Rafa Nadal, el nombre que aterroriza a la izquierda

Rafa Nadal, el nombre que aterroriza a la izquierda

No habría peor pesadilla para un catalanista que llegar a Palma y oír desde la megafonía del avión que ha llegado al aeropuerto Rafael Nadal. Rafa ejemplifica lo que ellos tanto odian: el amor a la patria española y la identificación con su tierra, Mallorca. Los símbolos que el tenista defiende por todo el mundo, allá donde va, chocan con su idea del nacionalismo y de esa quimera llamada Països Catalans de la que pretenden que Baleares forme parte.

Pero hay algo que todavía odian en Nadal con más profundidad: su imagen impecable a nivel mundial. A Rafa lo conocen en todas partes del planeta y esa una de las personas más respetadas que existen no sólo por sus éxitos deportivos, sino por sus valores humanos. Y eso revienta aún más al pancatalanismo, que sabe que aunque quiera sería una mala decisión criticarlo porque el rechazo popular, salvo en sus propias hordas adoctrinadas, sería unánime. No les queda otra que morderse la lengua y tragarse su propio veneno.

La izquierda está totalmente en contra de cambiar el nombre del aeropuerto de Son Sant Joan para identificarle con el mallorquín más universal de todos los tiempos. Algunos lo dicen abiertamente, como Podemos o Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca), y otros navegan como pueden, como la propia Francina Armengol, que ante la avalancha popular que reclama la modificación se limitó a responder con un más que político «habrá que sopesarlo», una declaración tras la que sólo se esconde un intento de ganar todo el tiempo posible con el objetivo de intentar que la campaña en favor de Nadal periclite y acabe cayendo en el olvido.

Sin embargo la iniciativa está muy lejos de decaer. Las redes sociales son un altavoz que de momento la izquierda no ha podido comprar, como si ha hecho con muchos medios de comunicación, y allí el clamor es popular. Rafa Nadal ha llevado la imagen de Mallorca a todos los rincones del mundo y la ha proyectado de la forma más positiva posible. Justo es devolverle algo de lo que él ha dado a la isla. Aunque eso suponga que los políticos de izquierda deban pedir una biodramina en el avión para calmar la acidez que les provoque oír el nuevo nombre del aeropuerto de Palma.

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