¿Robots LGTB?

¿Robots LGTB?
¿Robots LGTB?

El impresionante despliegue que hoy está viviendo la robótica de la mano de la inteligencia artificial, nos pone ante las puertas de una nueva era: la de los hombres y las máquinas. Muy posiblemente no hemos tenido conciencia de la progresión, pero los robots se han ido integrando cada día en espacios tan comunes como la recepción de un hotel, un call center (chatbots), o un quirófano. Y aunque que todo esto suene muy futurista, la relación que los hombres han tenido con seres autómatas (con movimiento propio) es ancestral.

En el sigo I a.C, el filósofo Herón de Alejandría realizó el primer esbozo de una máquina de vapor. Y a lo largo de la historia encontramos cientos de relatos, desde la religión y las artes, en los que se mencionan artefactos que “tenían vida”. En 1921, Karel Capek, un director de teatro, creó el nombre Robot para dar vida a un personaje que no era humano.

Un siglo después, muchas personas no se sienten cómodas en presencia de un robot, y creo que ésta es una de las razones por las que cada día hemos ido antropomorfizando estas máquinas, que han terminado por parecerse físicamente a nosotros, y que además ya son capaces de imitar gestos, movimientos y contestar una pregunta.

Lo paradójico del asunto es que en ese afán de humanizar a las máquinas, hemos caído en lo que ha mi modo de ver es una trampa: dar un género a los robots. Y al marcarles un género, también hemos ido continuando con los estereotipos. Por ejemplo, muchas de las asistentes (otrora secretarias) virtuales tienen nombre y voz de mujer (Siri, Alexa, Cortana, Celia); mientras que el robot creado por Boston Dymanics, que sirve para transportar cargas muy pesadas, se llama Atlás, y aunque es asexuado, tiene la estructura de un hombre.

En Asia, el mercado de las “sex dolls” con tecnología robótica es un negocio que crece todos los días, y por si esto fuera poco, muchos de sus propietarios ya se han casado con ellas, e incluso salen de paseo con su “esposa”. Aunque en un principio los japoneses pensaron en el de desarrollo de la robótica como una solución a la soledad de las personas mayores, hoy este mercado se dirige hacia un nuevo paradigma, el de parejas robóticas que hablan, responden a preguntas, y son capaces de hacer pequeñas tareas. Pero como la tecnología no se detiene, estos compañeros cada día serán “más perfectos”. Y es allí donde, a mi modo de ver, radica uno de los grandes problemas “humanos” en un futuro no muy lejano: las parejas robóticas.

Y aunque muchos se reirán y otros lo verán como una quimera, quiero deciros que estas nuevas parejas-máquinas nada tendrán que ver con lo que hemos visto hasta ahora. Hoy la inteligencia artificial ya está trabajando en desarrollar lenguaje, sentidos y percepción natural, para que esos robots sean capaces de tener emociones, sentimientos e incluso algo tan complejo como la empatía. Y si a esto le sumamos el excesivo individualismo de nuestras sociedades modernas, en las que la falta de tolerancia y de respeto brillan en las redes y fuera de ellas, un robot de compañía no resulta tan inviable.

Pensemos: si a una persona le cuesta encontrar pareja, porque ha tenido muy malas experiencias sentimentales, tal vez para esta persona le sea más fácil programar un robot hecho a su gusto, y que no le ponga problemas cada vez que salga de fiesta con sus amigos. Una pareja que será diseñada con nuestros gustos físicos, en las que incluso podremos seleccionar su género con el fin de que sean aún mas compatibles con nosotros. Así que no se nos haga extraño, si dentro de algunos años en el Gay Parade de Madrid, vemos a robots subidos en las carrozas.

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