Alimentación infantil

Los 7 motivos por los que a tu hijo no le gusta el pescado y cómo lograr que lo coma

hijo pescado
Blanca Espada

Para muchos padres, conseguir que sus hijos coman pescado puede convertirse en una pequeña batalla diaria. Aunque es un alimento muy recomendable por sus nutrientes, su sabor, olor o textura hacen que muchos niños lo rechacen sin contemplaciones. Sin embargo, cuando te dicen «no me gusta», no es una excusa sin más, hay causas concretas que, si se conocen, pueden trabajarse poco a poco con soluciones sencillas, naturales y sin forzar.

El pescado es más que necesario en la dieta de los niños y más actualmente, ya que vivimos en una era en la que los alimentos procesados están a la orden del día. Lograr que coman un producto fresco lleno de nutrientes y vitaminas, y que además se puede cocinar de muchas formas, es todo un logro, pero si se le suma el «no» rotundo de los niños, puede sentirse auténtica frustración, aunque siempre hay soluciones a las que recurrir. A continuación te contamos cuáles son los principales motivos por los que a tu hijo no les gusta el pescado y, lo más importante, qué puedes hacer para evitar cada uno de ellos. Porque educar el paladar también forma parte del proceso de crecer, y la paciencia (y algunos trucos) pueden hacer maravillas.

Las razones por las que a tu hijo no le gusta el pescado

Antes de pensar que tu hijo tiene una “manía” injustificada al pescado, conviene comprender que los niños tienen un sentido del gusto y del olfato más agudos que los adultos. Esto hace que sabores intensos como el del pescado les resulten demasiado fuertes o desagradables. Además, el rechazo a ciertos alimentos forma parte natural del desarrollo y no debería preocupar si se maneja con tranquilidad.

Sabor y olor demasiado intensos

Uno de los motivos más habituales es que el pescado, especialmente algunas variedades como el salmón, la caballa o el bacalao, tiene un sabor y un olor muy potentes. Esto puede resultar abrumador para un paladar infantil, que prefiere sabores más suaves y neutros.

¿Qué hacer?

Empieza por pescados blancos como la merluza, el lenguado o el gallo, que son más suaves. Cocínalos al vapor o al horno con un chorrito de limón o acompañados de ingredientes familiares, como patatas o arroz, para que el sabor quede más equilibrado.

Textura poco agradable

A muchos niños no les gusta la textura del pescado: lo notan baboso, blando o con una consistencia que les cuesta masticar. También influye si se encuentra alguna espina, lo que genera rechazo inmediato y puede convertirse en una excusa para no volver a probarlo.

¿Qué hacer?

Tritura el pescado y preséntalo en forma de croquetas, albóndigas, hamburguesas caseras o pasteles. Estos formatos no solo disimulan la textura, sino que también permiten añadir otros ingredientes como zanahoria, cebolla o queso, que ayudan a suavizar el sabor.

Mala experiencia previa

Una espina que se clava, un olor desagradable o un sabor muy fuerte pueden quedar grabados como una mala experiencia. A partir de ahí, el rechazo se convierte en automático. Si además el adulto insiste, el niño se cierra aún más y va a resultar imposible que quiera comerlo o probar distintos tipos de pescado.

¿Qué hacer?

Evita forzar. Deja pasar un tiempo y vuelve a ofrecer pescado en una receta distinta, sin hacer comentarios del tipo “a ver si hoy te gusta”. La clave está en normalizar su presencia, sin convertirlo en un drama.

Aspecto poco apetecible

El pescado no siempre resulta visualmente atractivo para los niños. Si tiene piel, espinas, ojos o está cocinado sin gracia, puede despertar rechazo inmediato, incluso antes de probarlo.

¿Qué hacer?

Cuida la presentación. Un pescado rebozado, en forma de nugget casero, con formas divertidas o acompañado de colores (como un puré de calabaza o verduras salteadas) puede ayudar a despertar curiosidad.

Costumbre y contexto familiar

Si en casa no se come pescado con frecuencia o se comenta que no gusta, es muy probable que los niños lo rechacen también. Lo mismo ocurre si lo asocian a comidas aburridas o castigos alimenticios (“si no te portas bien, toca pescado”).

¿Qué hacer?

Predica con el ejemplo. Si los adultos comen pescado y lo disfrutan, los niños tenderán a imitar. Además, puedes implicarlos en el proceso: llevarlos a la pescadería, elegir una receta juntos o dejar que te ayuden a cocinarlo puede generar interés.

Demasiado pronto o demasiado tarde

Introducir el pescado demasiado pronto, cuando el niño aún no está preparado, o demasiado tarde, cuando ya ha fijado sus preferencias, puede ser un factor de rechazo. La clave está en el momento adecuado y en repetir la exposición sin presión.

¿Qué hacer?

Sigue las recomendaciones pediátricas para introducir el pescado a partir de los 6 meses, empezando por variedades suaves y aumentando la frecuencia de forma gradual. Si ya es mayor, no desesperes: hay margen para reeducar el paladar con paciencia y creatividad.

Otros consejos para que a tu hijo le guste el pescado

Más allá de identificar la causa concreta, puedes poner en práctica algunos recursos útiles:

  • Hazlo parte de una historia: inventa un cuento donde el pescado sea un personaje simpático o el ingrediente de una receta mágica.
  • Inclúyelo en recetas que ya le gusten: por ejemplo, añade trocitos de pescado a una lasaña, un arroz meloso o una tortilla.
  • Usa salsas suaves: una bechamel ligera, tomate natural o una mayonesa casera pueden suavizar el sabor sin ocultar del todo el ingrediente.
  • Acepta que no todos los días saldrá bien: la constancia y la calma son mejores aliados que la presión.

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