Ésta es la lesión más frecuente que puede arruinar tu temporada de esquí
Hasta el 70% de los esguinces de tobillo mal recuperados pueden derivar en inestabilidad crónica
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Los esguinces de tobillo son una de las lesiones más habituales durante la práctica del esquí. Una caída aparentemente leve, un mal apoyo al salir del remonte o un giro inesperado sobre nieve irregular pueden ser suficientes para provocar un esguince que muchos esquiadores tienden a minimizar. Sin embargo, los expertos aseguran que hasta el 70% de los esguinces mal recuperados puede evolucionar hacia una inestabilidad crónica de tobillo, una patología que compromete la estabilidad, la seguridad y el disfrute de este deporte de invierno.
Así, se ha puesto de manifiesto recientemente en el ámbito profesional de la podología y la fisioterapia, coincidiendo con la celebración del Congreso Nacional de Podología, donde expertos como el podólogo Manuel Mosqueira explican que tratar un esguince como un problema pasajero es uno de los principales errores clínicos. Y es que cuando no se aborda de forma adecuada, puede convertirse en una lesión crónica que afecta a la movilidad, al equilibrio y a la calidad de vida del paciente.
Exigencia constante en la nieve
Precisamente, en el esquí, el tobillo juega un papel clave. Aunque la bota aporta rigidez y sujeción, no elimina el riesgo de lesión ni sustituye la función de control neuromuscular que debe realizar la articulación. «Existe la falsa creencia de que la bota protege completamente el tobillo», explica a OKSALUD el fisioterapeuta especialista en Terapia Manual Osteoarticular y Muscular del Aparato Locomotor, Luismi Fernández Méndez, insistiendo en que «en realidad, cuando el tobillo no está bien recuperado, esa protección puede enmascarar el problema hasta que aparece una situación inesperada».
Cambios de pendiente, variaciones en la calidad de la nieve, vibraciones continuas o pequeños desequilibrios obligan al tobillo a reaccionar de forma rápida y precisa. Si tras un esguince no se ha recuperado la fuerza, la estabilidad y el control, el riesgo de recaída aumenta de forma considerable.
Uno de los errores más frecuentes es volver a la actividad en cuanto desaparece el dolor. Según Luismi Fernández, esta falsa sensación de curación es uno de los principales factores que explican la alta tasa de inestabilidad crónica. «El dolor puede desaparecer, pero eso no significa que la musculatura, los ligamentos y el sistema de control del tobillo estén recuperados. En esquí, esa diferencia es crucial», subraya.
Cada esguince implica pequeñas roturas de fibras que cicatrizan. Cuando estas lesiones se repiten, el tejido pierde calidad, aumenta la laxitud ligamentosa y aparece la sensación de que el tobillo ‘falla’, incluso en gestos cotidianos.
La propiocepción, clave en deportes
Otro de los aspectos que más afectan tras un esguince es la propiocepción, la capacidad del cuerpo para reconocer la posición de una articulación sin necesidad de mirarla. «En un deporte como el esquí, donde el terreno cambia constantemente y hay un alto grado de incertidumbre, esa pérdida de control aumenta el riesgo de caídas y nuevas lesiones», explica el experto.
Por este motivo, la rehabilitación no debe centrarse sólo en aliviar el dolor, sino en restaurar el control neuromuscular, el equilibrio y la capacidad de reacción. Los dos especialistas coinciden en que la recuperación debe ser progresiva y adaptada a las exigencias reales del esquí. El tratamiento suele incluir control del dolor, recuperación del rango de movimiento, trabajo de fuerza y ejercicios específicos de equilibrio y estabilidad.
Para Mosqueira, la decisión de volver al deporte no debería basarse únicamente en el tiempo transcurrido desde la lesión, sino en pruebas funcionales que confirmen que el tobillo ha recuperado su estabilidad. Por su parte, Fernández detalla que «no es lo mismo volver a caminar que volver a esquiar» y que «el tobillo tiene que estar preparado para responder a situaciones imprevisibles, desequilibrios y cambios de carga constantes».
La vuelta a la nieve es segura cuando el esquiador es capaz de tolerar, de forma controlada, las demandas reales de la actividad: estabilidad, reacción rápida, cambios de apoyo y carga sostenida, sin dolor ni sensación de fallo.
Si estas condiciones no se cumplen, los expertos recomiendan retrasar la vuelta a pista y completar la rehabilitación. La alternativa —volver antes de tiempo— aumenta el riesgo de recaídas y de que el esguince evolucione hacia una inestabilidad crónica que puede acompañar al paciente durante años.
Porque, como resume el fisioterapeuta Luismi Fernández, «en el esquí, el tobillo es el gran olvidado… hasta que falla», y cuando falla, la temporada puede darse por terminada.
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