Policías a la huelga, ¡ya!

Opinión de Eduardo Inda

¿Se puede ser más miserable que Pedro Sánchez?, se autointerrogaba estupefacto un servidor el jueves al conocer que el todavía presidente del Gobierno había dado el visto bueno a las cesiones a Bildu, que no es ni más ni menos que ETA, la banda terrorista que asesinó a 856 compatriotas, dejó heridos a miles, secuestró a decenas y provocó el exilio del País Vasco y Navarra de 250.000 personas. El marido de la imputada Begoña Gómez hizo un doble o triple trágala con esta gentuza a la que siempre desearé todo lo peor porque representan el mal en estado puro. Observar a la indeseable de Mertxe Aizpurua, la tipeja que tituló en Egin «Ortega Lara vuelve a la cárcel» tras su liberación, celebrar la sumisión del primer ministro provocó los lógicos vómitos a todos los españoles de bien.

A Sánchez le vale todo con tal de seguir un día más viviendo a cuerpo de rey en Moncloa, volando en su enfermiza obsesión, el Falcon, pasando los fines de semana en Quintos de Mora y veraneando en la residencia real de La Mareta. Esta vez no fueron indultos a golpistas ni cambios legales para cuasilegalizar la malversación, tampoco la amnistía u otra subida brutal de impuestos, sino más bien la prohibición de las pelotas de goma a los antidisturbios, además de la eliminación de facto de las devoluciones en caliente de inmigrantes ilegales.

Lo de poner toda suerte de trabas a las expulsiones automáticas para convertirlas en un imposible físico y metafísico conllevará el consiguiente efecto llamada toda vez que las mafias de la inmigración certificarán que España es un coladero, un auténtico chollo en unos momentos en los que la cada vez más potente Giorgia Meloni ha conseguido reducir un 62% el número de ilegales arribados por mar gracias a un endurecimiento de la legislación en materia de Extranjería. Lo que les faltaba a los canarios, que ya no pueden más, o a los andaluces que observan impotentes cómo la delincuencia se incrementa por culpa de una pobre gente que hace lo que haríamos cualquiera si llegas a un lugar con una mano delante y otra detrás. Prepárense, pues, canarios, andaluces, melillenses y ceutíes para una avalancha nivel dios en los próximos meses. Y acuérdense quién es el culpable de esta invasión. Por cierto: mientras en el país transalpino la entrada de ilegales se desploma drásticamente, en España se ha disparado un 96% en lo que llevamos de 2024. Gracias, Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez vuelve a dejar muy claro que le vale todo con tal de seguir un día más viviendo a cuerpo de rey en Moncloa y volando en el Falcon

Con todo, lo más ignominioso de la rendición definitiva a Bildu, que es lo mismo que decir ETA, resultó la decisión de modificar una Ley de Seguridad Ciudadana, bautizada como Ley Mordaza por una izquierda que olvida que ese concepto es más apropiado para el Plan de Degeneración Democrática con el que nos amenaza Pedro Sánchez. Esta normativa aprobada en 2015 cuando Jorge Fernández estaba al frente del Ministerio del Interior sirvió, básicamente, para proteger a nuestros policías y guardias civiles tras las salvajes agresiones o en esos Rodea el Congreso promovidos por ese Pablo Iglesias que se declaraba «emocionado» al ver cómo pateaban sin piedad a un antidisturbios en la Plaza de Neptuno. Antidisturbios al que no mataron porque Dios no quiso. Sólo un muy delincuente como el pierdepleitos Iglesias puede extasiarse contemplando cómo muelen a palos a un ser humano, sea policía, fontanero, abogado, agricultor, futbolista o político.

Era una ley para proteger a los servidores del orden y para perseguir a delincuentes modelo Pablo Iglesias. A malnacidos que agreden a agentes de la autoridad con bengalas, navajas, adoquines gigantes, cócteles molotov y explosivos como ese otro indeseable que es Alfon, el amiguito de El Coletas al que detuvieron en 2012 con un artefacto escondido en la mochila que iba a ser detonado a modo y manera en una manifestación. A quienes graban a policías, guardias civiles y agentes municipales para luego subir sus imágenes en redes sociales a modo de no muy metafórica diana.

