Así engañan los supermercados con la fruta: el aviso viral de una frutería de barrio


En el día a día, quienes visitan los supermercados buscan obtener la mejor relación calidad-precio en sus compras, especialmente en productos frescos como fruta y verdura. Sin embargo, no siempre es sencillo interpretar las etiquetas de precios en las estanterías. En muchos casos, los carteles que anuncian ofertas llamativas no muestran de manera clara el coste real del producto, generando confusión entre los consumidores. Esta práctica, habitual en diversos supermercados, aprovecha la psicología del consumidor para influir en sus decisiones, destacando cifras atractivas que no reflejan el precio por unidad de medida.
Recientemente, responsables de una frutería en Alcalá de Henares han alertado sobre estas tácticas que, aunque legales, pueden inducir a error. Los clientes pueden pensar que están adquiriendo productos a precios muy económicos, pero al llegar a la caja se llevan una sorpresa al comprobar el coste real. Este fenómeno pone en evidencia la necesidad de una mayor transparencia y educación sobre el etiquetado en el sector alimentario. Comprender estas prácticas es fundamental para comprar de forma informada y evitar caer en engaños aparentes.
¡No caigas en esta trampa con la fruta en los supermercados!
Al pasear por los pasillos dedicados a la fruta y la verdura en numerosos supermercados, es habitual encontrar carteles con precios llamativos, diseñados para llamar la atención del consumidor de inmediato. Frases como «Manzanas a 0,75 €» o «Plátanos por solo 0,49 €» suelen generar la impresión de que se está ante una oportunidad única o un precio muy competitivo. Sin embargo, esta aparente ganga puede ser mucho menos económica de lo que parece a simple vista.
La realidad se descubre cuando el cliente presta atención a los detalles: esos precios destacados suelen corresponder a cantidades muy pequeñas, como 250 gramos o medio kilo, mientras que el precio por kilo (la unidad de medida estándar para comparar) aparece en letra pequeña, en un lugar menos visible del cartel y con un color poco destacado. De esta forma, se induce al comprador a creer que el producto completo tiene un coste mucho menor, cuando en realidad el precio real por kilo es considerablemente más alto.
Esta práctica, aunque puede considerarse una estrategia comercial para incentivar las ventas, ha sido señalada como engañosa por profesionales del sector, quienes advierten que juega con la percepción del consumidor. Desde la frutería Harlem, situada en Alcalá de Henares, se ha denunciado este tipo de etiquetado a través de redes sociales, poniendo de manifiesto cómo los grandes almacenes utilizan esta técnica para crear una falsa sensación de ahorro.
El propietario de la frutería relata cómo, al ver un cartel que anunciaba cerezas a 1,79 euros, decidió investigar más a fondo y comprobó que ese precio correspondía sólo a 250 gramos. Además, el precio por kilo, que era de 7,14 euros, estaba escrito en una tipografía mucho más pequeña y en un color grisáceo, dificultando su lectura.
Aunque la legislación sobre etiquetado de precios en productos alimentarios exige que el precio por unidad de medida esté visible, no establece claramente que deba tener el mismo tamaño o color que el precio promocionado, lo que deja espacio a interpretaciones y a tácticas menos transparentes.
En contraste, las fruterías tradicionales, como Harlem, intentan ofrecer una información clara y honesta, mostrando tanto el precio por kilo como los precios fraccionados (por cuarto o medio kilo) con una tipografía y tamaño similares, evitando destacar uno sobre otro. Esta práctica facilita que el cliente pueda hacer cuentas rápidas y entender el verdadero coste sin necesidad de hacer cálculos complicados o buscar letras pequeñas.
El objetivo de esta estrategia transparente es evitar que los consumidores se sientan engañados y fomentar la confianza, lo que resulta esencial para mantener una buena relación con el público y construir una reputación sólida en un mercado competitivo. Por ello, invitan a los compradores a estar atentos, leer bien las etiquetas y no dejarse llevar únicamente por las cifras grandes y llamativas que se muestran en los estantes.
Además de la confusión en los precios, esta práctica puede tener otros efectos negativos, como fomentar la compra impulsiva de productos que el consumidor no tenía previsto adquirir, simplemente porque el cartel parecía ofrecer una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Este tipo de publicidad juega con la psicología del comprador, quien tiende a asociar números grandes y llamativos con gangas y descuentos reales.
Algunos expertos sugieren que las autoridades reguladoras deberían revisar y actualizar la normativa de etiquetado para hacerla más clara y evitar confusiones, por ejemplo, estableciendo un tamaño mínimo para la tipografía del precio por unidad, colores que garanticen la visibilidad y la obligación de mostrar ambos precios con la misma relevancia.
En conclusión, la experiencia compartida por la frutería Harlem pone de manifiesto una realidad que afecta a miles de compradores: la estrategia de mostrar precios bajos en letras grandes para cantidades pequeñas, ocultando el verdadero coste por kilo, es una práctica que puede resultar confusa y generar malestar.