Fuga de prisión

La fuga de ‘El Piojo’ y su hermano: el resultado de la precaria vigilancia penitenciaria de Interior

Las medidas de seguridad de la cárcel de Valdemoro en entredicho desde la fuga de dos de los delincuentes más peligrosos del país, los hermanos Moñiz Alcaide. Llevan desaparecidos desde el 5 de diciembre.

La fuga de ‘El Piojo’ y su hermano: el resultado de la precaria vigilancia penitenciaria de Interior
El Piojo y su hermano Miguel Ángel.
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

No, lo que el 5 de diciembre sucedió en la prisión de Valdemoro no fue ni la fuga de Alcatraz ni sus protagonistas son maestros del escapismo. Lo que sucedió el 5 de diciembre en Valdemoro fue la consecuencia directa de una precariedad en la seguridad penitenciaria, tanto en la política que se sigue intramuros como en la infraestructura necesaria para mantener a raya a una población reclusa que, como es lógico, pasa 24 horas al día deseando recuperar su libertad. La vigilancia necesaria para impedirlo está a años luz de estar a la altura.

Empecemos por el propio establecimiento penitenciario, Valdemoro o Madrid III. Fue una de las dos cárceles con la que Instituciones Penitenciarias decidió compensar el cierre de Carabanchel en 1998, y cabe preguntarse por qué esta cárcel, Valdemoro, no ha sufrido apenas mejoras en 30 años de funcionamiento. “Es que todavía es de las de cerraduras”. Es la sorprendente respuesta de un funcionario de prisiones cuando se le pregunta por las medidas de seguridad de Valdemoro. Las cárceles actuales apenas tienen sistemas analógicos de retención. Todo se opera desde un mismo centro informatizado y eso de ir abriendo y cerrando puertas con llave debería pertenecer al pasado en 2020 en Madrid, pero en Valdemoro eso no es así.

Pero ése no ha sido ni de lejos el mayor de los problemas en la fuga de los hermanos Jonathan y Miguel Ángel Moñiz Alcaide. A ambos la Guardia Civil les atribuyó en 2012 cerca de una cincuentena de golpes criminales usando las técnicas del butrón, la lanza térmica o el alunizaje. De hecho, en otras prisiones han estado clasificados en primer grado por su peligrosidad. Las fuentes policiales consultadas por OKDIARIO son taxativas: “Estos, al menos Jonathan, que es el más conocido, se te llevan por delante si hace falta. Son de los más peligrosos y su custodia requiere siempre de las máximas medidas de seguridad”. Entonces, ¿cómo puede ser que la dirección del centro de Valdemoro tuviera a uno de los hermanos fugados como preso de confianza?, ¿cómo puede ser que fuera uno de los encargados del office de la cárcel? “Tiene un carácter arrollador, cae bien a todo el mundo y poco a poco se hizo con el control del módulo. Los que tienen responsabilidad deberían haber hecho algo”, explican fuentes penitenciarias.

La Policía busca desde el día 5 a El Piojo, uno de los delincuentes más peligrosos del país.

Sin embargo, las prioridades de Interior en materia penitenciaria hace mucho que van por otros derroteros. El 14 de febrero de 2020 el Director General de Ejecución Penal firmó un documento en el que se exigía a los trabajadores de prisiones registrar las celdas de los presos, sí, pero “velando porque el ligero desorden inherente a la práctica de este tipo de medidas no exceda de la normalidad”. Gestos paternalistas como éste acaban en la clasificación errónea de presos como los Moñiz Alcaide, aseguran las fuentes consultadas por este diario. Sigamos desgranando su fuga.

2 funcionarios para 90 internos

En el momento de su escapada dos funcionarios velaban por la seguridad de los reclusos. Un veterano y otro en prácticas, dos hombres para vigilar un módulo en el que puede haber entre 80 y 90 internos. Este déficit de personal viene siendo denunciado desde hace tiempo. Durante varios días los hermanos, o al menos uno de ellos, burlaron esa seguridad para ir serrando unos barrotes que según la normativa no deberían poder serrar debido a su resistencia y a la falta de útiles necesarios. La investigación interna no descarta, por descabellado que suene, el uso de una sierra radial y lo que es el colmo, la apertura de una puerta con cerradura que no se forzó. Al parecer días atrás se extravió una llave en el centro. La medida fue hacer una copia de la llave, no cambiar la cerradura. Se investiga también este extremo.

Pero imaginemos, y es mucho imaginar, que todo lo anterior era inevitable y que un preso puede pasar días serrando poco a poco unos barrotes sin que nadie se entere. Entre esos barrotes y la libertad sigue habiendo cárcel que atravesar, un muro de 5 metros que saltar, cámaras que evitar, alarmas que te delatan, y lo más importante, agentes de la Guardia Civil vigilando el perímetro de la prisión. Esto último es lo más grave. En el mes de febrero, mientras Interior pedía más cuidado a la hora de registrar celdas, la empresa privada contratada por el Ministerio para reforzar la vigilancia en puntos críticos de seguridad de las cárceles de Madrid cesó su actividad devolviendo esa responsabilidad a la Guardia Civil, quienes habían ajustado sus efectivos a ese refuerzo. De hecho, Interior pretende desde hace tiempo ceder la mayor parte de la seguridad perimetral de las cárceles a empresas privadas a través de contratos que suman casi 40 millones de euros, pero no lo está consiguiendo.

Miguel Ángel huyó con su hermano de la cárcel de Valdemoro hace casi una semana.

Los guardias civiles volvieron a patrullar al otro lado de las vallas de las cárceles, sí, pero en Valdemoro, lo hicieron de forma dinámica, en rondas, no de forma permanente. Así que los hermanos Moñiz solo tuvieron que calcular el paso de esa ronda para valerse de ropa de cama y otros efectos para trepar el muro y desaparecer. Su cómplice, otro preso, fue visto desde la torre de vigilancia. Solo cuando lo detuvieron e hicieron recuento supieron que dos de los más peligrosos delincuentes de Madrid campaban ya en libertad tras su fuga.

La Policía y la Guardia Civil los busca desde hace días, la alerta es seria: o se les detiene o volverán a delinquir. Así que para que esto no suceda de nuevo conviene destacar más los enormes fallos de seguridad en los que Interior está incurriendo en su gestión de la seguridad penitenciaria antes que ensalzar la genialidad de dos delincuentes a la hora de planear su fuga.

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