La ausencia de frío y lluvias adelanta la presencia de la oruga procesionaria del pino en Baleares

Habitualmente la oruga aparecía a finales de febrero o principios de marzo

¿Cómo actuar si entramos en contacto con la oruga procesionaria?

oruga procesionaria del pino en Baleares

La ausencia de frío y lluvias en las últimas semanas ha provocado que la presencia de la oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) en zonas boscosas y urbanas de Baleares se haya adelantado a lo que suele ser habitual y con ella los riesgos asociados a su contacto con personas y mascotas.

Ante la presencia de la oruga y las reacciones urticantes que produce el contacto con los filamentos que la cubren, médicos y veterinarios instan a extremar las precauciones y ofrecen consejos sobre su tratamiento.

Aunque el contacto puede tratarse fácilmente de manera local y el daño suele ser leve, en casos aislados en humanos puede producir choques anafilácticos graves y, en el caso de las mascotas, las complicaciones pueden acabar con la muerte del animal por ahogamiento si no se actúa con celeridad.

Tras las puestas de huevos a finales de verano, las orugas suelen nacer en octubre, van mudando la piel unas cuatro o cinco veces y elaboran los bolsones o nidos en los que viven. A finales de invierno es cuando la oruga es adulta y baja de los pinos para enterrarse en el suelo. Es en esta época en la que forman las características procesiones que le dan su nombre y cuando tienen su máximo poder urticante.

El jefe de servicio de Sanidad Forestal de la CAIB, Luís Núñez, explica a Europa Press que si bien lo más frecuente es que la aparición de la oruga tenga lugar a finales de febrero o principios de marzo, las altas temperaturas, anormales para esta época del año, y las escasas precipitaciones están provocando que desde hace semanas ya se estén viendo las características filas de orugas en la montaña, aunque también en parques y jardines en entornos urbanos.

El conjunto de zonas de pinares del archipiélago son susceptibles de sufrir la presencia de esta especie, a excepción de gran parte de la Serra de Tramuntana, que por su altura y humedad se convierte en un espacio menos propicio para su desarrollo.

¿Cómo actuar si entramos en contacto con la oruga procesionaria?

Aunque lo fundamental es no acercarse ni molestar al insecto, ya que lanza sus pelos urticantes como mecanismo de defensa, si finalmente se produce el contacto con animales o personas, lo primordial es no rascarse y poner la zona afectada debajo del agua para que arrastre los filamentos, que son como dardos que contienen en su interior la sustancia dañina.

También es importante cambiarse de ropa y lavarla porque el contacto puede llegar también por vía aérea, ya que el viento puede transportar las fibras de la oruga desde sus nidos en los árboles. Si el daño es en los ojos, habría que acudir rápidamente al oftalmólogo. Además, existe un pequeño porcentaje de la población que sufre una alergia específica a este animal que sí que podría desembocar en una reacción severa y que requeriría atención médica.

La alergóloga de Juaneda Miramar Susana Ranea anima a prestar especial atención a los niños y a las personas con problemas de dermatitis o con la piel más sensible, que son los que podrían sufrir daños más importantes, aunque las picaduras no sueles revestir gravedad.

La doctora recuerda que el contacto con los filamentos tóxicos genera un pequeño hinchazón con un punto en el centro -el filamento-, que puede infectarse si no se actúa y es que, apunta, muchas personas se dan cuenta tiempo después de la reacción urticante y acuden a la consulta sin saber bien qué les pasa. Para tratar la reacción, Ranea señala la importancia de lavar la zona con agua y jabón. Se puede tomar algún antihistamínico o aplicar una crema corticoide. También van bien, y según apunta la gente lo desconoce, los antiinflamatorios.

¿Y en el caso de mascotas?

En el caso de las mascotas, los perros, especialmente los cachorros por su espíritu curioso e inquieto, son los animales más expuestos a los riesgos del contacto con la oruga y su efecto inflamatorio que, aunque puede tratarse localmente, puede llegar a provocar la muerte del animal en casos extremos. Los gatos también están expuestos, pero suelen ser más reacios a interactuar con un elemento desconocido.

El director del Hospital Veterinario Canis, Lluís Riera, explica que como el contacto con el animal o con las fibras que pueden desprenderse y transportarse vía aérea es localizado, es decir, que afecta a la zona que entra en contacto con la toxina y es, de este modo, fácilmente tratable.

Así, la toxina puede entrar en contacto por la piel, las patas o los oídos, aunque lo más habitual es el hocico o la lengua. De manera similar a los humanos, el especialista explica que lo importante es no rascar la zona afectada sino lavarla, mejor con agua tibia, para favorecer la eliminación de los filamentos tóxicos. Si se frota o se rasca, los pelos pueden romperse y liberar todavía más toxinas.

Después, en función de la zona afectada, podrían necesitarse otros tratamientos. Lo más habitual es que la lengua o el hocico sean las zonas afectadas, porque el animal se acerque a la fila de orugas, atraído por el movimiento. En el escenario extremo en que el animal se tragara una oruga, se podrían producir inflamaciones internas a nivel de faringe o esófago que podrían llegar a bloquear las vías respiratorias.

«En estos casos hay que correr», advierte el veterinario, porque el animal podría llegar a necesitar una inyección de cortisona y tener que ser anestesiado e intubado.

A modo preventivo, Riera insta a evitar las zonas de pinos y llevar a los canes con correa, incluso en parajes solitarios. También recomienda el uso de bozales.

La oruga es una especie alóctona, es decir que no es originaria de las Islas. Es más, su presencia en el archipiélago es relativamente reciente. A Mallorca llegó en 1942. En Menorca se detectó hacia 1970 y en Ibiza, sobre 1975. En Formentera la presencia se constató en el año 2006. Pero llegó para quedarse. «Cuando las animales conquistan un espacio y tienen las condiciones ideales para asentarse y quedarse, crecen y es imposible erradicarlas. Esto no va a desaparecer», concluye Luís Núñez.

Su población, además, crece de manera exponencial, teniendo en cuenta que cada mariposa puede poner unos 200 huevos cada año. En todo caso, a pesar de sus riesgos para las personas y los animales, la oruga procesionaria del pino juega un papel particular en los ecosistemas en los que habita ya que actúa como defoliante de los árboles en los que habita -aunque con riesgo de muerte para el árbol si está muy débil- y sirve de alimento para varias especies de pájaros.

En este sentido, aunque su presencia en los bosques podría ser «tolerada», no lo es tanto en espacios urbanos o con presencia de personas o animales por su poder urticante y por tanto perjudicial. «En colegios, parques y jardines no debería estar», señala el responsable de Sanidad Forestal, recordando que en propiedades privadas depende de los propietarios mientras que en las zonas urbanas depende de los ayuntamientos y la Administración.

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