El pacto de la dinamita (Sánchez e Iceta contra España)

El pacto de la dinamita (Sánchez e Iceta contra España)

Hace un año decía Iceta: “Pedro Sánchez y yo nos lo consultamos todo y
cuando digo todo, es todo”. Confesión de parte que vale para ahora mismo:
quien crea pues que la propuesta del jefe de los socialistas catalanes (una
consulta en diferido) es una ocurrencia episódica “motu proprio” del
bailarín del Paralelo barcelonés es decididamente un imbécil. Es el núcleo
central del pacto de la dinamita que ya ha suscrito Sánchez con los
barreneros de España, con los furiosos independentistas que, llegado el
momento, votarán a favor del insensato de La Moncloa. Torra ya lo tiene
previsto. Pero es curioso: aún quedan gentes en España que dudan de que el
maldito acuerdo de la Censura vaya a repetirse. Dicen angélicamente: “Ya
verás; esto no será posible”. Pues sí: lo puede ser salvo que los españoles
decentes (o sea, los que no apoyan al desatinado) se lo impidan. Algunos de
los numerosos botarates que se horripilan ante el nuevo pacto, se fían del
despliegue festivalero a lo “¡Viva España”! con el que Sánchez intenta
enardecer a sus bien pagados hooligans.

Les ha convencido de que las numerosas pistas que abonan la realidad del pacto sean concluyentes, piensan, hasta de buena fe, que el mencionado Iceta es un marginal que excreta ocurrencias a mayor gloria de su incesante ingenio; piensan también que el obstruccionismo filibustero que ha utilizado Sánchez para impedir que se supiera la sentencia del Tribunal de Cuentas sobre el saqueo de los rebeldes, es sólo una treta electoral más o menos discutible; piensan asimismo que el repulsivo veto de los socialistas vascos a nuestro portaviones en Guecho es cosa de un par de descerebrados que suelen libar potes con etarras arrepentidos en cualquier taberna del País.

Y no es así. Aquí está todo pactado y bien pactado. Sánchez ha acordado
nuevamente bajo las faldas de España, una traición histórica, un
referéndum disimulado que ya cuenta con el apoyo de Torra (lo ha dicho) y
del prófugo Puigdemont, una consulta que tiene como maestro de
ceremonias, el famoso “relator” (palabra condenada para siempre en
nuestro idioma) al lehendakari Urkullu que personalmente o por delegación
se encargará esta vez de que el proceso siga adelante. A nadie le conviene más que a él un Estado roto y débil al que se le pueda rapiñar sin decoro.

De aquí el veto conjunto PSOE-PNV contra nuestros marinos en Guecho.
Encima Sánchez está pasando por un lumbreras; lo malo no es que
engañe, que lo hace siempre, lo malo es que nuestra derechorra se deje
embaucar y no monte un batalla en toda regla para que este individuo sin
escrúpulos no siga vaciando nuestro bolsillos y quebrando una Nación
milenaria. Lo tiene todo articulado; fíjense, hasta le han salido bizcos que
van pregonando la imprescindibilidad de un indulto a los rebeldes con la
malvada anticipación de que cualquier Gobierno, de cualquier color, lo
tendrá que hacer obligatoriamente. ¡Qué desfachatez! ¡qué trola! ¡qué
manera de engordar los intereses de los barreneros!

El pacto solo espera la hora de concretarlo. Pregunto: ¿a qué espera la
derechorra para acordar una fusión de intereses, una coalición de socorros
mutuos? ¿a qué espera para destruir la miserable pretensión de Sánchez de
destruir España? ¿a qué espera para forzar un acuerdo prelectoral que evite
la desmembración que se nos viene encima? Sépase esto: si la derechorra
no lo hace, España evidentemente se pasará años llorando su desaparición,
pero espero que no se lo perdone nunca. Nunca.

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