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La Plazuela: “Hay artistas que quieren conocer a Rihanna y nosotros a José ‘El Ciego’”

La Plazuela
Manu y Luis, componentes de La Plazuela. @JavierMontero
María Villardón

Músicos y artistas. Manuel Hidalgo (Granada, 1998) y Luis Abril (Granada, 1998) son La Plazuela. Apunten el nombre de este grupo granadino, búsquenlo en YouTube o en Spotify y escuchen. Lo van a petar, avisados quedan y, bueno, ya saben: el que avisa no es traidor, es avisador. Luego no digan que OKDIARIO no se lo adelantó. Jóvenes y grandes artistas, quieren tocar y pasarlo bien, y no tienen la pretensión de conocer a Rihanna, sino con José ‘El Ciego’. Pero sí quieren hacer algo importante, algo que traspase las cortinas del tiempo y resista el paso del tiempo.

Luis y Manu, o Indio’ y ‘Nitro, que así se llaman entre ellos, son amigos desde el colegio, aunque no siempre han compartido gustos musicales. Fue tras dejar atrás la adolescencia cuando se encontraron en un mismo punto y comenzaron a mezclar lo que le gustaba a uno y a otro. Y así, de ese modo, nació el proyecto de La Plazuela. 

En enero conocimos Campanas del olvido –bajo el buen ojo de Universal Music, que en flamenco sabe lo que hace– y este viernes han lanzado su EP bajo el nombre de Jamila, un proyecto compuesto por canciones populares andaluzas inspiradas en temas populares como ‘La Tarara’ o ‘Los cuatro muleros’ de Lorca que muestra la parte menos agradable del costumbrismo andaluz. ‘Mi tarara’, tema que forma parte de Jamila, es de caerte de la silla.

Tenéis 24 años. ¡1998! Insultante.  

(Reímos)

Luis: Además, sólo nos llevamos un día de diferencia. Y nuestras hermanas nacieron el mismo día. Muy fuerte.

Era el destino que estuvierais juntos.

Manu: Es que de nuestra edad, en nuestro grupo, todos tenemos hermanas y hermanos de la misma edad.

Es que, en serio, muy fuerte. Vosotros estabais naciendo en 1998 y yo dando a un muchacho mi primer beso. ¿Os acordáis del primer beso vosotros? 27 de abril de 1998.  

L: ¡Pero lo tienes hasta apuntado o qué! Qué fuerte, tú.

(Reímos)

M: Yo sí que me acuerdo, sí. Fue en 2010, con 12 años.

L: Es que, no sé, para mí es como perder la virginidad.

¿Cómo?

L: A ver, el primer beso, ¿qué es? ¿el primer pico?

No, no. Así como fuerte, en plan pasional.

L: Pues yo no me acuerdo, ni idea. (Ríe) Sólo sé que estaba gordito y bien peinado para un lado. Pero, ¿de la fecha? Ni de broma.

Os conocéis en el colegio, ¿cómo empezáis a conectar musicalmente?

M: Somos amigos desde los tres años, a los dos nos gustaba mucho la música y siempre habíamos fantaseado con tener un grupo de mayores, subirnos a un escenario. Pero, la verdad, musicalmente no hemos estado en la misma onda hasta los 16 años o así.

L: Éramos los mejores amigos, pero él escuchaba un rollo, yo otro; aunque siempre nos hemos enseñado lo que nos gustaba o lo que estábamos escuchando. Pero no teníamos el punto en común necesario, yo venía más del mundo del rock, Manu del flamenco; pero, de repente, nos dijimos: “Coño, si existe la fusión”. Y ahí empezamos a hacer música juntos.

¿Qué escuchabais cuando no teníais nada en común?

M: Bueno, de chico en mi casa había un popurrí importante. No sé, pues lo mismo Alejandro Sanz que había una colección de Beethoven. Luego, empecé a escuchar rap español y americano o reggae, hasta que a los 13 años descubrí el flamenco y ya no lo dejé. Camarón, Chano Lobato, el Beni de Cádiz, La Perla, La Paquera, todo eso. Flamenco de viejos, vamos.

