Ferrari, que viene el lobo
Encajados en un limbo sistemático, perdidos en la nada, la ambigüedad, el quiero y no puedo. Un electrón que siempre fue un protón. Ferrari es el enigma perenne que no se resuelve hasta repartir los puntos en Australia. Un cero a la izquierda que, de vez en cuando, pasa a la derecha. El perfecto favorito en los test… y el impecable segundón en temporada. ¿La misma historia en 2017?
La primera vista a la dimensión carbónica del SF70H era de principio de juerga: un coche más en la revolución de 2017. Un par de ojeadas más exhaustivas y vemos que, realmente, es el Ferrari más revolucionario de la última década. Tanto la aleta de tiburón, el t-wing, s-duct con entradas laterales y unos pontones a lo soldado imperial de Star Wars.
Las primeras impresiones en la pista, tanto aerodinámicas como de motor, sólo arrojan datos esperanzadores para Maranello. La correlación entre departamentos parece funcionar: ruedan mucho y a buen ritmo. La distancia real con Mercedes es una incógnita, aunque Lewis Hamilton ya se ha tapado por si acaso tildando a Ferrari como favorita.
Mientras Red Bull sigue jugando al gato y al ratón en los test, Ferrari parece la alternativa real para el asalto definitivo a un aburrido reinado alemán. Parece. Porque llevan siendo un quizá prolongado durante muchos años. Un cuento que ya han leído en exceso: el de Pedro y el lobo. «¡Qué vienen!, ¡qué vienen!», y ahí se queda el truco.
Un continuismo, con Vettel a los mandos, que resucita la memoria a épocas melancólicas, clásicas, de los italianos en los test. Todo aparenta una normalidad ilusoria que luego choca con la realidad más latente en abril. Podría ser el enésimo relato infantil. Un sistemático amago de resurrección, propio de un púgil en su ocaso. O quizá, quién sabe, esta vez los colmillos se hayan afilado y el pueblo tenga que temer el asalto de Il Cavallino.