Banca digital

La rápida captación de clientes por los neobancos esconde un mercado aún subdesarrollado en España

SMS ataque nuclear
Teléfono móvil

Desde hace relativamente poco tiempo, se está generalizado el uso de un nuevo término que no pasa desapercibido en el trasiego diario: neobancos. Para los neófitos, estas son entidades que ofrecen servicios de intermediación bancaria de forma 100% online dentro de la era imparable de la digitalización.

Sin embargo, si lanzamos al aire nombres de estos nuevos participantes en el negocio de los servicios financieros -N26, Vivid, Revolut…- pocos ciudadanos sabrán de qué le están hablando. Probablemente, los millennials tendrán un conocimiento más amplio por aquello de que siempre han mostrado una disposición más proactiva con las nuevas tecnologías, base de la actividad de estas plataformas, que están muy enfocadas en el usuario que prefiere hacer sus gestiones a través de una aplicación en su teléfono móvil y no acudir presencialmente a la oficina bancaria.

En España, aquellos con edades comprendidas entre los 25 y los 34 años fueron los que más utilizaron la banca electrónica en 2020, con un porcentaje del 78,6%, pero, según datos del Banco de España, cerca de dos tercios de la población adulta ya hace sus gestiones financieras a través de la banca online. En parte, esto se debe al crecimiento de usuarios experimentado durante la pandemia, con un incremento del 13% entre finales de 2019 y finales de 2020.

Hasta ahora, los neobancos en España se han centrado en servicios de medios de pago, aunque poco a poco van extendiendo su alcance y ofrecen cuentas nóminas. La realidad es que están captando muchos clientes a una gran velocidad. Según Funcas, N26 pasó de 4.500 cuentas en 2019 a cerca de 158.000 en 2020, lo que supone una tasa de crecimiento muy superior a la de la banca tradicional. Sin embargo, también es cierto que sus productos son muy básicos, según explican fuentes del sector. «Lo que estás comprando es una tarjeta de crédito digital», afirman.

Estas entidades se encuentran con el problema de replicar a corto plazo los mecanismos de gestión del riesgo que tienen los bancos tradicionales, así como sus productos de inversión y su gestión regulatoria. Ante esa incapacidad, se dedican a atraer clientes, que es lo que paga el mercado en las rondas de financiación y «son la vida porque sus productos no generan ingresos», detallan las fuentes.

Sin rentabilidad

Los neobancos se nutren fundamentalmente de la interchange fee, una comisión que equivale al 0,1% del valor de la transacción, lo que, en general, por ahora apenas les reporta unos magros ingresos que «no soportan ni los gastos del desarrollo de la plataforma, mucho menos los de marketing», apuntan las mismas fuentes. De ahí que su estrategia actual pase por posicionarse de cara al futuro captando una importante cartera de clientes.

«El problema es que vivimos en una economía basada en ventas y marketing, no en producto. Pero quien se basa en el producto como Apple se megaforra», sostienen las fuentes del sector.

Sin embargo, pese a que los neobancos en España están a «años luz» de referentes en este negocio como Goldman Sachs, que ha sabido posicionar su producto para que tenga una gran tracción comercial, su potencial es «infinito» en un mercado de más de 47 millones de personas, aseguran. Además, la banca electrónica en España ha experimentado una creciente aceptación en los últimos años y,  en 2020, un 62% de los españoles eran usuarios de este tipo de servicios online, por encima de la media europea, que ronda el 60%.

Sin embargo, para que ese desarrollo se materialice, es necesario un cambio radical de mentalidad para «entender qué problema están resolviendo a la gente». Es decir, los neobancos deben «presentar una funcionalidad muy fácil de accionar mediante una aplicación en el teléfono móvil y todo tiene que estar automatizado», explican.

Además, como crearlos son muy baratos, el retorno sobre la inversión es muy alto. Solo hace falta poner la vista en PayPal, la famosa solución de pagos por internet, que cuenta con una capitalización bursátil de casi 225.000 millones.

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