Los marbellíes ya disfrutan de los famosos churros con chocolate de San Ginés

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El dueño de la churrería madrileña San Ginés, Pedro Trapote, en la nueva tienda abierta en Marbella.

Pocas cosas más democráticas que los churros. Nada que suscite un consenso más universal que un buen chocolate con una ración de los también llamados calentitos, tejeringos o porras. Como diría Don Juan, de la altiva princesa a la que pesca en ruin barca, o según Rojas Zorrilla del rey abajo, ninguno, nadie hay que se resista a la tentación de éste el más modesto, apetecible y universal manjar de nuestra gastronomía. Y los mayores expertos en churros de España son los dueños de la chocolatería madrileña San Ginés. 

Pero como en todas las cosas de la vida, también hay categorías, cuenta la tradición y sólo algunos alcanzan la excelencia. Es el caso de San Ginés, la más tradicional chocolatería y churrería de España que ya desde 1894 abre sus puertas en Madrid. Un clásico con la atmósfera y la pátina de los viejos cafés literarios del siglo XIX, y ante cuyos veladores de mármol han cedido a la tentación una sonora nómina de personalidades de los mundos artístico, literario, político, teatral, cinematográfico, deportivo, taurino y social, no sólo de nuestro país sino también figuras de cualquier ámbito de otras tierras. San Ginés ha acabado siendo visita obligada, un must para cualquier visitante, ilustre o no, de la capital del Reino. Así lo prueba la deslumbrante y legítimamente orgullosa galería de personalidades que cuelga de las paredes del local y que en alguna ocasión se han dejado caer por San Ginés. Codo con codo con el pueblo desde luego, que ya decimos que de alguna manera el churro a todos iguala.

Recientemente, en pleno Casco Antiguo de Marbella se inauguraba el primer establecimiento en España, aparte de los dos que hay en Madrid. Curiosamente sí existían ya en otros países, algunos tan insospechadamente churreros como Japón. El local, cuya decoración replica a la de la casa madre, ofrece idéntica calidad, servicio y ambiente que los que la han hecho universalmente conocida si tradición madrileña hablamos. Su terraza en la Plaza de África de Marbella viene a “ambientar” la vida del centro histórico, ofreciendo la posibilidad de una difícilmente rechazable tentación de hacer una paradita, una estación, un grato alto en el paseo y visita del más señero y visitado de los entornos de la ciudad.

Viene la iniciativa a ser un poco “el amor en los tiempos del cólera”. No debe ser fácil decisión ni carente de riesgo empresarial apostar en las asustadizas condiciones actuales por contribuir a la dinamización de la oferta, gastronómica en este caso, del panorama hostelero y de restauración. Pero quién dijo miedo; nunca fue el estilo de Pedro Trapote, propietario y muñidor de la cosa. Empresario además con una capacidad de diversificación del negocio que le ha llevado al éxito en campos tan dispares como el entretenimiento y la ganadería de bravo, la hostelería y la dirección deportiva de altos vuelos. Propietario del legendario Joy Eslava en Madrid o del Teatro Barceló, entre mil otras, vuelve con San Ginés a echar su cuarto a espadas por Marbella donde, desde hace ya cuarenta años ha volcado una parte de su iniciativa y su inversión empresarial.

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Aunque sólo fuera por eso, y desde luego a favor de la revitalización de la vidilla, de la calle, esta gente merecería que la cosa les salga como un churro. Sí, como un churro, que ahora, en tiempos de cambios de vocabulario, habría que establecer que si cualquier cosa que usted intente “le sale como un churro” será que le ha salido estupendamente, a pedir de boca. Si el churro es de San Ginés, especialmente.

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