Atentado yihadista en Sevilla

Así quería estallar una comisaría de Sevilla un menor sirio yihadista: bombas, machetes y ácidos

El menor ha sido condenado a cuatro años y medio de internamiento

Un agente de Policía Nacional.
Un agente de Policía Nacional.
Borja Jiménez

Este miércoles ha sido finalmente condenado a cuatro años y medio de internamiento un yihadista menor de edad, de 17 años, que pretendía hacer estallar una comisaría de Sevilla. El terrorista estaba preparando explosivos en su casa de Montellano para llevar a cabo un atentado que podría haber sido fatal. El menor residía en este municipio sevillano junto a su madre y su hermana; todos ellos eran una familia de refugiados sirios.

El juez señala al yihadista menor de edad como autor de los delitos de integración en organización terrorista por su pertenencia a Estado Islámico y por tenencia de explosivos.

Atentado en una comisaría

El menor planeó cometer un atentado mediante el explosivo TATP, conocido como La madre de Satán, que también fue utilizado por la célula yihadista que perpetró los ataques de Barcelona y Cambrils. El juez, en concreto, asegura que el menor había «asumido su papel de ciber soldado o yihadista virtual», lo que llevó a los agentes a realizar seguimientos que revelaron algunos de los preparativos que llevó a cabo.

El condenado, junto a un amigo, salió al campo con una mochila y en la zona fueron encontradas manchas similares a las de un incendio. En enero de 2024, la Policía observó cómo tiró a la basura dos bolsas con diferentes materiales y sustancias con las que podría estar elaborando explosivos. Estas dos bolsas contenían una caja con el rótulo «azufre en polvo», una máscara y gafas de protección, guantes reutilizables, un bote de masilla de poliuretano, dos garrafas y cinta aislante, entre otros productos.

A los pocos días, los investigadores observaron cómo el joven volvió al campo, donde escucharon diferentes detonaciones que confirmaron las sospechas de la Audiencia Nacional. Entonces, se solicitó la entrada y registro en su vivienda. Así, la Policía encontró los tres elementos con los que se fabrica la conocida como La madre de Satán: acetona, agua oxigenada y ácido sulfúrico, además de carbón y un bote de desatascador de desagües.

Frente a los armarios en los que localizaron esos materiales, los agentes encontraron que en su escritorio había situado una suerte de «secadero de explosivos». Según un Tedax, en el mismo había bandejas de secado con papel de cocina y restos de explosivos.

En esa misma mesa los agentes encontraron «parte de una bomba ya montada con metralla adosada a la misma, lista para su uso, y a la que únicamente» le faltaba el explosivo para su detonación. En los cajones, además, también había más azufre y carbón.

También fueron localizados cuadernos en los que había notas con la composición química de los explosivos caseros. Adicionalmente, los agentes intervinieron un machete, un chaleco táctico militar con portacargadores, varios mosquetones, un botiquín y una bandera de DAESH enmarcada.

En su móvil, la Policía se encontró archivos que, según la sentencia, alentaba a la yihad con una participación activa y personal del menor, entre ellos cánticos yihadistas o imágenes de armas y explosivos.

Tras analizar el teléfono, también se descubrieron chats en la aplicación de mensajería Telegram entre el menor y varios acusados. En una de esas conversaciones, el condenado aseguraba que iba «a detonar una comisaría de policía».

Además, también se jactó de haber fabricado TNT, pólvora o nitroglicerina y mostró su deseo de «tener un misil de azúcar, nitrato de potasio o peróxido de acetona». «Mártir, si Dios quiere», le envió a uno de sus contactos junto a una foto de él mismo.

Sin amigos

El juez de Menores indica en el fallo que el menor no tenía amigos ni apoyo social de su entorno, contando con distintos conflictos de convivencia. A nivel personal, asegura el magistrado, estuvo expuesto a situaciones de violencia grave e importantes carencias de necesidades básicas.

Esas circunstancias, a su juicio, han configurado «una personalidad que se caracteriza por una elevada dureza emocional y cognitiva y una normalización de la violencia». El menor, recoge el fallo, se muestra resentido y presenta una elevada percepción de injusticia y de conflicto social, lo que le lleva a tener «un nivel elevado de indiferencia» hacia la sociedad.

Las fuentes jurídicas consultadas señalan que esta es una de las hasta 34 causas de menores abiertas por este Juzgado en 2024, y que se suman a las 26 que fueron abiertas el pasado año.

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