Cristina Cifuentes: «Quise morirme, pero ocurrió algo en la UCI que hizo que decidiera vivir»
Cristina Cifuentes entra en la sala en la que previamente habíamos montado el equipo necesario para la grabación de una entrevista que, muy lejos de las que ella está habituada a hacer, suponía hacer un repaso por uno de los momentos más «angustiosos» de su vida, como ella misma lo describe. ‘Mi vuelta a la vida’, Cristina Cifuentes, en OKDIARIO, habla por primera vez de aquel accidente de hace 30 meses.
No le gusta hablar de su trayectoria personal. Celosa de su intimidad, le cuesta hablar de sus experiencias vitales. Pero esa mañana haría una excepción y reviviría el episodio que marcó una antes y un después en su vida.
Asombra cómo recuerda con absoluta nitidez algunos momentos, personas, conversaciones y situaciones que en aquellos días le llenaban de angustia. Asegura que hoy es otra persona, que supo que se moría y, lo que es peor, que deseó que eso ocurriera. Cristina Cifuentes lo tiene claro: «Para algunas personas, la UCI es la antesala del infierno y yo creo que a veces, es el infierno mismo».
«La gente dice que cuando te vas a morir ves pasar toda tu vida por delante, y yo pensé ‘pues yo no he visto pasar la mía’»
P.- ¿Vio usted venir el accidente?
R.- Los accidentes normalmente no los ves venir. Ocurrió muy rápido pero me dio tiempo a pensar dos cosas. Por un lado, pensé «ya está, ya me ha ocurrido a mí». Y por otro, fui consciente de que estaba teniendo un accidente. La gente dice que cuando te vas a morir ves pasar toda tu vida por delante, y yo pensé «pues yo no he visto pasar la mía». Luego pensé «por favor, que la persona que me ha atropellado no se vaya y me deje aquí tirada».
A partir de ahí, pasaron muchas cosas. Lo tengo todo como en una nebulosa. Llegó el SAMUR muy rápido. Tengo algunos recuerdos que se han ido diluyendo. Yo estaba muy grave, me estaba muriendo, de hecho tuvieron que parar la ambulancia en el Paseo de la Castellana para intubarme porque me estaba muriendo y no llegaba al hospital. En ese momento perdí la consciencia. Hasta entonces, tengo recuerdos de muchas cosas… de estar esperando… de la gente que vino… me retiraron y me pusieron debajo de una marquesina… recuerdo muchas cosas de ese momento…
P.- ¿Y cómo es el momento en que uno es consciente de la gravedad?
R.- Pues en ese momento, lo primero que piensas es «estoy viva, no me he muerto». Sabes que es grave porque hay partes de tu cuerpo que no puedes mover… el dolor… Pero el organismo se pone en modo de supervivencia y en ese momento tú tampoco eres consciente de lo que te está pasando… de lo que te está ocurriendo…
P.- ¿Cuándo recupera la consciencia?
R.- Bueno, yo durante el coma tuve algunos momentos de consciencia. Estuve en coma inducido casi dos semanas. Cuando llego a urgencias del Hospital de La Paz, me intervienen rápidamente porque estoy teniendo un derrame interno y tienen que cerrarme cuanto antes una arteria.
Lo que te ocurre cuando estás en coma no es consciencia exactamente. Es como si vivieras una realidad paralela. Yo viví esa realidad paralela que además recuerdo con bastante nitidez. Es algo curioso porque yo los sueños los olvido muy rápidamente pero esto no.
Cuando volví del coma, había médicos, personas y situaciones que ya conocía… evidentemente, eso ocurrió durante el coma.
«En la UCI te sientes completamente indefenso, como si fueras un objeto… Eres un trozo de carne»
P.- ¿Cómo fue la estancia en la UCI?
R.- La experiencia en la UCI es una experiencia angustiosa para cualquier persona, pero para mí fue especialmente angustiosa por distintos motivos. Verte en un lugar, sin poder hablar [tenía hecha la traqueotomía], casi sin poder moverme, con muchísimo dolor y con muchísimo miedo… es algo que, de verdad no le deseo ni a mi peor enemigo… Si el dolor de por sí es malo y el miedo de por sí es malo, la mezcla de las dos cosas es verdaderamente horrorosa.
[Silencio] El miedo es porque no sabes lo que te ocurre, ni cómo estás ni cómo te vas a quedar… Más que miedo es terror.
En la UCI te sientes completamente indefenso, como si fueras un objeto… Eres un trozo de carne. Y lo entiendo, el paciente se despersonaliza porque probablemente si no fuera así, sería muy difícil que nos salvaran la vida.
Estar en una UCI como la de La Paz, un espacio diáfano, donde no hay intimidad. Tú estás desnudo en una cama, tapada con un trozo de tela y eres un ser humano pero despersonalizado.
P.- ¿10 días sin poder hablar?
R.- Los primeros. Los últimos días ya pude comunicarme, pero no hablar, porque la traqueotomía me la quitaron en planta. Los primeros días, al no poder hablar, intentaba escribir en un papel pero no podía porque tenía todo el lado derecho paralizado. ¡Yo lo intentaba y no podía! Cogía el bolígrafo y mi cabeza daba la orden pero mi cuerpo no respondía. Quería escribir unas palabras pero salían otras. Eso provoca muchísima angustia.
