‘Comida de domingo’, la nueva novela de José Luís Peixoto
Comida de domingo es una profunda reflexión sobre la memoria y la vejez, el aclamado escritor portugués trasciende lo biográfico para contar, con lirismo y talento narrativo, la historia de un hombre, su familia y un país.
A sus 89 años, el señor Rui despierta en su casa de Campo Maior, en el Alentejo fronterizo, y cada acción del cuerpo, por insignificante que parezca, cuesta esfuerzo mientras, acostado, deja que la mente vague entre el aire limpio de la mañana, el recuerdo de las gafas de Marcello Caetano, la voz perdida de su madre y el olor avinagrado de las masas de las farinheiras que antaño confeccionaban las mujeres del pueblo. Los compromisos del día, sin embargo, terminan devolviéndolo al presente y comienza así una larga jornada de viernes en la que, ante la proximidad del domingo, su esposa y toda la casa destilan una mezcla de entusiasmo y agitación. Pero a lo largo del día vuelve, en oleadas, un pasado tan nítido como el tiempo presente, y el señor Rui evoca entonces una infancia que transcurre allí mismo, aunque en circunstancias muy distintas.
Los recuerdos de su familia, la pobreza rural, el trasiego de contrabandistas que, como su tío, cruzan la frontera para resistir la miseria, los gritos de los exiliados españoles antes de ser devueltos a su país o el padre que muere demasiado pronto dejando un vacío que lo convierte en hombre de un día para otro, se suceden mientras el viernes sigue su curso y, entre encuentros y despedidas, la memoria viaja hacia la adultez. De la boda con Alice, la compañera de toda una vida, a la creación y expansión del imperio Delta Cafés, la empresa que lo posiciona como uno de los hombres de negocios más importantes de Portugal, el señor Rui recupera instantes de una biografía que entronca con la historia de un país, y a la mente vienen la Revolución de los Claveles, sus años en política o figuras como Mário Soares y Felipe González, pero también, una memoria íntima que es, a la vez, la de un hijo, un hermano y un padre.
El sábado, en vísperas de su nonagésimo cumpleaños, su chófer lo conduce hasta Badajoz, atravesando esa línea de frontera que ha sido invisible tantas veces, y otras, un muro infranqueable. De regreso en casa, Alice ultima los detalles para la comida del domingo, un acontecimiento que para ambos contiene una promesa: el reencuentro con los hijos, los nietos y los bisnietos. Al día siguiente, a los homenajes públicos para celebrar los noventa años de la figura más ilustre de Campo Maior, le sigue la esperada reunión en torno al patriarca, un hombre que, rodeado por su familia y los fantasmas de los seres queridos que ya no están, reconoce en el amor de los suyos aquello que ha dado sentido a un largo trayecto vital que, instante a instante, se acerca a su fin.
Si en Autobiografía, su anterior novela, José Luís Peixoto convertía a José Saramago en protagonista de una historia hecha de notas biográficas e inventiva a partes iguales, los límites entre realidad y ficción vuelven a deshacerse en Comida de domingo, la nueva obra del escritor.
Comida de domingo transcurre entonces en una doble temporalidad: el tiempo presente o cronológico, que se divide en una serie de acciones concretas que tienen lugar a lo largo de tres días; y el tiempo de la memoria, que discurre como una corriente de recuerdos que, sin seguir un orden lineal, emergen en forma de imágenes fugaces o episodios más extensos que, como piezas en un rompecabezas, van conformando la biografía de Rui.
Comida de domingo recorre, así mismo, la historia de Portugal desde los años treinta del siglo XX hasta 2021, y el relato de la vida de Rui ilumina escenas de un pasado colectivo que es el de un país, y también, el de una familia. En un momento donde proliferan las obras que indagan en los claroscuros de la familia nuclear, José Luís Peixoto recupera una figura, hoy en día, menos frecuente: el patriarca en torno al cual se reúnen generaciones de hijos, nietos y bisnietos, o dicho de otra forma, se aglutinan pasado, presente y futuro. Con una prosa que avanza precisa y un lirismo que se articula con sobriedad, el escritor compone un sutil retrato de un personaje humano e inusual y convida al lector a una comida de domingo que, símbolo por excelencia de lo familiar, contiene en sí muchos otros domingos, toda una vida por contemplar.
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