Rusia gana en Ucrania y pierde en Oriente Próximo
El principal argumento para pensar en su final radica en la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca
Ciertamente, la Lotería de Navidad forma parte de la tradición española, con los chicos y chicas del colegio San Ildefonso cantando los números premiados cada 22 de diciembre. Es un paréntesis de ilusión y alegría ante tantas noticias con el común denominador de la corrupción y la crispación políticas a nivel nacional, y de la guerra en el internacional.
De momento, nos toca confiar en que el Nuevo Año que ya está llamando a la puerta cambie este lamentable y preocupante escenario por otro, donde esas desgracias no monopolicen la actualidad informativa abriendo un ventanal a la esperanza. Por desgracia, un fundamentado pragmatismo no abona esa posibilidad, lo que, por otra parte, es una señal premonitoria del final de unos tiempos que comenzaron precisamente con quien en estas fechas celebramos su venida a este mundo hace 2.000 años.
Sobre la corrupción política que nos rodea, y que rodea judicialmente a quien llegó a la Moncloa para acabar con ella – ya que, según él, «ponía en riesgo nuestra democracia»-, cada día que pasa estamos peor. Resulta una auténtica ignominia que el Gobierno de España esté en manos de un político prófugo de la Justicia por dar un golpe de Estado contra la unidad nacional y que tenga la potestad de acabar con esta situación y que la comparte con otros personajes como Arnaldo Otegi. Incluso Pablo Iglesias tiene a su alcance esa capacidad de acabar con el actual estado de cosas, lo que explica de verdad quien «manda» en España.
Es impensable que esto pudiera suceder en cualquier otro país democrático en el mundo, máxime si a esta indignidad le añadimos los casos de corrupción política que envuelven a su protagonista y responsable principal de todo ello. No es esta una especulación meramente teórica, por cuanto son numerosos los ejemplos de líderes de diferentes países y de los cinco continentes, que lo confirman. Uno destaca en especial y está recogido en la historia como el escándalo Watergate que motivó nada menos que la dimisión de un presidente de los EEUU por espionaje político a sus rivales.
Más cercanos en la geografía y el tiempo tenemos a dos ex primeros ministros de Portugal y el Reino Unido, Antonio Costa y Boris Johnson respectivamente, que abandonaron el cargo al ser acusados de actos diferentes, pero considerados «incompatibles con la dignidad del cargo» como afirmó Costa. Al que, por cierto, después le fue levantada la acusación de la Fiscalía sobre él y, actualmente -y por unanimidad de los 27-, es el presidente del Consejo Europeo, como candidato socialista de la coalición gobernante en la UE. Comparar esta conducta ejemplar con la de quien está en el Gobierno en España no requiere de mayor comentarios. De hecho, degrada la reputación española a nivel comunitario e internacional. Y no olvidemos que él iba a acabar con la corrupción y esa bandera fue la suya para, mediante una moción de censura, alcanzar la Moncloa.
En cuanto al escenario internacional, focalizado en las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, el principal argumento para pensar en su final radica en la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el inmediato 20 de enero. La interrelación entre ambos conflictos, al tratarse Rusia del principal aliado del régimen sirio junto a Irán, ha representado un importante cambio en la región, con Israel reforzado, el régimen de los ayatolás claramente debilitado, y sus terminales terroristas de Hezbolá, Hamás y las hutíes derrotadas. Por su parte, Siria se convierte en un Estado con su régimen político y territorio a merced de los rebeldes, con notable influencia de EEUU, Israel y Turquía pueden incluso modificar sus fronteras con Siria. Mientras, la minoría cristiana en almoneda.
En cuanto a Ucrania, debe quedar claro que pretender derrotar a Rusia es una utopía, dado que la Península de Crimea ha sido históricamente rusa y es estratégica y vital para su defensa. Una negociación para el final de la guerra en la que Ucrania se comprometa a no incorporarse a la OTAN, y ceda oficialmente Crimea y una zona rusofona del Dombás a Rusia parece apuntarse con Trump. De los BRICS, sale debilitado Irán, mientras Rusia delimita su «zona de influencia» con Europa.
Pese a todo: ¡Feliz Navidad!