La terapia con testosterona (TRT) debe aplicarse cuando hay una deficiencia clara y no un simple descenso

Aunque el uso de testosterona exógena se ha demostrado seguro, no está exento de efectos secundarios.

También es importante la gestión de las expectativas, sobre todo relacionadas con la mejora de la función eréctil.

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A medida que los hombres envejecen, es común que los niveles de testosterona disminuyan gradualmente y que aparezcan síntomas como falta de energía, disminución de la libido, cambios de humor o anemia asociada.

Para paliar sus efectos, la terapia con testosterona (TRT, por sus siglas en inglés) se ha convertido en uno de los tratamientos más discutidos en medicina masculina en los últimos años.

“Sin embargo, iniciar tratamiento hormonal no es una decisión trivial y debe basarse en criterios clínicos sólidos, tanto para maximizar los beneficios como para minimizar los posibles riesgos”, señala el Dr. Francois Peinado Ibarra, Jefe de Servicio de Urología y Coordinador de la Unidad del Varón del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo.

Dr. Francois Peinado

Antes de considerar la TRT, es esencial confirmar que un hombre tenga hipogonadismo clínico (niveles sanguíneos de testosterona consistentemente bajos) acompañados de síntomas claros atribuibles a esa deficiencia. Además, los beneficios de la TRT varían entre individuos, y su eficacia es mayor cuando existe una deficiencia clara y no simplemente un descenso leve dentro de los límites aceptados de normalidad.

La evidencia actual proviene de revisiones sistemáticas que muestran que, en hombres con deficiencia moderada de testosterona, la terapia puede mejorar, sobre todo, el deseo sexual y la energía.

“En este sentido es importante -asegura el experto- gestionar las expectativas, en el sentido de que no todos los síntomas que un hombre atribuye a “baja testosterona” responderán a la terapia”. Por ejemplo, la TRT no ha demostrado beneficio claro en la mejora de la cognición en hombres sin trastornos cognitivos previos, no previene la progresión de la diabetes en personas con prediabetes, ni mejora el control glucémico en quienes ya tienen diabetes establecida. También los efectos sobre la función eréctil pueden ser modestos.

Otro aspecto a considerar, que preocupa tanto a médicos como a pacientes, es la seguridad de la TRT. Estudios recientes han demostrado que no hay un aumento significativo en el riesgo de infarto de miocardio ni de accidente cerebrovascular en hombres con enfermedad cardiovascular preexistente tratados con testosterona en comparación con placebo, y no hay evidencia sólida de que la TRT aumente el riesgo de cáncer de próstata.

No obstante, no está exenta de efectos secundarios. Algunos hombres pueden desarrollar eritrocitosis (aumento excesivo de glóbulos rojos), lo que puede elevar el riesgo de eventos trombóticos si no se monitoriza adecuadamente. Otros efectos adversos potenciales incluyen la reducción de la producción endógena de testosterona, baja concentración de espermatozoides en el semen (oligospermia) o incluso inexistencia de estos (azoospermia). En estos casos existen alternativas terapéuticas como el uso de moduladores selectivos del receptor de estrógeno (como el clomifeno), que pueden aumentar la producción endógena de testosterona y resultar especialmente útiles en hombres que desean preservar fertilidad, aunque esto debe evaluarse individualmente con un especialista.

“Cada vez hay mayor evidencia de que la decisión de iniciar TRT debe tomarse de forma compartida entre médico y paciente, basándose en una evaluación clínica completa, pruebas de laboratorio repetidas en condiciones adecuadas (niveles matinales en ayunas), y tras una discusión honesta sobre expectativas, posibles beneficios y riesgos a corto y largo plazo”, concluye Peinado.

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