Sánchez, el más (menos) listo de su clase

Sánchez, el más (menos) listo de su clase

Dice el ex ministro de Exteriores del PP José Manuel García-Margallo que el Gobierno español ha de cumplir con su responsabilidad en Afganistán, pero sin pasarse de listo. Y no le falta razón. Pedro Sánchez ha pasado de no dedicar un minuto de sus discursos a Afganistán (incluso llegó a pedir la desaparición del Ministerio de Defensa hace unos años) a prodigarse como el gran estadista -que nunca fue- del país centroasiático con una gran dosis de humanitarismo de conveniencia. Una mezcla de Bismarck con Madre Teresa de Calcuta. Y ahí es donde reside uno de los grandes riesgos de su visión cortoplacista de los acontecimientos.

La nueva crisis de Afganistán no ha hecho más que empezar, 20 años después de la invasión por parte de la coalición internacional liderada por EEUU. Lo que estos días concluye es la salida a trompicones de una debacle atribuida a Occidente. Por ello, entonar la frase “misión cumplida” como hizo Sánchez la semana pasada, es un ejercicio de trilerismo propagandístico propio del personaje. ¿Qué pensará cualquier afgano de Kabul, Herat o Kandahar si por alguna de aquellas oye a Sánchez decir esas palabras? Probablemente le entrarían ganas de lanzarle un zapatazo como aquel que esquivó George W. Bush en 2008 en Irak por parte de un periodista que le gritó “este es el beso de despedida del pueblo iraquí, perro”.

Las 2.200 personas evacuadas de Afganistán no pueden ser nunca motivo de satisfacción sino de pesar. Fuimos a Afganistán hace 20 años para ofrecerles un mejor porvenir y al final tenemos que sacar a decenas de ellas. Es como felicitarse por rescatar a personas de un incendio provocado por uno mismo. Ni Macron, ni Biden, ni Merkel, ni Boris Johnson han sacado pecho por evacuar, todo sea dicho, a más personas que el Gobierno español. Y ninguno de los líderes internacionales citados han arremetido contra la oposición por ejercer su obligado trabajo de control al Gobierno. Qué menos se le puede pedir al principal partido de la oposición que emplee los medios a su alcance para fiscalizar a un presidente que se niega a comparecer en el Parlamento para darnos las explicaciones oportunas.

Afganistán no supone más que el comienzo de un escenario repleto de incertezas, pero que Sánchez, siempre dado a vender la piel del oso antes de cazarlo, se lanza a vender como una operación cerrada y finiquitada. Algo muy parecido a cuando en julio de 2020 salió a la luz pública a decir que había derrotado al virus. Son miles de personas las que todavía desafían su suerte en el aeropuerto de Kabul antes de que llegue el malhadado 31 de agosto, momento en el que los afganos dejarán de contar con apoyo externo para poder salir del país.

España, como todos los demás países que participaron en la guerra, deja atrás a cientos, sino cientos de miles de personas, muchas de las cuales tratarán de llegar a Occidente en caravanas humanitarias como la de la crisis que azotó a Europa en 2015. Será el momento, a partir del último trimestre del año, donde se pondrá a prueba la capacidad de los dirigentes europeos. Austria ha dicho que no aceptará refugiados. Grecia no está dispuesta a ser la puerta de entrada, a pesar de ser el punto más cercano de conexión desde Turquía. Alemania tampoco quiere ser el gran caladero y Francia ha dicho que hace falta un plan de acción común. Sánchez, como de costumbre, aguardará a ver qué hacen los demás aun cuando se reabra el melón del problema que aseguraba haber resuelto. Y vuelta a empezar.

@JorgeMestre

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