Antibióticos: así quiere la FDA acelerar terapias contra superbacterias
La carrera sanitaria no para. Dentro de los avances más recientes, se está trabajando en acelerar terapias contra superbacterias.
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El término “superbacterias” suena casi a ciencia ficción, pero la realidad es mucho menos espectacular y mucho más inquietante. Son bacterias resistentes a la mayoría de los antibióticos que conocemos, capaces de volver peligrosas infecciones que antes se trataban con facilidad. La Organización Mundial de la Salud lleva años advirtiendo que podrían convertirse en una de las principales causas de muerte en las próximas décadas. Y mientras los hospitales ven cómo se multiplican los casos difíciles, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) intenta acelerar la carrera para que no nos quedemos sin opciones.
Cómo la FDA está moviendo sus fichas
Desde hace tiempo, la FDA cuenta con herramientas especiales para aprobar tratamientos en áreas urgentes, y los antibióticos entran de lleno en esa categoría. Uno de los programas más conocidos es el Accelerated Approval, que permite que un medicamento llegue al mercado basándose en resultados preliminares, mientras se siguen recopilando datos definitivos.
En el caso de los antibióticos, además, existen figuras como la QIDP (Qualified Infectious Disease Product) o el Fast Track, que reducen los tiempos de revisión y otorgan cinco años extra de exclusividad comercial. Ese detalle no es menor: desarrollar un antibiótico cuesta cientos de millones, pero su venta suele ser limitada porque, para evitar resistencias, los médicos los reservan solo para los casos más graves. Es decir, no son precisamente un negocio redondo.
Cuando la inteligencia artificial se mete en el laboratorio
El impulso regulatorio sería insuficiente si la ciencia no acompañara con innovación. Y en los últimos meses han aparecido noticias que parecen sacadas de un futuro cercano. Investigadores del MIT y la Universidad de Pensilvania están usando modelos de inteligencia artificial generativa para diseñar antibióticos completamente nuevos.
Lo más llamativo es que, en pruebas de laboratorio, algunos compuestos creados por IA lograron eliminar bacterias resistentes como el temido MRSA, una de las pesadillas de los hospitales modernos.
En paralelo, otros equipos trabajan en soluciones menos futuristas pero igual de ingeniosas: reciclar medicamentos que ya existen. En la Universidad de Emory, un grupo descubrió que la fendilina, utilizada en cardiología, puede matar selectivamente a Acinetobacter baumannii, una de las bacterias más resistentes y mortales en pacientes hospitalizados. La ventaja de este enfoque es que, al tratarse de un fármaco aprobado, parte del camino regulatorio ya está recorrido, lo que puede ahorrar años.
El talón de Aquiles: la economía de los antibióticos
Y aquí aparece el gran problema: aunque logremos descubrir nuevos antibióticos, ¿quién los financia y cómo se sostienen en el mercado? El modelo actual castiga a las empresas. Invierten durante una década, obtienen aprobación y luego apenas venden porque los médicos usan el fármaco con extrema cautela. Muchas compañías, incluso con un antibiótico exitoso en sus manos, terminan quebrando.
Para cambiar las reglas del juego, en Estados Unidos se debate el PASTEUR Act, una propuesta que busca pagar a las farmacéuticas no por cuántas cajas venden, sino por el valor estratégico del antibiótico. Sería como un contrato de suscripción: el Estado garantiza un pago anual a cambio de acceso al medicamento, aunque su uso sea limitado.
En Europa ya se ensayan modelos similares, con premios por “entrada al mercado” o extensiones de exclusividad transferibles entre medicamentos. La lógica es sencilla: si tratamos a los antibióticos como un recurso crítico para la salud pública, deben financiarse de otra manera.
Más que pastillas: diagnósticos y terapias alternativas
La FDA también entiende que la lucha contra la resistencia no se gana solo con nuevos fármacos. Otra línea de trabajo es acelerar la aprobación de diagnósticos rápidos, capaces de identificar en pocas horas qué bacteria causa la infección y a qué antibióticos responde. Hoy, esa información puede tardar días, un retraso que a menudo obliga a los médicos a usar tratamientos de amplio espectro, que a la larga generan más resistencia.
Y aunque aún suene experimental, los fagos, virus que atacan bacterias están entrando en escena. Ya se han autorizado ensayos clínicos en Estados Unidos, y varios pacientes han recibido terapias personalizadas bajo protocolos de uso compasivo. Si logran escalarse, podrían convertirse en un salvavidas cuando todo lo demás falla.
Una carrera contra el tiempo
Imaginemos el escenario: un paciente con una infección grave en UCI, un diagnóstico rápido que indica qué bacteria es la culpable y un antibiótico de última generación aprobado bajo Fast Track. Esa es la foto ideal que la FDA quiere hacer realidad en los próximos años. Para lograrlo, apuesta por combinar varias piezas:
- Vías regulatorias más ágiles que reduzcan la burocracia.
- Incentivos económicos que hagan sostenible la innovación.
- Ciencia de vanguardia, desde IA hasta medicamentos reciclados.
- Herramientas complementarias como diagnósticos rápidos y fagos.
Conclusión: reinventar la forma de hacer antibióticos
En definitiva, estamos ante una carrera a varias velocidades: la de la ciencia, la de la política y la de la naturaleza. Lo que está en juego no es menor: que una herida infectada o una neumonía no se conviertan otra vez en una sentencia de muerte.
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