Francisco Llamazares: «Hay presos que son ‘bombas atómicas’»
La Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP) ve necesario mantener la prisión permanente revisable. Su presidente, Francisco Llamazares, alerta sobre el riesgo de los condenados que, pese a cumplir su pena, salen de prisión sin estar rehabilitados. Llamazares insiste en poner en valor la opinión de los profesionales que comparten el día a día con los reclusos y considera que sociedad y políticos dan la espalda a la dura realidad de las cárceles.
¿Cuál es la postura de la asociación sobre la prisión permanente revisable?
Estamos a favor de que no se derogue, de momento. La sociedad piensa que la prisión permanente es para todos los casos, para todo el mundo, y eso no es así. Los casos están tasados. También habrá que valorar, en su momento, no únicamente el delito, sino toda la trayectoria del preso durante sus años de condena. En ese caso, tendrán que ser los jueces y todos los profesionales que trabajan en Instituciones Penitenciarias, así como el personal externo, quienes deben valorar si a esa persona se le debe revisar la condena, o no, si debe permanecer en la cárcel o si debe ser excarcelado pero, en su caso, con medidas para un control o seguimiento de su vida en libertad.
Los críticos alegan que la función de la pena es la reinserción. ¿Es posible en todos los casos?
La Constitución regula que el fin fundamental es la educación y la reinserción y por eso todos los profesionales que trabajamos en Instituciones Penitenciarias, con todo tipo de internos, nos encaminamos a eso. Evidentemente. Pero no todo el mundo sale reeducado y reinsertado. Cuando una persona cumple su pena y está reinsertado, evidentemente, no hay problema. El problema está en aquellas personas que son contrarias al ordenamiento, a los programas, a todo tipo de órdenes o funcionamiento diario de un centro penitenciario. Que durante su trayectoria penal, sea de quince años, de veinte o de veinticinco, no demuestran ni el más mínimo arrepentimiento ni adaptación al medio en el que están. Y aunque hay que tener en cuenta la presunción de inocencia, cuando salen en libertad lo normal es que vuelvan a delinquir. La sociedad tiene que saber qué es lo que quiere hacer con estas personas.
¿Hay un desconocimiento de la situación real de las cárceles?
Las prisiones son un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Lo que hay en la calle, como ahora vemos en el caso ahora de Gabriel, de Diana Quer… se traslada a un centro penitenciario. Cuando están en la cárcel, esos perfiles están controlados, porque están en un medio cerrado, con mediación psiquiátrica o tratamientos. Pero todos los profesionales sabemos que en cuanto esas personas salgan a la calle y dejen de llevar una vida estandarizada, con su medicación, en el caso de gente que tiene problemas mentales y son psicópatas, al día siguiente de que estén en la calle tienen un 99 por ciento de probabilidad de volver a delinquir y cometer delitos que generan una clara alarma social. Es lo que llamamos bombas atómicas.
¿Sería necesario entonces consultar más a los profesionales de prisiones? ¿Esto lo tiene en cuenta el legislador o los partidos de la oposición, en este caso?
El problema general del político es que está a años luz de lo que es la realidad. Tienen muchos datos, manejan a muchos expertos, pero desconocen el día a día, la realidad. Ya me gustaría que se pasaran por lo menos para ver el medio, cómo trabajamos… Muchas veces, hablan sobre teorías, sobre estadísticas… Pero quien lo vive y lo sabe son quienes trabajan diariamente, durante 20 o 30 años, con un interno.
¿Es preocupante en España el índice de delincuencia peligrosa?
No, estamos equiparados con Europa. El problema es que muchas veces son casos mediáticos que generan una alarma. Y también es verdad que otros muchos casos no han salido a la luz, pero igual han sido tanto o más execrables que los que conocemos. Y también es verdad que hay casos muy determinados, como el padre que con una motosierra mató a sus dos hijas, que demuestra que no es algo coyuntural, algo que se le ha pasado por la cabeza. En esos casos, un estudio posterior puede demostrar que esa persona no se adapta, que tiene unos problemas psicológicos, patológicos, o mentales que solo los conocemos quienes los vivimos diariamente. Cuando hablamos entre nosotros ya sabemos, o intuimos, por todos los años que llevamos de servicio con ellos, que en cuanto salgan a la calle, tendrán problemas. Y además tienes que pensar en muchos casos esas personas ya no tienen familia, están desarraigadas, y eso lo complica… Incluso tenemos casos de familias que no quieren que sus hijos salgan de prisión porque tienen unos problemas y saben que tarde o temprano terminarán cometiendo algún delito. Eso es así.
¿Existe un perfil común de comportamiento de delincuentes como pueden ser los parricidas o asesinos de niños?
No. No tiene nada que ver. En un espacio libre, una persona actúa de una manera. Pero cuando entras entre cuatro paredes, con un patio y una estructura cerrada, cuando sales al patio siempre con internos, que tienen delitos similares, psicopatías, personalidades fuertes…ahí es donde ves que una persona que en la calle tenía un perfil, dentro no lo tiene. Pero en algunos casos, cuando hay una pelea o una bronca, ese comportamiento se demuestra. Ahí es cuando sale la personalidad que tenía en la calle. Muchas veces, cuando están en prisión, no todos lo exteriorizan. Por eso ahí es donde entra el profesional-el educador, el psiquiatra, el pedagogo, el jurista- Ellos son los que tienen que ahondar para sacar todo lo que guarda.
Es un proceso complejísimo…
Mucho. En determinados perfiles, la personalidad no sale a flote salvo en causas tasadas o puntuales. Por ejemplo, cuando se le tienen que comunicar decisiones que no comparte, como la denegación o suspensión de un permiso. A partir de ahí, cambia. Se le ve más agresivo, se generan más problemas. No pasa con todo el mundo, pero con algunos internos, la realidad es así.