De los de ahora, ¿quién te gusta?

M: Me gustan todos. Flipo con Israel Fernández, Sandra Carrasco, Rancanpino, el Agujetas Chico, Estrella Morente. Hay muy buenos artistas ahora mismo.

L: Yo tenía una banda aquí en Madrid con 13 años, se llamaba Balas Perdidas y tocábamos mucho rock en español tipo Los Rodríguez, Calamaro, Pereza, etc. Siempre he estado en algún grupo, tocando en escenarios. Me fui a México y ahí empecé a escuchar mucho Extremoduro, hasta que me picó la curiosidad del flamenco y flipé, así de claro. Tanto lo flipé que el ‘Indio’ y yo ya no paramos de estar todo el día juntos tocando y tocando.

Además, estáis haciendo una cosa como estéticamente muy novedosa, pero haciendo guiños muy clásicos a la poesía de Federico García Lorca con Los cuatro muleros, por ejemplo, o La tarara. ¿Os sentís cómodos ahí?

M: Sí, es que nos sentimos bien con los temas muy enraizados. Llegué al flamenco fusión gracias al flamenco puro, entiendo que también puede pasar al revés, ¿no? También creo que el flamenco fusión entra primero mejor que una seguriya o una toná. En mí el flamenco antiguo sigue estando, llegó lo primero y esa referencia de las obras clásicas no se ha ido. Es nuestra identidad.

¿Ser de Granada marca?

(Ríen)

L: Sí, claro. Porque nuestro acento, además, es bastante basto.

M: Somos muy bestias. ¡Nuestro humor es bestia también! Dicen siempre eso de que tenemos mu’ mala follá. Eso dicen, pero yo creo que es una cosa más de arte, es decir, es una mala follá, pero sin tener mala leche o mala intención. Es como una especie de humor negro, no es que estemos todo el día de mala hostia, ¿sabes? Es que no es lo mismo tener mala follá que mala fondinga.

Sois peculiares en los asuntos del vestir. Siendo músicos, ¿hay que buscar la diferenciación?

L: Es que creo que nuestra imagen pega con nuestra personalidad. El ‘Indio’ se ha fijado siempre más en esto de la estética y me lo ha pegado. La manera en la que vistes habla de tu forma de ser, mandas mensajes y es una extensión de ti mismo.

M: Al final todos nos autodefinimos un poco con nuestra estética. Hoy en día las cosas están cambiando también en esto, igual que cambian los géneros de la música y ya no existe tanto ese rollo de las tribus urbanas. Ya no eres sólo rockero ni heavy ni flamenco, ahora puedes ser todo. En Granada se ve mucho en la gente joven, por eso puedes ver al más rapero en un concierto de flamenco.

Ahora hay más respeto musical.

M: Creo que la gente está aprendiendo a quitarse un poco los prejuicios con la música.

L: Además, antes te comprabas un disco y lo quemabas escuchando porque sólo tenías eso. Pero ahora tiene mil plataformas para escuchar de todo y sólo un género se te queda corto. Todo va un poco ligado a la rapidez con la que vivimos.

¿Qué queréis hacer en la música vosotros?

M: Seguir disfrutando, sin demasiadas pretensiones de ser nadie. Con lo justo para vivir tranquilos y a gusto, y poder seguir haciendo lo que queremos sin que nadie nos diga cómo hacerlo.

L: Sí, así es. Al final me doy cuenta de que la pasión por la música es lo que siempre he mantenido, sobre lo que he tenido constancia. En todo lo demás soy un caos, pero cuando pienso en música todo es diferente. Queremos vivir la música, estudiar, seguir profesionalizándonos y dedicarnos a esto como cualquier otra profesión.

