Las políticas sociales de Més
Tremendamente preocupados por las políticas sociales, como corresponde a un partido ecosoberanista y feminista y el niño Jesús en el Belén, Més per Palma ha vuelto a reclamar, ¡por quinta vez¡, que la Plaza Joan Carles I sea rebautizada con el nombre de Plaza de las Tortugas. Ahora, un par de dos, la portavoz de Més per Palma, Neus Truyol, y la regidora Kika Coll presentaron una moción en Cort en la que instaban al cambio de nombre. «Quien conozca la historia de esta persona sabe perfectamente que Juan Carlos I engañó incluso a los suyos. Mantener su nombre menosprecia a los ciudadanos». Más aún: «Ahora mismo, en nuestras calles todavía hay nombres que no merecen ser honrados. No podemos permitir que haya calles que lleven el nombre de corruptos».
Así las cosas, el PP debería haber accedido a cambiarle el nombre y llamarla, con toda propiedad, Plaza de las Tortugas. Pero Més, en su afán por abarcar la representación de todos los palmesanos, se habría quedado un tanto corta y, en un ejercicio de modestia, debería haber apurado el cambio de un nomenclator necesitado de una profunda revisión, aunque todo se andará. Entonces, muy bien por lo de las Tortugas que es, dígase claramente, la representación que más les cuadra a sus proponentas: una mentalidad monolítica que avanza al paso de las tortugas, presidida por un murciélago, que es la representación del oscurantismo.
A la plaza del Tubo ya la bautizaron en su día acertadamente, allí hay un tubo; la del obispo Berenguer de Palou será sin duda la de los Patines; la de García Orell, será la plaza Rodona, aunque ahora sea solo redonda a medias y la de Cardenal Reig, ahí sí que sin duda constituirá un gran acierto: la plaza del Supositorio. Y así va a quedar todo de manera mucho más claro y, sobre todo, democrático, que es lo que se persigue. Porque, ya se sabe, el 14 de abril se conmemoró el aniversario de la II República, un periodo de luz y esperanza para la democracia y, por tanto, igual que poner los nombres de las calles de una manera clara, comprensible y democrática, considerar también a EH Bildu como un socio legítimo es, inmoralidades aparte, sin duda otro gran acierto.
MARTES: UN INVENTO LUMINOSO. Al presidente del Gobierno se le ha encendido la bombilla y para tratar de solucionar el problema de la vivienda ha dado con la fórmula adecuada: suprimir las golden visa. ¿En qué consiste este invento a eliminar? Se trata de una ley aprobada por el PP en 2013, que permitía obtener el visado de residencia si se invertía en una vivienda en nuestro país. Pero en el 2022, ojo al dato, tan sólo se concedieron 136 de estos permisos, lo que supone, aproximadamente, un 0,14% del total de compras por parte de extranjeros a nivel nacional. Cabe decir que esta medida se refería a la compra de una vivienda con un coste superior a 500.000 euros.
Demagogias aparte, la medida anunciada ahora por el presidente no tendrá ningún impacto en el mercado inmobiliario aunque, de ilusión o de mentiras también se vive, Sánchez, el PSOE y socios igualmente demagógicos pretendan solucionar el gran problema social del que ni saben por dónde empezar. El objetivo de la decisión que Sánchez dice que ha adoptado es «garantizar que la vivienda sea un derecho y no un mero negocio especulativo». Pero los expertos inmobiliarios, que algo saben de esto, consideran que no será posible lograrlo, puesto que se trata de casas de un valor adquisitivo elevado lamentablemente imposibles de adquirir para un asalariado. Por tanto, las golden visa ni contribuyen al encarecimiento de la vivienda ni al incremento de la especulación. Pero, ah, Sanchéz, hete aquí el genio de la botella va saltando de fracaso en fracaso y el siguiente mucho mayor.
JUEVES: LA MARCA MALLORCA. La Fundación Mallorca Turismo ha encargado un proyecto de reposicionamiento de marca para la isla. De este trabajo se encargará un equipo encabezado por Andy Stalman que, de entrada, ha afirmado que «la marca Mallorca es un activo de valor incalculable que debemos proteger y fortalecer». Y ha asegurado, «la belleza natural de la isla, su cultura vibrante y su historia milenaria la convierten en un destino único». Sin duda. Por ello, es hora de «aprovechar estas fortalezas para construir un futuro más sostenible, donde Mallorca pueda prosperar sin perder su esencia». Hermosas palabras, sin duda, pero, si se acierta en una formulación teórica y no se adoptan luego las políticas que logren estos objetivos, aunque Mallorca necesite la sostenibilidad que ahora ya se pretende, será al final un ejercicio estéril. Y no es hora de perder mucho más tiempo.