Los últimos días sí que pude escribir, no en un papel sino en una pizarra y con un rotulador. Entre las cosas que escribí en aquella pizarra, redacté un mensaje para mi madre. Mi madre, en aquel momento, no sabía cómo estaba. Ella estaba convencida de que yo estaba o muerta o muy grave, que la estaban engañando. Así que, en un momento dado, tuve que hacer una cosa, que no se hace, no debe hacerse, pero me hice una fotografía. En esa pizarra escribí un mensaje para mi madre, le pinté un corazón y en una de las visitas, mi hija me hizo la foto. ¡Lo único que yo quería era que mi madre viera que estaba viva!… Quería que supiera que estaba bien… En realidad, aquella imagen no correspondía a cómo yo estaba verdaderamente… me tapé un poco la traqueotomía para que no la viera, estaba incorporada en la cama… para que se tranquilizara un poco…
«Sí, yo supe que me moría y algo peor: yo quise morirme»
P.- En alguna ocasión la he escuchado decir que usted sabía que se iba a morir…
R.- Sí, yo supe que me moría y algo peor: yo quise morirme.
Yo quería morirme porque no lo aguantaba. Cuando el sufrimiento llega a un nivel, hay un momento en el que dices «ya no tengo fuerzas para seguir adelante», y llegué a ese punto, a no poder soportarlo. Íntimamente, decidí que ya no podía más. Entonces me despedí. Me despedí de mí misma, del mundo y pensé en mis hijos. Pensé que ya eran mayores y que si yo faltaba ya no pasaba nada.
Lo importante de ese proceso es que te das cuenta que te tienes que ir estando en paz contigo misma y con el resto y eso es un proceso muy… muy fuerte. Nunca en la vida pensé que podía llegar conscientemente a eso.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que es positivo porque cuando llegas de manera consciente a eso, sabes que sólo te quedarás en paz cuando aprendes a perdonar a todos. A todos y a ti mismo. Cuando haces eso, cuando perdonas a todos, es cuando te quedas en paz y sabes que te puedes ir tranquila.
Esto tiene una gran ventaja y es que, cuando vuelves, cuando aparece un resquicio, que en mi caso ocurrió, es cuando dices «pues mira no, no me voy a morir» o por lo menos, en mi caso, más que no morirme, decidí que iba a luchar porque yo no quería hacerlo en la UCI. Decidí que, si me moría, lo haría con mi familia, en la habitación o en mi casa. Eso es lo que verdaderamente me impulsó a luchar y a salir adelante.
P.- ¿Y cuál fue ese resquicio? ¿Qué ocurrió para que recuperara las fuerzas?
En mi caso, ocurrió algo concreto… pasó algo que hizo que cambiara y que tuviera fuerzas. Hubo un detonante, pero es algo de lo que prefiero no hablar… Pero de repente te paras y dices NO.
«Aprendes que las cosas que de verdad importan de la vida son poquísimas. La mayoría no deberían preocuparnos»
P.- ¿Qué ha cambiado después de ese accidente?
R.- En mi vida hay un antes y un después del accidente. Por muchos motivos. No sólo porque aprendes a dimensionar el dolor. Yo antes no sabía lo que era el dolor, creía que lo sabía pero no. Pero, sobre todo, aprendes a relativizar la vida, a valorar todo. Te das cuenta que las cosas verdaderamente importantes de la vida son poquísimas. Aprendes a que la mayoría de las cosas que nos preocupan no deben hacerlo. Ni preocuparnos, ni ocuparnos siquiera.
A raíz de todo aquello, ya han pasado dos años y medio, para mí la vida es un regalo. Cada día. Según me levanto por la mañana, no pienso en el futuro, pienso a corto plazo y digo «qué suerte tengo, un día más, voy a aprovecharlo».
Hace dos años, o hace tan sólo uno, nunca pensé que me encontraría tan bien físicamente y, sobre todo, mentalmente. Estoy muchísimo más fuerte que antes del accidente. Me considero una persona mucho más fuerte, sin comparación.
Lo importante es que pude salir adelante.
«El médico me dijo que la UCI es la antesala del infierno y yo creo que, a veces, es el infierno mismo»
P.- ¿El infierno para Cristina Cifuentes es aquella UCI?
[Hace un largo silencio]
R.- En cierto modo, sí… Supongo que todos tenemos nuestros demonios, pero es verdad que para mí, aquello fue una experiencia muy dura. Muy dura. [Silencio] Yo no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Porque no es sólo lo que tú estás viviendo sino todo lo que ocurre a tu alrededor. Todo lo que ves es desgracia, todo lo que ves es sufrimiento…
El médico que me atendió me dijo que la mayor parte de las personas que pasan por una estancia larga en la UCI logra olvidarlo por el shock postraumático que te produce la propia vivencia en la UCI. Sin embargo, yo no lo he olvidado, yo me acuerdo del nombre de las personas que estaban allí, yo me acuerdo de algunas personas que estuvieron allí con peor o mejor situación que la mía… y recuerdo cómo algunos no podían dejar de llorar…
No es sólo lo que te ocurre a ti, es vivir en una situación donde todo lo que te rodea es muerte o personas luchando para no morir y médicos y enfermeras luchando para que no mueran. Es un estrés máximo.
A mí me dijo el médico que la UCI es la antesala del infierno y yo creo que, a veces, es el infierno mismo.