Tribunales

Condenado a 130 años el autor intelectual del asesinato de Ellacuría y los jesuitas en el Salvador

ellacuria
El principal acusado del asesinato del padre jesuita Ignacio Ellacuría, el ex coronel salvadoreño Inocente Orlando Montano Morales.

Han tenido que pasar casi 31 años para que la Justicia condene a alguien por la matanza del padre Ignacio Ellacuría y otros cuatro jesuitas en El Salvador. La Audiencia Nacional ha encontrado culpable este viernes al excoronel Inocencio Montano de ordenar el asesinato de los religiosos y de otras tres personas, entre ellas un niña de 15 años, en la Universidad Centroamericana (UCA).

Montano ha sido condenado a 26 años y ocho meses de prisión por esta matanza por cada uno de los cinco jesuitas asesinados como autor de cinco delitos de asesinato terrorista. Este juicio se ha podido celebrar porque la sala considera que son competencia de la jurisdicción española, porque son actos terroristas contra ciudadanos españoles. Pero eso se ha debido al trabajo incansable de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, con la fiscal Teresa Sandoval, a la cabeza, y de los exalumnos de Jesuitas Valencia, como acusación popular representados por el letrado Manuel Ollé.

Con la sentencia, y a falta del recurso ante el Tribunal Supremo, termina un periplo judicial de tres décadas de la Justicia española para poder sentar en el banquillo a uno de los autores de la muerte de Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Elba Julia Ramos, persona al servicio de la Residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años.

El ahora condenado ha defendido en todo momento su inocencia, llegando a decir que se consideraba amigo del padre Ellacuría. Montano también ha defendido a todos los militares del alto mando salvadoreño que, presuntamente, ordenaron junto a él el asesinato de los jesuitas. Unos militares conocidos como La Tandona, una generación de soldados algunos de los cuales siguen en la cúpula militar de El Salvador.

La sentencia

La sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Fernando Andreu, considera probado que hubo una reunión de oficiales, entre los que se encontraba el viceministro de Seguridad Pública, el coronel Montano, en la que «se ordenó matar al padre Ellacuría y no dejar testigos».

El relato de aquella aciaga noche comienza con la reunión de los militares la medianoche del 15 al 16 de noviembre en la puerta de la Escuala Militar, donde el coronel Rene Yusshy, les facilitó un fusil AK 47 que utilizaba habitualmente el FMLN, con el «fin de disparar y hacer creer que habían sido los miembros del FMLN». También se les ordenó hacer creer que posteriormente había habido una confrontación entre los militares y la guerrilla.

Los oficiales se acercaron a la residencia de los sacerdotes, y cuando estos salieron alertados por el ruido le ordenaron tirarse al suelo, momento en el que el oficial que llevaba la AK 47 empezó a disparar a los tres que estaban en el suelo, Ellacuría, Baró y Montes. Posteriormente, fueron ejecutados los otros sacerdotes.

Mientras, el sargento que custodiaba a la cocinera de la universidad, y a su hija de 15, comenzó a dispararles «mientras ambas se agarraban». Sin embargo, ambas seguían vivas, abrazadas. El sargento ordenó rematarlas, y un soldado vació su M16 «hasta acabar con ellas y casi partirlas por la mitad».

Los motivos

La masacre se produjo durante la madrugada del 16 de noviembre de 1989 cuando un pelotón del batallón Atlácatl de la Fuerza Armada de El Salvador, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, entró en la residencia de la Universidad y abrió fuego contra los religiosos y parte del personal de la UCA al grito de «Vamos a matar a curas, no tienen armas».

El odio de la cúpula militar contra Ellacuría era evidente antes del crimen. El jesuita se había erigido como mediador entre éstos y la guerrilla revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), lo que cual fue interpretado por La Tandona como una forma de sacarlos del poder.

Ante el talante mediador del padre Ellacuría, los miembros de La Tandona comenzaron una fuerte campaña de desprestigio contra el rector de la UCA, pero finalmente decidieron que la mejor forma de callar al que está considerado como uno de los padres de la Teología de la Liberación, fue a base de plomo.

A este respecto, explica la sentencia que, «el creciente consenso para que hubiera una purga de los oficiales del grupo militar al que pertenecía Montano, conocido como ‘La Tandona’,se debía principalmente a los esfuerzos de mediación de Ignacio Ellacuría».

De esta forma, se había ido gestando entre los miembros que componían el Alto Mando, los cuales pertenecían en su totalidad a La Tandona, la consideración de Ellacuría «como un enemigo, cuya labor de intermediación suponía una amenaza para su privilegiada posición, por lo que comenzaron a plantearse la conveniencia de acabar con su vida».

Teología de la Liberación

Antes de que desde la cúpula eclesiástica decidiera cortar por lo sano a base de excomunicones, una corriente mucho más aperturista se instauró, sobre todo, en latinoamérica. La conocida como Teología de la Liberación. Uno de sus máximos exponentes fue Ignacio Ellacuría quien reclamaba una nueva civilización, la civilización de la pobreza, contrapuesta a la de la riqueza.

Esta corriente había nacido en 1968, cuando el entonces prepósito general de los jesuitas, Pedro Arrupe, pidió a los miembros de la Compañía de Jesús en América Latina que las palabras dichas por Juan XXIII en 1962 en la que hablaba de la «opción de los pobres» fuese «preferencial» para los miembros de la Compañía.

El crimen de los jesuitas en la UCA no fue el primero que se vivió en El Salvador. Nueve años antes de la muerte de Ellacuría, monseñor Romero, que aunque no practicaba la Teología de la Liberación, siempre se mostró muy cercano a ella, fue asesinado a tiros mientras oficiaba una misa en San Salvador.

En 1993, la Comisión de La Verdad creada por los Acuerdos de Paz de Chapultepec para investigar los crímenes más graves de la guerra civil salvadoreña, concluyó que ambos asesinatos habían sido ordenados y ejecutados por militares.

Durante el juicio de los jesuitas en la Audiencia Nacional, se leyeron parte de las conclusiones de esa comisión en la que se catalogaba a La Tandona como «verdaderos delincuentes, secuestradores, ladrones, violadores y asesinos vulgares».

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