¿A quién le interesa la justicia?

CGPJ
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Desde luego a ninguno de los ideólogos de Podemos le importa una higa. Como se ve por el desprestigio de los jueces cuando la balanza no les sonríe en su manera de ver la vida. Pero realmente a ninguna de las otras formaciones, incluidas las de mayoría parlamentaria de cada turno. Durante la democracia solo se habla de la justicia o, para intentar manipular el Tribunal Supremo o el de Garantías Constitucionales, o para meter las sucias manos del pianista en el Consejo General del Poder Judicial. La justicia no está en ningún programa político, en las agendas de transformación de la sociedad, ni en ningún aspecto de regeneración ética, salvo el mencionado órgano de gobierno de los jueces.

El auténtico sainete que se lleva viviendo con la renovación del CGPJ, es la enésima manifestación de que lo de la justicia que tiene que ver con la ciudadanía es lo de menos. Nadie habla de la ratio ciudadanos-número de jueces, en la que estamos en los números más bajos de la Unión Europea, de la lentitud, de los señalamientos tardíos, de la imposibilidad de gestión eficaz de los numerosos asuntos de una sociedad hiperlitigiosa, en vez de estar pendientes de las andanzas del magistrado Lesmes, o de las manipulaciones de las dos grandes formaciones que quieren colocar sus grupos parlamentarios en el Consejo.

Desde 1985, con la famosa proclamación de Alfonso Guerra sobre el entierro de Montesquieu, que seguramente en su senectud política se habrá arrepentido de aquella boutade, la Administración de Justicia española parece solo interesar cuando llega el momento de renovar el Consejo y de colocar a los afines en las altas magistraturas del Estado. La realidad es otra.

La minuciosidad con la que los funcionarios, jueces y magistrados atienden con mucho voluntarismo una demanda que es más sofisticada de la sociedad del Siglo XXI, parece desconocerse para las grandes pompas de esa política que de puro lamentable causa sonrojo.

No es una maldad lo que digo, pero no creo que a ningún político le apetezca una justicia eficaz y directa al examen peligroso de la gobernanza. No parece que este negocio para la limpieza de la ciudadanía otorgue muchos votos. Ni en el debate que algún día ojalá exista sobre la gestión de los asuntos públicos ocupará la primera línea de titulares de Internet.

La justicia requiere sosiego, medios, confianza y un prestigio que está hoy lejos de conseguirse. Siga Lesmes o se ponga Agamenón, ni las verdades del barquero ni los surrealismos de Buñuel resolverán el triste presente de lo que en una sociedad madura, junto a la educación y sanidad, debe conservarse en lo más sagrado de la convivencia.

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