Una superviviente a Boko Haram: «Quería que me tocara llevar una bomba para desactivarla y poder escapar con mis hijos»
La joven Rebeca Bitrus nació en una localidad de Nigeria hace 29 años y vivía feliz junto a su marido y sus dos hijos hasta que el 21 de agosto de 2014 el grupo terrorista Boko Haram invadió su ciudad, la secuestró y asesinó a uno de sus hijos lanzándolo al río. Durante su cautiverio, además de utilizarla como esclava sexual, le dijeron que le iban a colocar un cinturón de explosivos para inmolarse en un atentado y ella quería hacerlo para intentar escapar, como habían hecho otras chicas tras desactivarlo.
«Yo antes de mi secuestro, cuando me hablaban de Boko Haram no me lo creía, hasta que me cogieron y tiraron a mi hijo al río. Quiero que el mundo conozca que es verdad», ha explicado este martes 19 de septiembre Bitrus durante un encuentro en la sede de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (CAN, por sus siglas en inglés) en Madrid.
La joven asegura que llegó a contar durante su secuestro a unas 500 mujeres como ella –entre las que conoció a las niñas de Chibouk– y a muchos terroristas (ella dice tres millones porque su gran número hacía imposible que los contara) que custodiaban el bosque que les rodeaba. Al líder, Abubakar Shekau, dice que nunca le vio en persona, solo a través de una fotografía.
Bitrus fue secuestrada en 2014 junto a sus dos hijos, mientras su marido logró escapar de una muerte segura –los terroristas asesinaban a los hombres de la aldea–. Permaneció dos años en cautiverio, realizando tareas como ir a buscar agua, interpretando que rezaba como una musulmana (aunque en el fondo conservaba su fe en Jesucristo), y sirviendo como esclava sexual a sus captores.
Fruto de una de las violaciones que sufrió, quedó embarazada. «Incluso cuando creció ese embarazo seguí realizando las mismas tareas», relata, al tiempo que explica el conflicto interior que supuso para ella criar a ese «hijo de Boko Haram» como se refería a él.
En 2016, un día escuchó avisos de la llegada de soldados que estaban cogiendo a las mujeres y a sus hijos y Bitru aprovechó aquella situación de «pánico» para huir a través del bosque. En un momento en que tuvo que cruzar un río, dejó atrás a Cristóbal, el hijo que había tenido tras la violación, cuando un hombre se acercó y la convenció para que también lo llevara consigo.
«Yo no sabía qué hacer con ese niño, le miraba y me recordaba todo el sufrimiento que había vivido secuestrada por Boko Haram», explica Bitru, que con el tiempo y con la ayuda de la Iglesia logró cogerle cariño.
Tres días en un camión con picante
Entre las situaciones que vivió y que recuerda con más terror, Bitru se detiene en un viaje de tres días en un camión rodeada de una sustancia picante que los terroristas utilizaban para castigar a las mujeres. «Fue una tortura», asegura.
También relata cómo los hombres de Boko Haram le dijeron que un día le iban a colocar un cinturón explosivo para que se inmolara en un atentado, para lo cual primero debía memorizar unos versículos del Corán. Bitrus deseaba que la eligieran para poder escapar como habían hecho otras chicas antes, que consiguieron desactivar su cinturón. «Quería hacerlo pero el día que me tocó me dijeron que no había aprendido bien los versículos», señala.
La joven nigeriana asegura que lo que la motivó para escapar y lo que la sostuvo durante el tiempo de cautiverio fue su fe y añade que ha perdonado a sus secuestradores porque así lo manda su religión.
Ahora dice encontrarse mejor junto a su marido, con el que se reencontró, y sus dos hijos. Además, algún día espera poder regresar a su aldea, aunque reconoce que pocos han podido volver después de que los terroristas lo quemaran todo. «Antes del ataque era un sitio en paz, vivíamos felices», recuerda.
Campaña ‘Libres ante el terror’
Con este testimonio, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha presentado su campaña ‘Libres ante el terror’ para apoyar a las víctimas de Boko Haram en el norte de Nigeria. Junto a Butri, el sacerdote de la diócesis de Maiduguri, el padre Innocent Zambua, ha ofrecido algunos datos que reflejan la situación en la región: «unas 100.000 personas desplazadas, 300 iglesias quemadas, y 25 escuelas, 3 centros de salud y 3 conventos destruidos».
Por su parte, el director de CAN en España Javier Menéndez Ros, ha destacado el papel fundamental de la Iglesia católica en las zonas que más han sufrido los ataques de Boko Haram. «Los obispos del norte de Nigeria están ayudando a todos, sin ellos la herida sería mayor», ha remarcado, al tiempo que ha advertido de que «Nigeria es el país más mortífero para los cristianos».
Según ha indicado, citando datos del Instituto para la Economía y la Paz, Nigeria ocupa el tercer puesto en el ranking global de terrorismo. Además, Boko Haram y los grupos de pastores Fulani han dejado 20.000 muertos y miles de desplazados por la violencia en 2016, según datos del Banco Mundial.
En la diócesis de Maiduguri, la Iglesia atiende a 5.000 viudas y 15.000 huérfanos víctimas de Boko Haram. En la diócesis de Kafanchan se han registrado 53 aldeas atacadas por los Fulani, con 1.000 víctimas mortales, cerca de 3.000 casas y locales comerciales destruidos y 16 iglesias atacadas.
Ayuda a la Iglesia Necesitada ha contribuido con 1,5 millones de euros a paliar las necesidades de las personas que han sufrido la violencia terrorista en Nigeria en los últimos cinco años.
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