Soberanía energética
El general Charles De Gaulle entendió muy bien que un país serio tiene que disponer de soberanía energética y no depender de terceros países para las necesidades del sector eléctrico. Así que montó el mayor parque de centrales nucleares del mundo, que permite a Francia ser autosuficiente y exportar electricidad a media Europa, incluyendo España.
Alemania, bajo la batuta del socialista Gerhard Schröder, de forma interesada, se entregó a la dependencia del gas ruso. Se convirtió en presidente de Rosneft, empresa rusa de petróleo y en presidente de Nord Stream AG, consorcio para la construcción del gasoducto Nord Stream. Es amigo personal de Vladimir Putin. El fiscal general de Alemania inició un procedimiento contra él por su complicidad en la comisión de crímenes contra la humanidad, a causa de su papel en corporaciones propiedad del Estado ruso y a la vista están las consecuencias dramáticas para Ucrania y para Europa, pues si Rusia no hubiese tenido pillada a Europa con el gas, la situación no hubiese sido la misma.
España, con el socialista Felipe González, cometió una imprudencia temeraria similar a la de Alemania, confiando en el gas de Argelia, un país aliado con Rusia, que en cualquier momento puede subirnos el precio o cortarnos el gas (recordemos que el gas es el soporte de las energías renovables, cuando no hay viento, se enciende el gas para producir electricidad). Mucho más ahora con la alianza española con Marruecos, un país en conflicto con Argelia.
Los americanos, con la fracturación hidráulica o fracking, consiguieron la soberanía energética y ahora tienen petróleo, gas, carbón y energía nuclear para dar y tomar, amén de mejorar su sistema energético impulsando las centrales térmicas de carbón ecológicas (mediante técnicas de secuestro de CO2), o transformando las centrales térmicas utilizando minicentrales nucleares (versión civil de los reactores de los submarinos nucleares). En muchos estados se han prohibido las energías renovables en respuesta a la catástrofe de Texas. Recordemos que en febrero de 2021 una devastadora e histórica helada dejó más de 200 muertos y decenas de miles de personas a su suerte en el frío y la oscuridad durante días, después que la red eléctrica estatal colapsara en condiciones de frío congelante. Al no producir electricidad, las energías renovables con el temporal, la energía de apoyo, el gas, se congeló también, con el consiguiente desastre.
El precio del gas
El precio del gas se ha multiplicado por ocho y seguirá subiendo. La razón es bien sencilla. La manipulación rusa y los mandatarios interesados lo han hecho posible.
Un problema añadido a la intención de disminución de la dependencia del gas ruso/argelino (que viene por gaseoducto) es que se va a incrementar la necesidad del gas licuado (que viene en barcos metaneros). No sabemos hasta dónde pueden llegar los precios del gas licuado, al tener una producción limitada en el mundo y al ser los contratos actuales a muy largo plazo por la necesidad de amortizar las inversiones.
De todas maneras, es evidente que este tipo de gas, que necesita unas instalaciones para licuarlo a muy baja temperatura, que lo introduzcan en un barco frigorífico especial, que lo transporten a muchas millas de distancia, que lo desembarquen y que lo gasifiquen de nuevo, a nadie se le escapa que va a ser más caro que el que viene por un gasoducto. Además, va a ser necesario bastante tiempo y enormes inversiones para incrementar la producción y el aumento de la capacidad de transporte de este tipo de gas.
Actualmente, la guerra de Ucrania ha puesto patas arriba todos los planes de la transición ecológica, demostrando que la ideología verde no puede monopolizar los sistemas energéticos, puesto que en este momento la prioridad no es el problema de las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino cómo vamos a prescindir del gas ruso y evitar la recesión económica que se nos avecina, amén de no caer en la trampa del gas, como energía de transición, cuando es un contaminante probablemente más nocivo que el carbón.
La soberanía energética en España
En la década de 1970, cuando España era una de las siete primeras potencias industriales del mundo, el sistema eléctrico no necesitaba ninguna aportación importante de energía del exterior para el funcionamiento del sistema eléctrico. En aquellos momentos, el 40% lo producía la energía hidráulica, limpia y renovable, un 30% la energía térmica del carbón, contaminante, un 20% de energía nuclear, limpia y un 10% por combustión del petróleo, contaminante. Teniendo en cuenta que la energía hidráulica es renovable, teníamos un 40% de la producción de electricidad proveniente de energía renovable. Además, entonces teníamos la luz más barata de Europa.
