Marchena disgustado, irritado y estupefacto

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El rey Felipe VI, la reina Letizia, y el juez del Tribunal Supremo Manuel Marchena en el Palacio Real de Madrid en el que se celebra una recepción oficial con motivo de la celebración de la Fiesta Nacional. Foto: EFE

Ni se escondió en la Recepción de la Fiesta Nacional, ni dejó de mostrar claramente su  malestar por la filtración de la sentencia de los presos del ‘Procés’. Sobre el contenido de la misma fue más cauto: sí afirmó que la redacción está «abierta». Poco más, pero se explayó con el adelanto informativo de la decisión del Tribunal Supremo: «Es, por lo menos, una insensatez». Marchena seguramente no escuchó lo que se opinaba en los mil corrillos que se formaron en los salones atestados del Palacio Real. El dictamen generalizado era éste: «La filtración ha salido de Moncloa».

Los políticos que, en menor cuantía que otros años, acudieron al acto eran más recatados en la atribución de responsabilidades. El que más se mojaba era Santiago Abascal, muy festejado por el gentío: «El Gobierno tiene acoquinado al Supremo». Nada menos. Sustituyan ustedes el acoquinamiento por otro término más coloquial y castizo, y entenderán hasta dónde llegaba el aviso del jefe de VOX, al que por cierto, se le ofrecían incluso consejos o sugerencias: «Sal tú más a los medios y que otros de tu partido salgan menos». Abascal, con el refrendo de su señora, admitía: «Cada uno juega su papel». Abascal espera un gran resultado para el día 10, aunque él, como algún otro de sus fieles, piensan que: «¡Ojo porque de estos tíos (los socialistas) se puede esperar cualquier cosa!». A Vox ya se le saluda y se le celebra, tanto que hasta el hijo de un comunista histórico, luego vuelto a la fe democrática, Ramón Tamames, se ha afiliado al partido”. Tamames, requerido en mil corrillos, tranquilizaba al personal con esta aseveración. «Esta crisis económica no es la del 2018; entonces nuestro PIB cayó un 10 por ciento».

Otra política de toda la vida, Rosa Díez, pululaba de saló en salón negando que el PP le hubiera ofrecido una puesto en sus listas: «Soy independiente y patriota, nada más», aseguraba. Esta Rosa fuera del circo político pero muy a favor, por ejemplo, de la número uno popular por Vizcaya, Bea Fanjul: «Primera división», advertía. Sus antiguos compañeros del PSOE apenas se dejaron ver. La más protagonista era la portavoz Celáa a la que los periodista se acercaban con este ánimo: «A ver con qué tontería nos obsequia hoy». Pero Celáa defraudó, los tropezones se los dejó a Sánchez, festejado sarcásticamente por sus últimas faltas de ortografía. Pitos fuera y ninguneo dentro, este fue el balance ayer del aún presidente.  A la portavoz se le notaba nerviosa: «Son días difíciles», le confesaba a un cronista cercano y añadía: «Espero que no nos hayamos equivocado».

No dijo en qué pero seguro que no se refería a los referidos deslices incultos de su mentor, el aún presidente Sánchez. En la acera contraria Casado estaba contento y eso que no había hablado todavía con algunos de sus opositores políticos que le daban hasta 105 escaños. Nada menos. «Son las encuestas domésticas de Génova», me indicaba uno de estos interlocutores. A ellas se acogía un sociólogo de los que se llevan equivocando desde que la mili se hacía con lanza. Sin embargo, y sin saber que le denominan poco cristianamente ‘El gafe’, avisaba: «Todavía no sabemos cómo van a influir la sentencia y Franco», o sea, algo que a nadie se le había ocurrido hasta entonces. Sobre Cataluña, el muy acreditado cronista de La Vanguardia, Enric Sopena, se pronunciaba así: «Es más difícil adivinar qué van a  hacer los independentistas en una segunda fase que en esta que comienza el lunes mismo». Y se preguntaba: «¿Querrán estirar mucho las protestas? ¿hasta dónde?». Sobre Puigdemont no tenía la menor duda: «Cada día que pasa es peor para él».

De Franco se platicaba menos, sólo para asombrarse de que “un Gobierno pueda impedir que los fieles católicos acudan los domingos a la iglesia que mejor les plazca”. Y es que han cerrado Cuelgamuros y como sigan en el poder pueden cerrar hasta el Cementerio de El Pardo si al final Franco se va a dormir eternamente allí. La ministra Delgado, titular todavía de Justicia, presenciará la exhumación y, por cierto, en breve tiempo ella se llevará un disgusto de muerte cuando lea el libro que prepara Graciano Palomo y en el que va a revelar que el escritor del párrafo que llevó a Rajoy a las tinieblas exteriores no fue el sectario juez ultraizquierdista De Prada, si no el millonario Garzón.

La sesión palatina dio mucho más de sí pero quédense con estas notas finales: una, el Rey Juan Carlos esta ya como una rosa y en breves días, volverá a San Jenjo a una regata. De otro Rey, Mohamed, el de Marruecos, también hubo noticia: no es verdad que padezca cáncer, sólo una afonía. Desde luego, mejor para el mundo mundial. Y finalmente, pelea brutal hace unos días entre la señora Alegría, directora de Informativos o así de la televisión gubernamental, y Rivera, el bajocreciente de Ciudadanos. Se dijeron de todo, rencores y exabruptos ante los chicos de Sánchez en el Canal que se están matando con los de Podemos para seguir intoxicando y mintiendo al español de infantería.

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