M: Queremos poder haber aportado algo a la música, algo distinto. Siempre de chicos hemos sido muy frikis de personajes que nos gustaban y al final nos ha marcado gente que en su momento no triunfó, pero que han pasado a la historia como personas importantes que tenían su propio sonido como Pata Negra, que no iba ni Dios a sus conciertos y luego son un grupo de culto.

¿Os gusta todo del mundo de la música?

M: A mí no, no me gusta todo. Por ejemplo, lo que no me gusta es la sobreexposición de los artistas o que cada comentario o palabra se malinterprete y se nos dé una caña infinita. Nosotros no somos políticos, tenemos nuestra forma de hablar. Somos músicos, y al final entendemos que las entrevistas y las promociones son una condición para darnos a conocer y que la gente vaya a nuestros conciertos. Ahí sí que lo gozamos, es bonito; pero cuando veo a artistas, aunque nosotros no estamos en ese momento, que ya están demasiado expuestos creo que eso debe ser una saturación muy bestia.

L: Lo nuestro es la música, así que en el momento en el que las entrevistas ya se salgan de ahí, que no sean por lo que hacemos, pues no nos gustará.

Yo cuando voy a los conciertos no quiero que los artistas hablen, sino que toquen. No se tiene que opinar de todo.

L: Como persona puedes tener opinión, pero no podemos estar todo el día discutiendo todo. Nosotros no buscamos la polémica, sólo hablamos con las canciones y ahí sí que podemos ser muy directos.

¿Con quién os gustaría colaborar?

M: Buena pregunta y no sabemos contestarla. Es que el asunto de las colaboraciones… Al principio puedes pensar que va a ser la hostia y luego cuando pruebas no sale nada.

L: Estamos ya colaborando con gente que nos gusta mucho, con Chico Blanco, Antonio Narváez, que han sido los productores del EP que hemos sacado. Pero no tenemos ningún objetivo de artista internacional, nuestros deseos son bastante factibles. A veces lo hablamos entre nosotros, la peña admira a Rihanna y nosotros queremos conocer a José ‘El Ciego’, un gitano de Deifontes, o pasábamos por Jerez de la Frontera pegados a la ventanilla del coche porque para nosotros es como Nueva York. Es decir, nuestras metas no son súper altas, qué quieres que te diga.

Yo no sé quién es José ‘El Ciego’, la verdad.

L: Pues un personajazo.

El flamenco exige ser un poco personaje.  

M: Son gente no normativa, y creo que para dedicarte al arte hay que tener un pensamiento un poco fuera de lo común y hacer pensar a la gente, dar algo diferente.

Viendo el video del tema de Perico el de la Tomasa, intuyo que os va más lo terrenal.

L: Es que es lo que somos y lo que conocemos. Puedo admirar mucho a gente que vive en Miami, pero es que como no entiendo eso y no sé qué es, la verdad, pues poco sobre ello puedo crear o contar.

Y lo de La Plazuela, ¿de dónde sale?

M: Allí en la calle, en Granada, no puedes tocar en la calle si no tienes permiso del Ayuntamiento.

¿Ah no? 

M: Qué va, son unos nazis. Yo he visto un concierto en Plaza Nueva y les han hecho parar porque había seis personas haciendo el espectáculo y como en el papel ponía que cinco personas… ¡No pudieron seguir tocando! Es más, les multaron.

¿En serio?

M: Sí, sí. Pero, bueno, el caso es que como esas cosas pasaban, nos tuvimos que buscar un sitio donde tocar. Nos fuimos a la urbanización donde vivía el ‘Nitro’, que tiene una portera que es un primor, y nos dio la llave del trastero. Allí nos dejaron tocar un tiempo, hasta que los vecinos también se quejaron, y ahí la música sonaba como si estuviéramos en una plaza, así que de ahí sale el nombre de La Plazuela.

¿Se quejaban por la música?

L: Es que la gente está un poco amargá, yo que sé. Hay que tener un poco de alegría y dejar que la gente fluya, ¿no? Los tiempos han cambiado. 

@MaríaVillardón

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