Sánchez puede desangrar la economía

Sánchez puede desangrar la economía
Sánchez puede desangrar la economía

Pedro Sánchez, tras ser derrotado de manera contundente por Feijóo en Andalucía, con el triunfo arrollador de Juan Manuel Moreno, sabe que está consumiendo sus últimos meses en la presidencia del Gobierno, ya que su derrota es lo más probable con independencia de cuándo convoque las próximas elecciones.

No obstante, con el horizonte repleto de elecciones, Sánchez puede hacer mucho más daño a la economía que el mal que ya le ha infligido desde que gobierna, pues siendo como es él, que antepone sus intereses personales a los intereses generales de España (y también a los de su propio partido, o, mejor dicho, a los del PSOE, porque Sánchez lo ha radicalizado hasta el punto de que no se puede reconocer al PSOE de los años ochenta y noventa del siglo pasado, por ejemplo, en el seno del sanchismo) y hará lo que sea necesario para mantenerse en el poder.

Eso quiere decir que si hasta ahora ha incrementado el gasto de manera importante, a buen seguro que tratará de aumentarlo más con la esperanza de poder recuperar o, al menos, mantener el voto de los ciudadanos, cosa que, a mi juicio, es imposible haga lo que haga, pero seguro que lo intentará. Sánchez no tiene límite y es capaz de incrementar el gasto, el déficit y la deuda. De hecho, lo está haciendo ya, porque la recaudación está aumentando por el efecto inflacionista, él se niega a deflactarla para ayudar a las familias y, sin embargo, no se reduce el déficit de manera clara.

Eso nos hace pensar que en el año y medio que queda va a acelerar el gasto, a hacer populismo electoral con él y a dañar más todavía a la economía española. Sólo cabe la esperanza de que la Comisión Europea le imponga condiciones ortodoxas de limitación de gasto y que se retorne a los objetivos de estabilidad para 2023, al tiempo que el BCE exija reducir la deuda a cambio de aplicar la herramienta que ha anunciado para mitigar el efecto en las primas de riesgo de los países más endeudados, como España.

El BCE parece que ha hecho el amago de anunciar que así será, y Bruselas puede que limite ya el gasto, aplicando la regla de gasto, pero la Comisión Europea tenía en la cabeza mantener suspendidas las reglas fiscales en 2023. Eso sería muy dañino para la economía española -y, por su tamaño, para toda la zona euro, por el desequilibrio que pudiese provocar-, porque significaría dejar a Sánchez las manos libres para gastar lo que quiera.
La prima de riesgo española se encuentra otra vez en niveles peligrosos, y cualquier empeoramiento de nuestra economía la incrementará.

La actividad se está parando en España -el INE ha revisado a la baja el crecimiento del ITR-2022- y también en el conjunto de la UE -el PMI de producción manufacturera ha entrado en niveles que prevén recesión-, y la necesaria subida de tipos para frenar la inflación hará disminuir el consumo y, con ello, la producción y el empleo, además de que tanto los efectos económicos de la guerra de Ucrania como, ya en menor medida, los del coronavirus, siguen presentes. Todo ello, en un contexto de alto coste de la energía, que el Gobierno de Sánchez se empeña en que en España sea todavía más alto -con asfixia de familias y empresas- dado su dogmatismo, impidiendo el desarrollo de centrales nucleares y prohibiendo el fracking. En definitiva, la situación económica es mala, aunque todavía no se vea, pero puede empeorar mucho más y percibirse más en otoño, con un elevado riesgo de que Sánchez la deteriore mucho más si la UE no pone freno a su política de gasto tremendamente expansivo.

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