El segundo Galapagar

El segundo Galapagar
El segundo Galapagar
  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Lo acaecido con el Falcon de Irene Montero y sus amigas deja un agujero de 350.000 euros (coste total, incluyendo dietas internacionales) en el maltrecho estado de las cuentas públicas. Factura a la que hay que sumar otra: un escándalo nacional de grandes proporciones que no han sido capaces de taponar utilizando argumentos ridículamente pueriles todos aquellos a los que se tocó a rebato desde la esferas del poder podemita.

El pueblo llano, la “gente” que dijeron venían a salvar, lleva muy mal que se le utilice y se le engañe. Hacerse ricos combatiendo presuntamente a los ricos por medio del voto de los pobres para, justamente, vivir como potentados a costa del vecino incauto. No hay más. Galapagar marcó un punto de quiebra irreversible entre aquellos que lograron convencer en su día –entre el pasmo de la derecha rajoniana y el desastre Zapatero- a más de cinco millones de españoles que en su desesperación optaron por aferrarse a un clavo incandescentemente rojo. En menos de siete años sólo queda clavo para disfrutar a Falcon lleno a la desesperada, conscientes de que la mamandurria está exhausta.

Sorprende que esta muchachada, teóricamente experta en fijaciones colectivas, no se hubiera percatado antes de perpetrar que incidir en algo que cabrea sobremanera al respetable resulta letal. Pues bien, no sólo la mantienen y la sostienen, sino que alardean de ello y en lugar de pedir disculpas al pagador se han liado a hostia limpia con todo aquel que ha osado poner el grito en el desmán. Mucho más inteligente, en cualquier caso, hubiera resultado pedir disculpas o a quien pudiera sentirse herido, echar tierra y después más Falcon. Es lo que ha hecho su coleguilla Díaz, que hizo lo propio en Roma para pasar un fastuoso fin de semana a cambio de media hora de entrevista con el Papa argentino y lo ha vuelto hacer ahora. ¿Qué abusé de lo que es de todos? Pues, oiga, aquí mando yo y para eso he llegado a ministra.

Luego han venido las explicaciones peregrinas por cuenta de sus deudos mediáticos. ¡Hay que ver las estupideces que hemos tenido que leer y oír! Creen que los españoles de la actual hora somos como aquellos ciudadanos soviéticos a los que se les endosaba cañones por mantequilla.

Definitivamente, visto lo comprobado, la conclusión no puede ser otra. Nunca fueron nada, y después de ser ministros son menos de lo que fueron. Moral y éticamente. Más ricos, sin duda.

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