Inmigración

Sánchez se trae inmigrantes hasta en el Falcon

Sánchez se trae inmigrantes hasta en el Falcon
Carmen Álvarez

Si usted quiere saber cuál es la opinión del Gobierno de España sobre cualquier asunto de relevancia que haya ocurrido durante el periodo estival, que no han sido pocos, le recomiendo que se vaya a Mauritania o, en su defecto, busque vídeos en las redes donde los ministros dicen cosas sobre los temas de actualidad y extraiga sus propias conclusiones. Lo que no va a ver este verano es a un miembro del Gobierno interpelado a la antigua usanza, con la oposición preguntando y él respondiendo. Eso pasó a la historia y será algo que los de mi generación contaremos a nuestros nietos.

El presidente más amante de las cámaras y de la comunicación, ese tipo que nos castigó semana tras semana durante la pandemia todos los sábados para contarnos los kilómetros de fibra óptica que hay en España, ha eludido aparecer por el Congreso de los Diputados para explicar absolutamente nada.

Su última oportunidad ha sido sobre política migratoria, si es que la hubiese. Por eso se ha ido a Mauritania a contar lo que, por alguna extraña razón, no quiere contar aquí: que la inmigración –o la migración– es maravillosa, necesaria y está muy regulada. ¿A quién va a creer usted, a Sánchez o a sus propios ojos? Pues eso. Suponemos que el Falcon volverá ahíto de migrantes con tremendas ganas de trabajar y pagarnos las pensiones, aunque veo muy difícil que quepan los 250.000 mauritanos que se ha comprometido a traer coherente con esa política de la que no da cuenta ante los españoles.

Sánchez también se ha librado de acudir al Parlamento, trámite engorroso donde los haya, a dar cuenta del numerito del prófugo Puigdemont en el centro de Barcelona que sumió en el más estrepitoso de los ridículos a España en Europa. ¿Cuánta gente conoce este detalle? Muy poca, que para eso se hacen las cosas en estas fechas, para que este tipo de anécdotas pasen lo más desapercibidas posibles.

Aunque podríamos decir que para el ejecutivo siempre es agosto. Sánchez ha logrado convertir el Parlamento como lugar de debate en algo completamente inútil y prescindible, en una corrala donde la oposición pregunta una cosa y él contesta lo que le da la real gana mientras sus ministras dan voces –en ocasiones amenazantes– desde la bancada azul que tan grande le queda a esta gente. Nunca la chusma llegó tan alto ni un sillón cayó tan bajo. Da la sensación de que enfrente no tienen a adversarios políticos, sino una guillotina preparada para cercenar cabezas. Pero no están las cosas como para dar ideas.

Evitada cualquier explicación sobre la tocata y fuga del inquilino de Waterloo, los opositores –suena a venezolano, pero es para ir haciéndonos a la idea– han querido saber cuál es la postura oficial del Gobierno de España acerca del fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro. También en esta ocasión ha logrado zafarse el Gobierno de esa pesada y anticuada costumbre democrática que es dar explicaciones en el Parlamento. Qué grandes son y qué socios tan amables tiene esta gente que se abstienen para poder marcharse todos de vacaciones. Ojalá tener cada uno de nosotros un ERC en nuestros puestos de trabajo que nos facilitaran eludir todo tipo de responsabilidades.

A menos que usted escuche La Ser, donde el ministro de Exteriores sí tiene a bien acudir a hablar de lo que debiera hablar en el Congreso de los Diputados, no tendrá ni idea de lo que piensa nuestro Gobierno sobre el drama de Venezuela. O quizá tampoco, porque preguntado por tan importante cuestión, Albares ha venido a decir que lo más seguro es que quién sabe. Que si las actas, que si la abuela fuma y no tiene pa tabaco… España se desentiende de Venezuela llenándonos de vergüenza y tristeza a todos los españoles de bien.

En esta racha de malísima suerte para la oposición que no ha conseguido ni una sola comparecencia de un miembro del Gobierno, también se ha escaqueado la grandísima María Jesús Montero, la que recuerda tanto a las entusiastas espectadoras de las ejecuciones en la Plaza 7de la Revolución allá por el siglo XVIII en París.

Requerida la presencia de la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda en el Congreso para dar cuenta de la financiación singular de Cataluña y si esta es un concierto o no, nos tendremos que conformar con las muy detalladas explicaciones que la diputada socialista Patricia Blanquer ha dado en la Diputación Permanente, donde se ha felicitado por «la oportunidad de diálogo y avance en la cohesión social y territorial de nuestro país» que implica el acuerdo con ERC para que Illa el Educado sea presidente de Cataluña. No queda muy claro a qué país se refiere, pero siempre hay que dejar algo a la imaginación.

Por último, en esta puesta al día postvacacional, les cuento que el gobierno más transparente de la historia ha clasificado como secreto el motivo del veto a la OPA húngara sobre Talgo para garantizar la seguridad nacional y el orden público. Así están las cosas. «Seguridad nacional y orden público». A mí me resulta enormemente inquietante. Hubiera preferido que me dijeran que los húngaros les caen fatal a dejarme con la intriga de qué hubiera pasado en España si la OPA hubiera prosperado.

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