Preocúpese si no le llaman “facha”

Preocúpese si no le llaman “facha”

Eduardo Inda es un ‘facha’ de manual por denunciar los abusos del populismo y del nacionalismo en un gran número de medios de comunicación y haber creado uno de los diarios más leídos de España para combatirlos. Por supuesto, Carlos Cuesta también lo es por ser el azote del secesionismo, sea vasco, catalán, o gallego, y por analizar con rigor sus bases teóricas y sus excesos supremacistas. Yo, más modestamente, también merezco ser tachado de ‘fascista’ por haber escrito dos volúmenes en los que pongo a TV3 a la altura de la televisión bolivariana.

Y no digamos nada de José Javier Esparza, que además de presentar El gato al agua, ha escrito un libro (No te arrepientas) en el que da treinta y cinco razones para estar orgulloso de la Historia de España. ¿Orgulloso de la Historia de España? Sólo un facha, franquista, fascista, plutócrata puede decir algo así, cuando todo el mundo sabe que somos un Estado (¿España un país? Eso queda para las democracias plenas como la Cataluña de la CUP y el Euskadi de Bildu) a medio camino entre la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini.

¿Teresa Giménez Barbat? La digna heredera de Herodes, que como la sucursal balear del PSOE bien sabe fue el general franquista que tomó Badajoz y provocó una matanza de niños en el Alcázar de Toledo. Una eurodiputada que se opuso al nacionalismo no merece otra consideración. ¿Rosa Díez? ‘Facha’ por defender a España en esa tierra prometida llamada Euskadi. ‘Facha’ por haber liderado un partido que denunció que los sistemas fiscales de Navarra y País Vasco eran injustos. ‘Facha’ por denunciar los excesos del populismo en sus libros y allá donde colabora.

¿Félix Ovejero? ¿Daniel Gascón? ¿Alejo Vidal-Quadras? ¿Teresa Freixes? ¿Isabel Coixet? ¿Inés Arrimadas? ¿Salvador Illa? ¿Jordi Cañas? ¿Isabel Díaz Ayuso? ¿Pablo Casado? ¿Alejandro Fernández? ¿Miquel Iceta? ¿Carlos Carrizosa? ¿Xavier García Albiol? ¿Miriam Tey? ¿Ignacia de Pano? ¿Santiago Abascal? ¿Santiago González? ¿Nicolás Redondo Terreros? ¿Joaquín Leguina? ¿Albert Rivera? ¿Begoña Villacís? ¿Santiago Trancón? ¿Isabel San Sebastián? ¿Ignacio Garriga? ¿Macarena Olona? ¿Javier Negre? ¿Eurico Campano? ¿Joan Ferran? ¿Antonio Robles? ¿Pau Guix? ¿Arcadi Espada? ¿Víctor Amela? ¿Ramón de España? ¿Elisa de la Nuez? ¿Andrea Levy? ¿Josep Bou? ¿David Jiménez Torres? ¿Joaquín Luna? ¿Xavier Rius? La lista de ‘fachas’ es casi infinita, cualquiera que haya criticado, aunque sea levemente, al secesionismo y al populismo que asolan a nuestro país lleva esta denominación como si de una marca de nacimiento se tratara.

Por supuesto, el mayor ‘facha’ entre los ‘fachas’ es Albert Boadella, que fue pionero a la hora de retratar la cleptocracia del nacionalismo catalán, de mostrar su tendencia a diferenciar entre ciudadanos “buenos” y “malos” y, sobre todo, de enseñarnos su cara más ridícula. Porque el secesionismo, aunque sea totalitario y antidemocrático, tiene una cara patética que pocos se atreven a denunciar, para evitar ser señalados por la tribu y ahorrarse la muerte social con la que el ‘clan’ premia a sus discrepantes.

Querido lector, si los nacionalistas y populistas de su entorno familiar, social o laboral nunca le han llamado “facha”, debería preocuparse. En breve puede acabar llevando un lazo amarillo en su solapa, cantando “libertad presos políticos” en medio de la comunión de su sobrina o, aún peor, dejándose coleta y defendiendo que pasar de vivir en un piso en Vallecas a un chaletazo en Galapagar es la mejor muestra del buen funcionamiento de la dictadura del proletariado. Así que ya puede aplicarse para ganarse, como si fuera el jornal, unos cuantos “fascista” cada día. Su espíritu lo agradecerá, se sentirá mejor y, sobre todo, no formará parte de la “casta”. Que, como todo el mundo sabe, es ese grupo de gente selecta y escogida que acaba ‘trabajando’ en el Consell de la República o en el Ministerio de Igualdad.

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