La sanidad pública: hecha unos zorros

La sanidad pública: hecha unos zorros

El hecho es en sí rigurosamente evidente. Lo ha venido denunciando, en todos los registros posibles, el Sindicato Médico de Baleares. Hasta los medios de prensa locales lo han subrayado al hablar de un «problema serio». La misma administración, al estar muy próximas las elecciones, se ha visto obligada a reconocerlo de modo indirecto. La sanidad pública está, en efecto, hecha unos zorros. Esto es, muy maltrecha, en muy mal estado. Merece, pues, la pena que ensayemos algunas reflexiones de cara a un futuro mejor:

1. Los ciudadanos, titulares del derecho, frente a la Administración pública, a disfrutar de una sanidad de calidad han de adoptar una posición crítica. Si algo es prioritario, en las modernas sociedades democráticas y progresistas, es este servicio y, además, con niveles de calidad. Como ya dije en otra colaboración anterior, no valen ni excusas presupuestarias, ni demagogias, ni propaganda, ni mentiras, sólo idóneas para ignorantes, ingenuos y sectarios, que de todo hay. El ciudadano libre, tenga la ideología que más le acomode, no se debe avenir a esta práctica de gobierno. En este contexto, se puede hablar de complicidad manifiesta en quienes apoyaron el gobierno actual y ahora guardan un silencio irresponsable.

2. A los medios de opinión, sobre todo locales, les es exigible un esfuerzo mayor en orden a la creación de una opinión pública, más fundada y comprometida. Es significativo, al respecto, que, al hablar de las posibles causas, no hayan insistido lo suficiente ni en la gestión del gobierno actual – casi ocho años- ni en el impacto que pueda haber tenido -y pueda tener en lo sucesivo- la exigencia del catalán. Merece la pena que nos preguntemos y nos atrevamos a responder a qué puede obedecer tal presunta omisión. Desde luego, pueden aparecer dudas razonables acerca del cumplimiento en plenitud de la función que les atribuye el texto constitucional. Lo cual, de ser cierto, podría dirigir la mirada a otras conductas, presuntamente, interpretables como de muy dudosa moralidad política.

3. Parece obvio que la gestión de este gobierno de izquierda, durante casi ocho años, no puede salir indemne al valorar la sanidad pública. Prometió otra cosa muy diferente y, de hecho, no ha sabido, en estos dos mandatos, hacer frente a la situación e impedir que llegase a este estado de cosas. Como la realidad era insostenible y muy peligrosa, ante la proximidad de las elecciones, no han tenido más remedio, para paliar posibles efectos demoledores al valorar su gestión, que derivar 900 pacientes al mes a especialistas de la privada. Explícito reconocimiento de la incapacidad de respuesta de la sanidad pública. Ahora resulta que la tantas veces denostada sanidad privada se convierte en tabla de salvación de la pública. Así lo venía siéndo desde hace mucho tiempo. Lo cual, por cierto, desacredita el relato socialista y evidencia una vía de solución de futuro al problema: no son incompatibles sino complementarias.

Valorado todo ello en su conjunto, sólo merece un juicio muy negativo: ¡Vaya gestión! ¡Vaya relato! ¡Vaya manipulación!

¿Qué ha podido pasar en estos ocho años al frente del gobierno autonómico? Muchas cosas y, desde luego, no positivas. Pero, en el trasfondo de todas ellas y de la mala gestión sanitaria -también en otras materias- se aprecia una determinada concepción del gobierno y del ejercicio del poder, por parte de la izquierda que nos gobierna, ajena, sin duda, al común entendimiento de las democracias liberales y propia de los populismos. El gobierno de cuota que ha venido gestionando nuestra comunidad en estos casi ocho años, entiende que, al tener la mayoría parlamentaria, ostenta todo el poder, sin que tenga que dar explicaciones a nadie. La presidenta, rendida y sumisa a Sánchez, constituye un ejemplo paradigmático de ese modo tiránico y sectario de entender el ejercicio del poder, desde luego contrario e incompatible con la Constitución y con el ideal de una democracia mínimamente progresista. Claro que esto, como digo, les trae sin cuidado. No les importa su credibilidad sino el pesebre público. El resto lo dejan en manos de sus bien engrasados gabinetes de propaganda.

4. Uno, con manifiesta ingenuidad, ha venido creyendo y esperando una respuesta democrática y progresista respecto de la sanidad pública. Está en juego la tutela de un derecho fundamental al que la ciudadanía es especialmente sensible. Sin embargo, este gobierno de izquierda, fiel a su concepción nada democrática del poder, ha preferido la imposición al diálogo, la ocultación de la situación a la trasparencia, el ordeno y mando al debate entre todos y al acuerdo, el aplicar su sectaria ideología a tutelar la libertad del ciudadano. Ahí está el resultado. Fracaso de su gestión en toda regla, por mucho que se busque paliar con la propaganda y con paguitas manipuladoras. ¡Vaya frustración y decepción!

5. El centro del problema, aunque la izquierda, que mal nos gobierna, a nivel de Baleares y nacional, se empeñe en ello, no se ha de centrar en batallas políticas -sus cuitas con Ayuso-. Dejémonos de exhibir tantas contradicciones y relatos superados por el tiempo. El debate, por el contrario, se ha de centrar en el ciudadano, que demanda los servicios sanitarios y cómo satisfacer este requerimiento con la mayor eficacia posible. Como el problema existe a nivel nacional -todas las comunidades autónomas derivan a la privada-, exige un compromiso político compartido a fin de dar respuesta eficaz a la falta de médicos especialistas y de familia. Cueste lo que cueste en términos presupuestarios. Está en juego el llamado estado del bienestar.

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