La pólvora mojada del PP
El que teniendo un gran potencial no lo explota ni lo usa, lo desperdicia. La pólvora no sirve si no actúa verdaderamente como esa mezcla deflagrante que se utiliza como propulsor y que, en el caso de los tipos modernos, aumenta de manera formidable la precisión de los disparos. No es la que hoy está gastando el Partido Popular, en cuyo cuartel general —por razones ya tan obvias, manidas e insoslayables como peligrosas— se ha pasado de la inquietud a la incertidumbre, que es la madre del nerviosismo; no digamos cuando lo que se huele y se extiende como un manto que a todos afecta y a todas cubre es la avenida a pasos agigantados de relevantes citas electorales. “¡Algo hay que hacer! ¡Está claro!”, me confesaba hace unas horas un destacado miembro de la dirección general que, en el propio enunciado de la expresión —pronunciada buscando la complicidad, en tonos agudos y volumen alto—, venía a admitir que la estrategia de reactivación, de reconquista de los corazones y las mentes de los votantes está por parir, y el embarazo sin llegar.
Pero, ¿por dónde empezar? No es un proceso fácil ni rápido el de recomponer una organización que a nivel autonómico está aquejada de falta de tono muscular, de ideas potentes, de actividad estimulante… desdibujada. Es verdad que hay liderazgos que tras imprescindibles ejercicios de autocrítica por causas muy opuestas, como el de Monago en Extremadura o el de Bonig en la Comunidad Valenciana, se mantienen vigorosos, con expectativas de dar la batalla y ganarla, y con serias opciones de mantener en sus respectivos feudos a Ciudadanos como una fuerza marginal con tenues posibilidades de ganar parroquia. Es cierto que Castilla La Mancha permanece en el territorio de la incógnita ante las dudas producidas por la continuidad de Cospedal como candidata, y ante el casi ausente movimiento entre las reducidas y débiles tropas de Rivera. Debe ponderarse, desde luego, que la solidez de Feijoo o la consolidación de Cifuentes en el plano regional son una válvula de escape impresionante, incluso en horas bajas, para derivar tensiones y minimizar los golpes de ‘la marca PP’.
Pero en el resto de Comunidades son muchas más las sombras que las luces: pérdida de votos por la incapacidad de poner de relieve la inoperancia de los gobiernos de PSOE y Podemos, secuelas generadas por la larga resaca de la corrupción a diferentes escalas, un elenco de dirigentes sin brillo o fuste con excesivo protagonismo de las endogámicas Nuevas Generaciones… y un panorama en el que escasean los ‘mirlos blancos’, esos políticos que aparecen de cuando en cuando y que, dada su rara excelencia y sus superiores cualidades, pueden aportar un valor extraordinario, atraer un caudal inmenso de ilusión y erigirse en los mejores imanes de papeletas.
Para que la combustión —también la política— tenga lugar, debe haber un oxidante, calor y combustible. O el PP contempla desde ya si dispone en perfecto estado de revista de todos los elementos para que su motor carbure, o el camino a la victoria terminará por convertirse en breve en una cuesta insufriblemente empinada.