Prohibir las pelotas de goma facilitará que los manifestantes violentos puedan atacar con más facilidad a los responsables del orden público

Con todo, el gran objetivo es desproteger hasta el delirio a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El acuerdo entre Sánchez y Bildu, es decir, ETA, pasa por la eliminación «progresiva» de las pelotas de goma como elemento de defensa de nuestros antidisturbios. Que nadie se equivoque: lo que buscan los asesinos de 210 guardias civiles, 150 policías nacionales, 47 militares y 41 agentes autonómicos es que ahora que no está de moda quitarles la vida al menos sí se les pueda romper la crisma con más facilidad.

La pelota de goma es un elemento disuasivo que los antidisturbios emplean como último recurso para mantener alejadas a las turbas que se les acercan con aviesas intenciones. Ergo, quitárselas facilitará que los manifestantes más violentos puedan atacar con más facilidad a los funcionarios encargados de mantener el orden público. Una porra no sirve de nada si tienes que repeler a 1.000, 2.000 ó 5.000 que se te acercan malencarados dispuestos a partirte la cabeza. Que, además, es un elemento apenas utilizado lo demuestra el dato facilitado por el propio Ministerio del Interior, que subraya que entre 2019 y 2023 se usaron en 46 ocasiones, poco más de una decena al año. Nada de nada. Lo cual certifica, más allá de toda duda razonable, que los guardianes de la libertad de todos se lo piensan unas cuantas veces antes de cargar.

Dicen los amiguitos periodistas de Sánchez que la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana no es para nada un paso que el presidente haya dado conminado por ETA, que lo tenían previsto desde que llegaron al poder en 2018. Mentira y cochina. Vuelven a insultar a nuestra inteligencia. Han pasado casi seis años y medio desde la moción de censura que derribó a Rajoy y no sólo se negaron a tocar la que ellos llaman Ley Mordaza sino que echaron mano de ella a troche y moche durante la pandemia, por poner un ejemplo ciertamente relevante. Se olvidaron de derogarla y ahora lo hacen porque necesitan el concurso de etarras, independentistas y comunistas para intentar avanzar en una legislatura que está más muerta que la fauna marina del río Manzanares.

Que Sánchez anteponga a ETA a la Policía, la Guardia Civil y los diferentes cuerpos locales y autonómicos es otra infamia que no debemos olvidar

En su intento de justificar la entente con el diablo etarra vestido de Bildu, añaden que las pelotas de goma están vetadas. A estos buleros les recuerdo que en Francia los CRS, los equivalentes de nuestras Unidades de Intervención Policial (UIP), cuentan con ellas. Yo mismo les he visto dispararlas para frenar violentísimas protestas. En Portugal ocurre tres cuartos de lo mismo. En Reino Unido se utilizan en contadísimas ocasiones, pero se utilizan, claro que allí los antidisturbios van provistos de gas pimienta para repeler a los alborotadores y de cámaras de grabación para inmortalizarlos. Bien es verdad que las pelotas de goma están proscritas en Alemania pero no lo es menos que allí los cañones de agua están a la orden del día y aquí no.

Una persona que entre la policía y unos terroristas, que por mucho que se vistan de traje, terroristas se quedarán, elige a estos últimos queda inhabilitada de por vida. Pedro Sánchez antepone a ETA a la Policía, la Guardia Civil y los diferentes cuerpos locales y autonómicos. Otra infamia que no podemos olvidar cuando toque cumplir con las urnas. En el mientras tanto la Policía y la Guardia Civil deberían ir a la huelga ya y parar España hasta que este indeseable dé marcha atrás en una reforma que los deja a los pies de los caballos y que más pronto que tarde se cobrará la muerte de un servidor público. Cuando das facilidades a un delincuente, las aprovecha. Y si hasta ahora ningún antidisturbios ha fallecido en acto de servicio es porque en situaciones límite se valían de las pelotas de goma para frenar avalanchas. Dicen que los paros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad son ilegales, pero frente a un poder arbitrario e incluso cruel que identifica el mal con la legalidad la desobediencia y la protesta pacífica se transforman en un bien moral, justo y necesario. Sánchez y sus amigos etarras se merecen un escarmiento ya.

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