En cambio, en la actualidad tenemos un sistema eléctrico que se nutre en un 22% de la energía nuclear, limpia. Un 30% de energía eólica y solar, renovables y limpias, un 12% de energía hidráulica, limpia y renovable, el mismo 10% por combustión del petróleo, contaminante y un 26% por combustión nociva del gas. Es decir, que tenemos prácticamente el mismo porcentaje de energías renovables, un 40% entre hidráulica, eólica y solar.
El mismo porcentaje de energía nuclear, un 20% y otro 40% de energía contaminante, entre petróleo y gas, el mismo que hace más de cuarenta años. Pero con un problema brutal añadido, ahora tenemos la electricidad más cara de Europa.
Todos los países de Europa están estudiando la manera de deshacerse del gas como energía productora de electricidad. Sin embardo, en España nuestros políticos actuales, en vez de reconocer la catástrofe que ha producido el diseño equivocado del sistema energético con la dependencia del gas argelino, debido al matrimonio gas/renovables, intentan distraer a la gente con ideas peregrinas varias.
Lo que España debe hacer para lograr su soberanía energética es aprovechar sus propios recursos. No apuntarse a la Internacional Socialista y sus Agendas. No es necesario parecer modernos, lo que se precisa es actuar de acuerdo a la racionalidad. Disminuir la dependencia del gas, como van a hacer en California y no arruinar España.
Además, solamente hay dos clases de energías que cumplen las premisas de ser limpias, no necesitar respaldo de otras energías y ser económicamente eficientes para la producción de energía eléctrica. Y tenemos las dos.
Por una parte, tenemos energía nuclear. En España hay cinco centrales nucleares de segunda generación en activo con un total de siete reactores: Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Trillo I y Vandellós II. Además, hay un reactor desconectado: Garoña, y dos en desmantelamiento: Vandellós II y José Cabrera-Zorita. Existe una fábrica de combustible nuclear en Juzbado, Salamanca y un centro de almacenamiento de residuos radiactivos de baja y media actividad en Hornachuelos, Córdoba. Además, hay un proyecto de construcción de un Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas, Cuenca, para los de mayor radioactividad.
Las plantas nucleares son las que más empleo generan y son las menos contaminantes con el medio ambiente. Almaraz será la central nuclear que llegará antes al fin de su vida útil. Sería conveniente para la economía, para el empleo, para la zona y para el sistema eléctrico español que los dos reactores fuesen reemplazados por uno o dos EPR (European Pressurized Reactor).
Por otra parte, está la energía hidráulica. Resulta que existe un nuevo producto que tiene nada menos que 100 años de antigüedad, que es la capacidad de batería e inercia, absolutamente imprescindible para la transición ecológica con las energías renovables intermitentes, eólica y solar, evitando la dependencia del gas como energía de respaldo para la producción de electricidad.
España tiene la capacidad de embalse mayor de Europa y tiene una orografía propicia para la instalación de centrales hidroeléctricas de bombeo, con lo que se consigue capacidad de batería e inercia.
Según el estudio de la ANU (Universidad Nacional de Australia) https://www.iagua.es/noticias/redaccion-iagua/estudio-identifica-530000-posibles-emplazamientos-centrales-hidroelectricas, en España se pueden conseguir 100.000 MW con las centrales de bombeo sin grandes dificultades, con lo que, además, nos convertiríamos en la batería de Europa.
O sea, que para disminuir la dependencia del gas y no arruinar España hay que realizar un ambicioso plan de centrales de bombeo, que permita la interconexión de cuencas y el aprovechamiento de las crecidas de los ríos para tener los pantanos de toda España al 100% de capacidad.
En Europa vuelve el carbón
Hay que hacer una mención aparte para las centrales térmicas de carbón. El carbón es la mayor fuente de energía del mundo, con reservas muy superiores a las del petróleo o el gas.
