Crítica de ‘Road House’: El carisma de Jake Gyllenhaal no arregla un remake descafeinado
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Intentar abordar las historias con cierta originalidad y frescura, parece ya una batalla perdida dentro de Hollywood. La mayor industria del entretenimiento siempre ha tenido una apetencia voraz por el reciclaje audiovisual, pero en la última década, esta tendencia ha crecido a pasos agigantados. No podemos culparles del todo, si atendemos al riesgo latente y constante de un negocio al que le cuesta horrores llenar las salas. Por ello, recurrir a los relatos del pasado otorga cierta tranquilidad a los productores, quienes creen en una especie de actualización necesaria por cada fenómeno cultural de otra época. Este mal endémico ha conseguido ahora, sorprendernos con Road House. El remake de la titulada en España con el nombre De profesión: duro, protagonizada por Patrick Swayze en 1989. Comandada en su cambio generacional por Jake Gyllenhaal, la nueva versión de esta trama de peleas, crimen y bares se ha esforzado en intentar mejorar un título que en su momento, ya fue un absoluto desastre. Contra todo pronóstico, desde la MGM han confeccionado un producto incluso peor.
No existen demasiadas diferencias entre el trabajo de Rowdy Herrington y la actual versión de Doug Liman. Eso sí, al menos en la última han intentado darle una forma definida al pasado del protagonista y poner en contexto a la autoridad de la región. La infantiloide historia de Swayze navegaba en una ambigüedad extraña entre la figura del héroe y el justiciero ramplón, mientras que el Dalton de Gyllenhaal por otra parte, parece estar agotado de sí mismo, sin ser el caballero salvador que pretendía el primero, ni tampoco un antihéroe renegado. Por último, entre las múltiples diferencias desheredadas del material original, destaca la poca presencia y entidad que tiene en este caso, el establecimiento protegido por el protagonista, aquí novato en la profesión y en su antecesora, experto en la materia. Como si existiese una especie de leyenda o misticismo en cuanto a la labor de los porteros, dentro de este particular mundo criminal.
‘Road House’: Un remake descafeinado
Road House nos pone en la piel de Dalton, un exluchador de la UFC con un turbio pasado que por pura supervivencia, termina aceptando un trabajo como portero en un bar de carretera de los Cayos de Florida. Allí, descubre que esa zona paradisíaca es más peligrosa de lo que le habían contado, enfrentándose a matones contratados por el hijo de un cacique de la zona actualmente preso por el tráfico de drogas. Su vástago, sueña con construir un complejo hotelero, pero para ello, la dueña del establecimiento debe cerrar su negocio y terminar vendiendo su bar.
La resurrección del proyecto no ha escatimado en gastos y la presencia de un intérprete nominado al Oscar como Gyllenhaal, hacía presagiar que esta podía haber sido una película estrenada en cines. Polémicas aparte del deseo del director con llevarla a las salas, vista la calidad final, podemos entender la poca necesidad de la major, de cara a ese riesgo económico derivado de la exhibición. Completan el reparto Billy Magnussen, Daniela Melchior, Beau Knapp, Arturo Castro, Joaquin de Almeida, Lukas Gage, Hannah Love Lanier, Jessica Williams y el luchador de la UFC, Conor McGregor. Advertimos que la interpretación de este último, duele más que cualquiera de sus puñetazos.
Fiel a lo absurda que ya era la original
A pesar del malestar sociológico con estas revisiones cinematográficas, es cierto que De profesión: duro tenía una amplia curva de mejora, pudiendo ser uno de esos títulos que, tras una puesta a punto, cobran un tipo magia especial. Con una trayectoria portentosa en el terreno de la acción, Liman parecía un nombre con las suficientes tablas como para dotar a la historia original de David Lee Henry de la chispa y entereza que le faltó a finales de los 80 y, por la que fue nominada a 5 premios Razzie. Por desgracia, en el terreno fílmico, Liman lleva sin crear una historia estimulante desde el 2014, cuando estrenó Al filo del mañana.
En esta Road house hay un intento y apuesta por el humor, desprendiéndose del exceso de dramatismo y severidad adolecido por la anterior entrega. Sin embargo, ese intento de resultar simpática queda forzada por un Jake Gylenhaal que intenta sobreponerse y resistir a un material paupérrimo. La entrada del rol de McGregor representa todos los males de la película. Un descontrol gratuito y facilón donde las coreografías de lucha buscan un realismo que no le sienta nada bien al filme. En definitiva, una nueva dosis descafeinada en la que la testosterona y las prisas, bailan al ritmo de secuencias sin tensión ni ‘punch’, propias del trabajo que te firmaría una inteligencia artificial. Road house se presenta como una concatenación de ideas vacuas a través de un remake que nadie necesitaba.