Madrid regala una oreja a David Mora al que se le va un lote de Puerta Grande
Una oreja, premio a todas luces de lo más devaluado, cortó este jueves David Mora en la octava de San Isidro, un trofeo regalado por la afición de Madrid, que no valoró en su justa medida la imagen del torero toledano con un lote de Puerta Grande.
De un tiempo a esta parte a nadie se le escapaba que la afición de Madrid estaba inmersa en una preocupante transición hacia un criterio a la hora de valorar toros y toreros de lo más bajísimo y transigente.
De la exigencia del pasado se ha pasado a un nueva era en la que todo vale, prevalece más el cariño o la compasión que el toreo por derecho, ese que no abusa de mentiras, líneas rectas y del academicismo tan de moda, sino el que busca la verdad, la emoción, la autenticidad… exactamente el mismo que este jueves brilló por su ausencia a pesar del lamentable trofeo concedido a David Mora. Que le pregunten a todo escalafón de la década de los 80 y los 90 lo que costaba un triunfo en Madrid. Más difícil casi que un pleno al quince.
Hoy, sin embargo, se ha convertido en algo más sencillo que un cuadernillo de vacaciones santillana, de ahí que cortar ahora una oreja en la primera plaza del mundo sea casi lo mismo que hacerlo en el pueblo más grande de España, y con perdón nuevamente a los pueblos.
Pero es que Madrid es Madrid, y debería seguir siendo Madrid, para lo bueno y para lo malo, pues si se pierde ese rigor que siempre la ha caracterizado, el futuro de la fiesta se puede tambalear más que con las presiones antitaurinas, pues antes de que la prohíban, morirá y desaparecerá por sí sola.
Y todo esto viene a cuento a consecuencia de la oreja que cortó David Mora del sexto, posiblemente el trofeo más devaluado que se recuerde en años, un premio que llegó por la vía del cariño y de la compasión por los sucesos protagonizados por este torero en esta plaza, y por recompensarle, quizás, por el trago que pasó el pasado sábado, cuando se dejó un toro vivo.
Es verdad que anduvo entregado, con ganas, con mucho corazón ante un lote de Puerta Grande como el que conformaron tercero y sexto, pero con buena voluntad no se llega a ningún lado cuando hay toros propicios para torearlos como Dios manda, lo que no hizo el toledano, que sigue sin estar tanto a nivel físico como mental.
Quede dicho que, más allá de su propia imagen, la cual seguro que recuperará en un futuro, ojalá no muy lejano, la culpa del atropello de hoy la tuvieron unos tendidos totalmente desorientados y un presidente también generoso, precisamente el mismo que le dio los tres avisos hace cinco días. Ahí queda eso.
Y el mismo que, con la ayuda de sus «asesores», no vio el clarísimo defecto de visión que padecía el quinto, que hizo tragar quina a la cuadrilla de un Fandiño, que, tras mostrarse lineal y sin «alma» con el noble y blandito segundo, se desencajó al ver que no le quedaba otra que irse directamente a por la espada. Curro Díaz ha firmado un San Isidro para olvidar. Hoy, al menos, puede justificar su anodina actuación a un lote imposible para hacer el toreo.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Parladé y dos -cuarto y quinto, éste como sobrero al ser devuelto el segundo y correrse turno- de El Montecillo. Corrida desigual de hechuras y remates, y de juego también variado.
Curro Díaz, de rosa palo y oro: media (silencio); y pinchazo hondo (silencio).
Iván Fandiño, de lila y oro: casi entera trasera (silencio); y estocada ligeramente trasera y cinco descabellos (silencio).
David Mora, de verde agua y oro: estocada ligeramente trasera (ovación); y estocada (oreja).
En cuadrillas, Ángel Otero se desmonteró tras dos grandes pares al sexto.
Incidencias: El rey Juan Carlos ha asistido, por tercera vez en lo que va de feria, a la corrida ocupando una localidad en la primera fila de los butacones de piedra situados en la meseta de toriles.
La plaza registró más de tres cuartos de entrada (19.656 espectadores) en tarde primaveral.