Además, la Comisión Europea de la Energía acaba de lanzar el Plan Repower EU, que incluye medidas como una mayor producción de electricidad con carbón y la ampliación de la vida de algunas centrales nucleares en el corazón de Europa, belgas y francesas.
Los Verdes alemanes probablemente nunca imaginaron que, con ellos en el Gobierno, Alemania decidiría aumentar la quema de carbón para asegurarse el suministro de energía. Pero la realpolitik ha golpeado de lleno a los ecologistas y el ministro de Economía y Clima encargado de que la electricidad siga llegando a la industria y a los hogares ha tenido que anunciar que el Ejecutivo alemán tendrá que reactivar sus viejas plantas de carbón.
De esta manera, se incrementarán las horas de producción con las centrales de carbón, que al tener un precio más competitivo provocará que se inviertan 2.000 millones de euros en sustituir plantas de gas a plantas de carbón y que permitirán un ahorro de hasta 24 bcm (Km3 de gas). Teniendo en cuenta que el consumo de España en 2020 fue de 30,8 bcm, se evidencia que no sería difícil sustituir casi todo el gas argelino.
Los sistemas de secuestro de Co2 están muy avanzados y hoy cuestan 40€ la tonelada de Co2 cuando los derechos de emisión están a 60 y con el tiempo serán más caros y el secuestro más competitivo. El carbón se convertirá en una energía limpia.
Otra solución, la biomasa
La biomasa fue la fuente energética más importante para la humanidad hasta el inicio de la revolución industrial, cuando quedó relegada a un segundo lugar por el uso masivo de combustibles fósiles. Se entiende como biomasa toda la materia orgánica susceptible de ser utilizada como fuente de energía. El origen de la energía de la biomasa puede ser tanto animal como vegetal y puede haber sido obtenida de manera natural o proceder de transformaciones artificiales que se realizan en las centrales de biomasa.
Una central de biomasa es una instalación industrial diseñada para generar energía eléctrica a partir de recursos biológicos. Así pues, las centrales de biomasa utilizan fuentes renovables para la producción de energía eléctrica. La biomasa que nos interesa es la biomasa natural. Es la que se produce en la naturaleza sin la intervención humana.
El combustible principal de la instalación son los residuos forestales. Se almacenan en la central y allí, si fuera necesario, se tratan para reducir su tamaño. Cuando el combustible es conducido a la caldera para su combustión, el agua de las tuberías de la caldera se convierte en vapor debido al calor.
Del mismo modo que se hace en otras centrales térmicas convencionales, el vapor generado en la caldera va hacia la turbina de vapor que está unida al generador eléctrico donde se produce la energía eléctrica que se transportará a través de las líneas correspondientes.
La biomasa es la única fuente de energía que aporta un balance de CO2 favorable, siempre y cuando la obtención de la biomasa se realice de una forma renovable y sostenible. Esto ocurre cuando el consumo del recurso se hace más lentamente que la capacidad de la Tierra para regenerarse. De esta manera, la materia orgánica es capaz de retener durante su crecimiento más CO2 del que libera en su combustión, sin incrementar la concentración de CO2.
Además, España exporta nada menos que 345.000 toneladas/año de biomasa. Si se destinase a la producción de energía eléctrica, nos ahorraríamos anualmente 5.360 millones de euros.
La limpieza de montes, utilizando la biomasa para producir electricidad, además de crear miles de puestos de trabajo en las zonas de las centrales, contribuiría a paliar uno de los peores males del verano, los incendios forestales.
Conclusión
La única forma de conseguir la soberanía energética, tener la luz más barata de Europa y crear cientos de miles de puestos de trabajo es apostar por los recursos energéticos propios, la energía nuclear, las centrales hidroeléctricas de bombeo, las centrales térmicas con secuestro del CO2 y las centrales de biomasa, los recursos propios que teníamos antes de vagar por la irracionalidad abstracta y absurda de producir energía eléctrica quemando gas cuando no hay viento.
Miguel Ángel Merigó (Dr. Ingeniero EPFL Suiza).
Pedro Cantarero (miembro del Grupo de Trabajo sobre el Cambio Climático del Congreso de los Diputados).