Preocupadísimo». Éste es el adjetivo superlativo con que los que le han visitado últimamente definen el estado anímico de Felipe VI. No hacen falta más palabras. ¿O sí? Son las palabras que, según se espera, debe utilizar esta Nochebuena en su parlamento clásico de Navidad.

Recuerden esto: en su lecho de muerte, cuando el abuelo del actual Monarca no podía siquiera expresarse oralmente, sólo transmitió una herencia institucional a su sucesor: “Majestad: mantenga la unidad de España”. El mismo encargo que Don Juan de Borbón, conde de Barcelona aunque pudo ser Juan III, recibió de su padre, Alfonso XIII, porque si existe una razón nuclear que justifique la permanencia de la Monarquía es ésta: la unidad de España.

Por tanto, ¿qué se espera de Felipe VI? El mensaje, de acuerdo, posee una gran limitación: que debe conocerlo antes de ser expresado públicamente el presidente del Gobierno. En tiempos de Sabino Fernández Campo como jefe de la Casa del Rey, éste se las tuvo muy tiesas con los sucesivos gobiernos de España, pero con uno, el de Felipe González, muy concretamente. Fue cuando La Zarzuela envió a Moncloa un texto en el que -¡fíjense lo que ha ocurrido después!- se condenaba la gran lacra de la corrupción, el escándalo mayúsculo que  ha salpicado también,  ¡y de qué forma!, a la propia Corona. Pues bien: Fernández Campo mantuvo una fortísima confrontación con los ejecutivos de González, pero al final en aquel delicado trance, el mensaje se quedó en una reflexión clara que el jefe de la Casa admitió como «aceptable». El Rey debió mojarse, pese a que, en aquel entonces, ya se conocían turbios asuntos relacionados con su “patrón”, la apelación con que Sabino denominaba a Don Juan Carlos. El escenario de hoy es extraordinariamente más grave.

Se sabe, porque esto no guarda duda alguna, que la postrera redacción del texto de Don Felipe es personal e intransferible. En consecuencia, si el Rey se anda con paños calientes y defrauda las expectativas de nitidez expositiva que le pide el país, la responsabilidad recaerá sobre él. De igual forma, si la alocución es similar en el fondo y en la forma a la de octubre de 2017 (¡ojalá sea sí!) se deberá únicamente a la preocupación que ahora mismo encela su pensamiento. En España aún se mueven cortesanos de pacotilla que no soportan la menor crítica a la Corona porque, según aducen, ello desgasta a la Institución. La realidad es exactamente la contraria.

Por tanto, dado el momento actual de España, no caben medias tintas Reales. El desafío de los independentistas, de los sediciosos, la trampa en la que ha caído Sánchez con el sólo fin de permanecer en el sillón, es lo que el ex-ministro Margallo describe acertadamente así: «Primero, paciencia; segundo, independencia». O sea, la separación, la ruptura de España, gota a gota, es como en la aplicación de la anestesia: te duermes poco a poco, casi sin enterarte. Pero, del Rey para abajo, todos nos debemos enterar de lo que está pasando. Felipe VI, antes que nadie. Él se sabe de memoria lo dispuesto en el artículo 8 de nuestra Constitución. Dice: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada, y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». No hay más gárgaras.

Estos días, probablemente el fin de semana en la investidura, ni siquiera vamos a conocer las miserables cesiones que ha hecho Sánchez a sus sediciosos colegas de negociación. Pero lo cierto es que les ha aceptado que España es una ambigua “nación de naciones” -término que no figura en la Constitución- ha afirmado que en Cataluña existe un conflicto político y, enReybreve, se va a sentar, de igual a igual, con unos individuos que tienen a sus dos jefes, uno huído en Waterloo y el otro en una cárcel catalana de la que va a salir ya para pasmo general. Ha asegurado el general Coll, ex-JEME, o sea no un cabo furriel precisamente, que Sánchez atenta contra la seguridad nacional. Aseveraciones como ésta, de tal gravedad, tienen que ser tenidas en cuenta en el discurso de esta Navidad tronchada por la traición de un desaprensivo.

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