COPA CHENEL

Juan del Álamo sufre una grave cornada en el muslo en Colmenar Viejo

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En la enfermería de la plaza de Colmenar Viejo, en la final de la Copa Chenel, ha sido intervenido el diestro Juan del Álamo de «cornada en cara interna del tercio medio superior del muslo izquierdo con dos trayectorias: una transversa hacia fuera de 25 cms que desgarra adductores mayor y medio y vasto interno por debajo del paquete vasculo-nervioso femoral, y otra hacia abajo y adentro de 15 cms. Hematoma por arrancamiento de colaterales venosas y contusión cérvico-dorsal. Pronóstico grave.

El mexicano Isaac Fonseca solventó con gallardía y amor propio la tarde, donde cortó tres orejas después de enfrentarse a seis toros en solitario debido a la grave cornada que sufrió Juan del Álamo nada más empezar la corrida, tres de ellos con un pitonazo a la altura de la rodilla.

Y es que la final quedó pronto en una encerrona improvisada debido al tempranero percance del torero de Ciudad Rodrigo, cogido de manera muy aparatosa cuando instrumentaba un quite por saltilleras al sobrero de Ángel Luis Peña que sustituyó a un titular de Montealto muy afligido de los cuartos traseros.

El animal se llevó por delante al salmantino, cazándole de lleno y propinándole una fortísima volterera que lo dejó totalmente desmadejado sobre el albero. Fonseca se hizo cargo de la lidia de este primer toro, que se defendió con violencia y nunca se empleó en la muleta.
Cortó el azteca la primera oreja de la tarde del encastado y exigente segundo, de Zacarías Moreno, merced a una faena intermitente, en la que no siempre acertó a cogerle el aire el torero en lo fundamental, viéndose desbordado por momentos, aunque sí logró conectar con la gente con un emocionante arrimón final.

El tercero, también de Zacarías Moreno, también fue un toro muy interesante por lo bravo que fue y lo cara que vendió su lidia. Fonseca, más asentado, firmó momentos entonados por el derecho, bajando mucho la mano, sin aliviarse, muy de verdad, aunque sufriera algún que otro susto. Al natural no hubo la misma sintonía y fue el animal el que se impuso por este lado.

Pero el mexicano no quiso dejarse la pelea y volvió a echar toda la carne en el asador en el epílogo. Con la espada pasó un quinario, con el de Zacarías Moreno ya orientado, que acabó hiríendole a la altura de la rodilla. No quiso el torero, que llevaba también una herida también en el labio, pasar a la enfermería en un alarde de compromiso y vergüenza torera.

El cuarto, de Montealto, fue devuelto también por el mismo motivo que su hermano anterior y fue reemplazado por un sobrero de Manuel Sanz de la Morena, segundo hierro de Los Eulogios, sin raza ni entrega con el que Fonseca hizo un esfuerzo, al menos, para sobreponerse a la merma física que evidenció debido al percance sufrido en el toro anterior.

El quinto fue un toro de Palha de poca raza y sin finales en sus insulsas acometidas. Fonseca anduvo muy firme con él, buscándole las vueltas insistentemente, tragando y exponiendo una barbaridad, técnicamente impecable y valiente de verdad, aunque lo artístico no pudiera fluir por la escasa colaboración del astado portugués, al que mató de manera soberbia. Oreja de ley.

Cerró la tarde un buen ejemplar de Palha, con prontitud y ritmo en sus embestidas, lo que aprovechó Fonseca para correrle la mano con mucha soltura por el lado derecho, llevándolo largo y por abajo en series muy bien compactadas y ejecutadas en un palmo de terreno. Faena sincera y de mucho corazón de Fonseca, que también logró alguno al natural de buen trazo.

Tenía las dos orejas en la mano, pero la espada no quiso entrar hasta el tercer intento, del que, por si fuera poco, salió dramáticamente prendido, por fortuna sin mayores consecuencias que nuevos y numerosos golpes que resumen a la perfección la actuación a sangre o fuego de este torero mexicano, que redondeó su tarde con otra oreja más. La plaza registró algo más de media entrada en los tendidos.

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