Rita, la indimitible

Rita-Maestre
La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. (Foto: EFE)

A primera vista, Rita Maestre destaca por evidentes y notorias razones pero dos sobresalen por encima de las demás: su nepotismo, lo primero que hizo fue ascender a papá, y que habla como Rodrigo Rato, Julio Iglesias o Tamara Falcó, con una patata en la boca. Al más puro estilo Borjamari y Pocholo. No es una crítica porque uno puede parlar como le dé la realísima gana: pijo, cheli o mediopensionista. Es la constatación de una realidad. A la politóloga no se le conocen por otra parte más méritos o virtudes profesionales que el asalto a la capilla de la Universidad Complutense hace cinco años. Allá que se fue la sosias de la piadosa Tamara el 10 de marzo de 2011 con su banda, cual maton@s de barrio, a meter miedo a la gente que en ese momento se encontraba orando en el minirrecinto religioso.

A mí personalmente que Rita Maestre se quitase la camiseta y se quedase semidesnuda me importa un comino. O que sus compañeras de cuitas se quedasen de cintura para arriba como Dios las trajo al mundo. Lo grave no es eso. Aunque seguramente para las personas que estaban allí hablando desde su conciencia y para su conciencia sí que lo era. Lo peor de todo es cómo amenazaron, amedrentaron, insultaron y se chulearon de todos los presentes que habían cometido un unánime delito: ser católicos, es decir, pensar diferente. Estas persecuciones ad ideam o ad religionem me recuerdan, salvando las enormes distancias, a las que sufrían hace 75 años los judíos y a las que padecen hoy día por mor del antisemitismo que hace furor en Europa y que está provocando la mayor vuelta a la tierra prometida desde los años 40 y 50 del siglo pasado.

Maestre y sus secuaces, secuazas que diría ella, se dedicaron a leer en tono insultante pasajes de la Biblia y a exhibir en tono amenazante imágenes obviamente retocadas del Papa con una esvástica. Antes, durante y después se dedicaron a ladrar compulsivamente «¡vamos a quemar la Conferencia Episcopal!», «¡menos rosarios y más bolas chinas!», «¡contra el Vaticano, poder clitoriano!» y «¡sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios!». No me lo invento yo, la sentencia considera estos vómitos lingüísticos hechos probados. A mí que a la niñata Maestre le gusten las bolas chinas me parece muy bien porque -dicen- es un artilugio muy saludable. Pero me da tanto asco como miedo que abogue por incinerar la Conferencia Episcopal o que compare al líder de los católicos con los nazis. Eso es un delito de amenazas y de coacciones como la copa de un pino del que parece haberse olvidado la juez que ha limitado todo a un delito contra los sentimientos religiosos y lo ha zanjado con una multa de 4.320 euros.

La culpa de lo que se está viviendo en Madrid tiene un nombre: Pedro Sánchez

Los católicos presentes tuvieron un comportamiento ejemplar pese a que seguro que más de uno y más de una se quedó con ganas de darles un par de hostias bien dadas y no precisamente de las que reparte el cura de turno. Yo invito por enésima vez a que la niñata se vaya a la Mezquita de la M-30 y haga lo propio ante los fieles musulmanes. A ver si hay ovarios. Sería una conducta tan repugnante como la que exhibió ante los cristianos pero, desde el punto de vista político y filosófico, más razonable toda vez que las enseñanzas de Mahoma son todo menos respetuosas con los derechos y la dignidad de la mujer y por extensión con esa igualdad de la que estamos 20.000 leguas más cerca en España que en Arabia Saudí o Irán por poner un ejemplo suní y otro chií.

Maestre fue tan valiente el día de autos como cobarde cuando estaba sentada en el banquillo, llorosa ella, compungida y pidiendo perdón. Que si no era mi intención, que si mi familia es creyente, que si yo he ido a misa, que si yo no tengo ningún tipo de odio religioso… Con una pobre gente que en la Complutense tiene que esconder sus creencias por miedo a estos camisas negras de nuevo cuño, como ocurría por cierto en la vieja Roma, se pone gallita y cuando le toca dar la cara ante una magistrada le entra el tembleque y se pone a proferir el «yo no he sido» o el «no era mi intención» con el que los niños reaccionan cuando el profesor les pilla rompiendo un cristal o pegando a un compañero. Argumenta por consejo de su carísimo abogado, Gonzalo Martínez-Fresneda, que en el momento de los hechos tenía 22 años. A esa edad uno sabe discernir perfectamente entre el bien y el mal, entre lo que es delito y lo que no lo es, entre la ética y la amoralidad.

Como era de esperar en un partido que hace lo contrario de lo que predica, Rita Maestre no ha dimitido. Hace un año, cuando saltó a la fama y se le recordó el macarresco episodio, manifestó su intención de dejar el cargo si era condenada. De hecho, ese papel mojado que es el Código Ético de Ahora Madrid deja meridianamente claro que hay que coger el petate y volverse por donde se ha venido si a uno lo imputan por un elenco de delitos entre los cuales figuran el que se lleva a cabo «contra los derechos humanos». «Renuncia o cese (éstos son tan incultos que no saben que es lo mismo porque a uno no le cesan sino que le destituyen)», dicen que es el camino que hay que tomar si a uno le acusan. Ni que decir tiene que hay que pirárselas sí o sí si, como es el caso, te han condenado.

La maravillosa y tantas veces incumplida Declaración de los Derechos Humanos de 1948 lo puede decir 10.000 decibelios más alto pero no más claro en su epígrafe número 18: «Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de manifestar su religión o creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado». ¿Te enteras, Tamara, perdón, Rita?

La culpa de lo que se está viviendo en Madrid con un gobierno integrado por una macarra condenada como Rita Maestre, por un malnacido antisemita como Zapata, un apóstol del asesinato como Pablo Soto («yo no puedo aseguraros que por torturar y matar a Gallardón se vaya a cambiar la historia, pero por probar no perdemos nada») o una alcaldesa que es un monumento al rídiculo permanente no es de ellos. A ellos les han puesto ahí y, como tontos, a disfrutar del cochazo oficial, los escoltas y la visa con cargo al contribuyente. A vivir que son dos días. El responsable de que a los que votaron 500.000 madrileños gobiernen a su antojo sobre los que votaron a ¡¡¡1.000.000!!! tiene un nombre: Pedro Sánchez. Que la capital de España se vaya a tomar viento, que el dinero huya, las calles estén hechas un estercolero y el esperpento sea el pan nuestro de cada día (ups, a ver si van a venir las ritas a hacerme un escrache por pronunciar esta frase) sólo tiene un culpable. No todo vale, querido amigo, para que tú seas presidente del Gobierno. Los intereses colectivos de 3 millones de madrileños están por encima de tu interés personal. Ya está bien.

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