A Sánchez sólo le falta su muro de Berlín
Situémonos. Cierta historiografía concluye el fracaso del socialismo en 1989, cuando el muro de la vergüenza fue derribado en Berlín por las manos libres que durante décadas permanecieron atadas y sometidas. No es así. El fracaso de la ideología socialista no comenzó con la destrucción del muro, sino con su edificación, prueba evidente del terror que subyace a todo proyecto basado en el pueblo sin el pueblo. Ninguna idea concebida para el progreso necesitó levantar piedras y paredes para impedir que sus ciudadanos escapasen de sus bondadosas medidas.
El socialismo, sí.
Lo acontecido ayer y hoy en el Congreso, en la consagración de Sánchez como Napoleón Bonaparte, explica que a España sólo le falta un muro físico como el que se alzó en Berlín a mediados de la década del siglo pasado para ser una réplica exacta de la República Democrática Alemana; al igual que aquella, no seríamos ni república, ni democrática, ni alemana.
Evidencia: en menos de 24 horas, la presidencia de la Cámara (Danton Armengol y Marat de Celis), silenció en tribuna parlamentaria a Feijóo, censuró a Abascal y retiró la palabra al portavoz de UPN, los tres partidos que votaron en contra de Sánchez. ¿Hecho aislado? No, plan en curso. Para los baturros que siguen con el discurso buenista de «Europa parará el golpe» todos los líderes de la Unión, incluyendo la siniestra presidenta de la Comisión, han corrido a abrazar en formato X al felón constituido en presidente. Obsceno y nauseabundo montaje de quienes necesitan que España sea el centro de probaturas de su ingeniería social y global.
Más evidencias: las alegres sonrisas y ofuscados aplausos de la bancada socialista hacia su amo, como focas esperando a que les lanzara su pescadito, fue el culmen a toda la pleitesía rendida estos días y que consuma la argentinización de España, donde miles de ciudadanos agradecen que todo sea gratis mientras dure la paciencia de quien lo paga. Que la democracia decaiga y el Estado de derecho se destruya es secundario para ese ejército de zombies alienados de subvención y gratuidad cuya única aspiración vital es que no gobierne la derecha. Una mentalidad venezolana que confirma que pronto seremos Venezuela. Sólo falta el muro físico para que Sánchez rinda honores al socialismo de toda la vida, ese que ninguna historia ni conciencia podrá amnistiar jamás. También lo derribaremos.