Tenacidad frente a autocomplacencia
Tantas veces amagó Susana Díaz con montarse en el tren que une la estación de Santa Justa en Sevilla con la de Atocha en Madrid que al final ha llegado tarde y mal a su cita con la Secretaría General del PSOE. Al tiempo que la presidenta de Andalucía se rodeaba de una guardia pretoriana compuesta por expresidentes, barones y demás pesos pesados del socialismo, Pedro Sánchez se vestía de Rocky Balboa hasta creerse el papel de fajador inexpugnable. Ante la innegable experiencia y altura política de Díaz —autocomplaciente por momentos a lo largo de este proceso— Sánchez ha sabido hacer virtud de la tenacidad. El madrileño ha convertido en mandamiento la sentencia del poeta italiano Ovidio: «La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia». De tanto repetir que volvería a ser secretario general ha convencido a más de la mitad de los casi 188.000 militantes —participación récord del 80%— que estaban llamados a las urnas en estas Primarias.
Susana Díaz era sin duda la mejor candidata de los tres tanto para el propio partido como para España. Incluso Patxi López parecía dispuesto a cederle su cuota vasca para construir un PSOE unido y de futuro. Sin embargo, los momentos en política fluctúan tanto que a veces el pasado vuelve a ser presente. A pesar de que Sánchez llevó a la formación hasta los peores resultados de su historia reciente por dos veces, los militantes han preferido su perseverancia a la tibieza que por momentos han mostrado tanto la andaluza como sus compañeros de candidatura. Los errores y la falta de conexión con la militancia —Díaz sólo ha ganado en Andalucía— han castigado sus opciones hasta situarla a 10 puntos de Sánchez. Tras una victoria así, la legitimidad del madrileño para comandar el PSOE es incontestable. No obstante, una cosa son los simpatizantes y otra muy distinta los votantes españoles. Y es ahí donde han de mirar desde la calle Ferraz si no quieren caer en la insignificancia crónica.
No se puede obviar que cuando Pedro Sánchez estuvo al frente del partido la tendencia menguante de los votos dejó al PSOE en 85 escaños y con el aliento de Podemos demasiado cerca en todos los sentidos. Una situación insostenible para las siglas que más tiempo han presidido nuestra monarquía parlamentaria: 22 años desde la Transición hasta ahora. Bien haría por tanto el ex de Estudiantes en juntar a todas las familias socialistas y presentar a la ciudadanía un equipo sólido, basado en la socialdemocracia progresista y reformadora. Caminar por senderos ya recorridos como la radicalización populista o la connivencia con los independentistas sólo llevaría al PSOE hasta su práctica defunción. Por el bien de España, esperemos que la noche de este domingo albergue el renacimiento de un gran partido y no el principio del fin para un animal mitológico en peligro de extinción. Todo está ahora en manos de Pedro Sánchez, en su capacidad de dirigir, unir y, sobre todo, de reciclarse. Ya posee la experiencia de lo que no hay que hacer. Ahora es momento de mirar hacia delante.