«Ultraderechas» en Francia y España

"Ultraderechas" en Francia y España

Se ha confirmado lo que preveían todas las encuestas en Francia, donde Macron ha sido reelegido como presidente de la V República para un segundo y último mandato de cinco años. Pero esa básica continuidad mantiene abiertas no pocas incógnitas, algunas de las cuales se desvelarán el próximo mes de junio en las elecciones legislativas a la Asamblea Nacional. La victoria ha sido clara, pero representa un sensible retroceso de 8 puntos porcentuales respecto del balotaje de 2017, cuando la victoria de Macron fue de dos a uno —66%/33%— frente al 58-42 actual. Que dos elecciones presidenciales consecutivas se celebren entre los mismos candidatos de partidos calificados como de centro y de «extrema derecha», pone de relieve la anomalía política francesa, donde el partido socialista está desaparecido al igual que los republicanos, equivalentes hasta ahora a nuestros PSOE y PP, respectivamente.

Resulta sorprendente que el espacio político sea representado en las elecciones presidenciales por una formación de «centro» que no tiene izquierda ni derecha con las que competir; así como por una extrema derecha que también carece de otra derecha respecto a la que ser «extrema». Como decimos, veremos si esta anómala situación se confirma o no en las elecciones legislativas, pero en todo caso es el reflejo de una sociedad fracturada y extremadamente polarizada. Habrá que repensar las denominaciones adjudicadas a los partidos para que los términos «derecha», «izquierda» y «centro» tengan algún significado reconocible para los electores. Y es que el lenguaje no es en absoluto neutral, y su semiótica ocupa un papel destacado en la contienda electoral, en la que de uno y otro lado el prefijo «ultra» y el calificativo «extremista» tienen una carga peyorativa importante. Por ello precisamente solo se suelen aplicar a los de la banda derecha, que en Francia por cierto representa a más del 40% del electorado.

Bruselas ha respirado aliviada ante el triunfo de Macron, porque con Le Pen el eje franco alemán sobre el que gira la UE se habría desestabilizado en exceso, pues su eurescepticismo, sumado al de Polonia y Hungría, superpuesto a la actual situación en Ucrania, hubiese resultado de no fácil digestión. En cualquier caso, ya sin Macron se abre un escenario incierto para las próximas presidenciales, con una izquierda radical —Mélenchon— enfrentada a la extrema derecha —Le Pen-Zemmour— espejo de una Francia polarizada y alejada del bipartidismo de la V República, que hasta ahora alternaba socialdemócratas y republicanos con cohabitación incluida entre ellos. Las manifestaciones, algaradas callejeras y disturbios de anoche nada más conocerse el resultado en diversas ciudades francesas (Paris, Toulouse, Nantes, Lyon, Montpellier, Rennes…), preludian un quinquenio presidencial complejo a la espera de junio.

Mientras, en España los sondeos apuntan claramente a un cambio político tras el ascenso de Feijóo al frente del PP, quedando abierta la decisión acerca de su concreción: si alternancia o alternativa. La primera opción no parece fácil con el sanchismo, y apuntaría más hacia una alternativa, de la que Castilla y León es su banco de pruebas inédito. A esos efectos, Andalucía, con elecciones también en junio, será un termómetro certero, ya que el PSOE ha tenido allí su oportunidad durante 40 años, no siendo ahora posible una mera alternancia sino una auténtica alternativa, que está por ver si será con la «ultraderecha», a cuyos votantes no les parece importar ese calificativo. Sobre todo si procede del sanchismo y sus diversas terminales, que no están para dar lecciones a nadie con los socios y aliados que tienen, herencia del bloque político que le aupó al poder con tan solo 84 diputados, y de los que sigue dependiendo para permanecer en La Moncloa.

El último ejemplo de esa sumisión lo tenemos  ante el separatismo republicano catalán con la visita del ministro de la Presidencia a Barcelona para cumplimentar a su homónima de la Generalitat en un encuentro con formato de Putin en el Kremlin. Entre tanto, al Congreso y a la oposición se le niega toda información al respecto. Es el sanchismo en estado puro.

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