La patena de Rufián

La patena de Rufián

Ni administrar los resultados electorales del 28 de abril era fácil ni Pedro Sánchez tuvo las dotes para ser un administrador con solvencia. Pero en un momento apareció el diputado Rufián pasando de ser King Kong a Copito de Nieve. Como elemento de casting, esa metamorfosis de quinqui tuitero a patriarca del Estado da prueba de una ductilidad insospechada, la misma que sitúa a Esquerra Republicana en un rechazo a la independencia unilateral después de que el célebre tuit de Rufián amedrentase a un Puigdemont que se disponía a convocar elecciones, con el contra efecto de la aplicación del 155.

En una de sus intervenciones en el debate de investidura, el diputado Rufián sostuvo que la historia de ERC está limpia como una patena. Ese es un ejemplo de hipérbole epatante, por mucho que vivamos en un mundo desacralizado. La fundación de ERC fue improvisada y caótica. Macià era un ser jurásico y Companys un abogado de anarquistas. Durante la guerra civil, ERC gobernó en Cataluña sin consideración por la ley, sin atajar la persecución religiosa o las colectivizaciones, incapaz de recuperar el orden cívico más elemental frente a la anarquía. Tarradellas era muy explícito sobre las puñaladas de ERC en el exilio. Faltaba el videoclip de Carod Rovira cortejando a ETA.

Sin embargo, según las encuestas más recientes, los ciudadanos de Cataluña premian el hipotético reposicionamiento de ERC a una soi disant moderación, con rechazo del unilateralismo. En fin, gana en las encuestas una ERC que ocupe el espacio del pujolismo autodestruido, en una fase atomizadora del procés. No casualmente, el independentismo también baja puntos demoscópicos. ERC, con Oriol Junqueras en la cárcel, se reubica en la línea de salida hacia el poder autonómico, mientras el PSC de Iceta avanza por sus atajos constitucionalistas y Cs pierde expectativas de votos. ¿Hizo bien Iceta en pactar con Junts per Cat la diputación de Barcelona? El hecho es que el PSC ahora preside ese mastodonte presupuestario y que con el pacto pecaminoso ha incentivado la confrontación entre Junqueras y Puigdemont. Un independentismo que pierde apoyo y se divide de cada vez más es oxígeno para el constitucionalismo, por desunido que esté. Por eso ahí está Gabriel Rufían sacándole brillo a la patena con una gamuza, por si alguien se lo cree, como parece ser.

Es arriesgado suponer que la oferta tan generosa y constructiva de Rufián en la investidura fallida de Pedro Sánchez no tuviese un precio. Ya advirtió que, después de la sentencia del Tribunal Supremo, ERC no estaría en disposición de sustanciarse como elemento de estabilidad en la izquierda. Hemos olvidado que ejercer el sentido de Estado –la guinda que anda buscando ERC- no es como pasar de la minifalda a los tejanos recortados, ni se puede improvisar como un cóctel de verano. En realidad, de lo que se trata es de la batalla campal entre las huestes de Puigdemont y las legiones de Junqueras. De algo habrá servido la fallida investidura de Pedro Sánchez: para ahondar esa ruptura tectónica entre el Junts per Cat unilateralista y la ERC que juega ahora a un posibilismo que cuesta mucho no sospechar impostado. Por ahora, en los pasillos carcelarios de Lledoners Oriol Junqueras y los de Puigdemont ni se saludan ni se hablan.

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