El Pegasus de Mortadelo y Filemón

El Pegasus de Mortadelo y Filemón
El Pegasus de Mortadelo y Filemón

Mortadelo y Filemón, agencia de información, es el nombre de esa fantástica saga de cómics del genial Francisco Ibáñez. Nuestros espías trabajan para la T.I.A. -Técnicos de Investigación Aeroterráquea-, parodia de una CIA a la española dirigida por el Súper, que es al que le caen todos los palos cada vez que Mortadelo y Filemón realizan sus habitualmente desastrosas actuaciones. Hoy, Ibáñez tiene ya 86 años, pero seguro que estará pensando en sobres anónimos con balas del tiempo de Maricastaña, en navajitas de manicura manchadas de pintura roja con el remite completo del que envía la amenaza y ahora también, en programas informáticos para espiar los móviles del Súper y su secretaria, Ofelia. La diferencia es que con Mortadelo y Filemón te tienes que reír mientras que con las noticias de actualidad que podrían servir de inspiración a Ibáñez tenemos todos que echarnos a temblar.

Pegasus es el nombre de ese software de espionaje israelí adquirido por los Gobiernos para mejorar sus sistemas de seguridad, con el que los golpistas catalanes dicen que les espiaron en 2019, después de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el golpe de Estado catalán. Los golpistas se echan las manos a la cabeza, sobreactuando, y piden la cabeza de la ministra de Defensa, Margarita Robles, ministerio encargado del servicio de inteligencia de España. Y Pedro Sánchez, en lugar de demostrar que los golpistas mienten, justificando las actuaciones legales del CNI, ha hecho como los preadolescentes, presumiendo de que a él le han espiado más y mejor, como, por otra parte, era el comportamiento más esperado en un narcisista de libro. Sánchez es el más guapo, el más listo, el más bueno y ahora también, el más espiado; 2,6 gigabits espiados, ni más ni menos.

Si no fuera para echarnos a llorar, sería para hartarnos de reír. Es verdad que hace años este software espía sirvió para robarle información a personajes como el CEO de Amazon, Jeff Bezos, en 2018 y se sospecha que también al presidente de Francia, Emmanuel Macron; al del Consejo Europeo, Charles Michel; al director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus; o incluso al rey de Marruecos, Mohamed VI. Pero esta información se tiene desde hace años y el mismo CNI advirtió en un informe de hace un año de los riesgos que existían por este motivo y la forma de evitar ser espiado con él. Por eso cuesta tanto creer que nuestros servicios de inteligencia no hayan sido capaces de evitar que el presidente del Gobierno fuera espiado y ni siquiera hayan conseguido convencerle de que oculte, avergonzado, esta información, en vez de presumir de ella.

Han espiado a un presidente del Gobierno que colocó ilegalmente en la comisión de control del CNI a un comunista declarado, admirador y socio de todos los narcodictadores chavistas y enemigos de Occidente, como Irán y Putin. Un Pedro Sánchez que acaba de meter en la comisión de secretos oficiales a una de Bildu que fue condenada por apología del terrorismo, a otro de la CUP que es un declarado antisistema, junto al independentista Rufián y otra de Junts que dice que España es «un estercolero putrefacto». ¿Pero qué esfuerzo inútil es ese de espiar a una persona que ya le entrega todos los secretos de Estado a nuestros enemigos y que lo único que tendrá en su móvil personal deben de ser selfies con los que presumir de lo guapo que es? Desde que conocemos a Sánchez no ha dejado de intentar colocarnos una trola tras otra; desde su tesis doctoral fake hasta su multitud de promesas incumplidas inmediatamente después de salir de su boca mentirosa. Sería absurdo pensar que en esta ocasión y por primera vez está diciendo una verdad, pero, de ser cierto que le han hackeado el móvil, Mortadelo y Filemón deberían ser ascendidos a la presidencia del CNI.

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