Una nueva aceleración de los precios en junio

Hace un mes decíamos en estas páginas que la aparente moderación de la inflación se debía a un espejismo, el espejismo de los precios. Sin embargo, ese espejismo no se queda ahí, sino que los datos definitivos del IPC de junio muestran una aceleración respecto al dato adelantado, tal y como sucedió en mayo.
La inflación en junio se sitúa en el 2,3% interanual, una décima más que los datos del indicador adelantado, que supone una aceleración interanual, pese al efecto base. En intermensual crece un 0,7%, que es un incremento intenso. La subyacente también sube un 2,2% interanual, igual que el mes anterior, pero también crece con fuerza de manera intermensual, al hacerlo un 0,5%. Está a la par de la inflación general, de manera que al ser la subyacente la inflación más estructural, al eliminar de ella los componentes más volátiles, muestra que todavía hay cierta resistencia a la baja en los precios.
Hay, por tanto, una aceleración de la inflación en términos interanuales, una fuerte subida en términos intermensuales y un incremento respecto de los datos del indicador adelantado del mes de junio.
Lo grave es que estos ritmos de crecimiento de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos. La acumulación del deterioro de dicho poder adquisitivo es intenso y los agentes económicos han ido gastando sus ahorros y ajustando su cesta de la compra. Es cierto que la rebaja de tipos puede dejarles algo de renta disponible si tienen financiación a tipo variable y se la revisan, pero esa mayor laxitud en tipos puede traducirse en un repunte mayor de la inflación, que es preocupante.
Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 22,50%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 20,09%.
Además, como decía hace un mes, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público (que ha expulsado a la inversión), ha tensado los precios al alza durante mucho tiempo, con riesgo de rebrote inflacionista, que sería más intenso si sufrimos una guerra comercial intensa de contestación a los aranceles de Estados Unidos que el país norteamericano ha anunciado que impondrá a la UE a partir del uno de agosto (un 30% de arancel, adicional a los aranceles sectoriales). Tampoco ayuda a mejorar las expectativas sobre los precios el hecho de que la situación en Oriente Próximo siga siendo mala, que puede conllevar en dificultad de suministros y, por tanto, aumento de precios de dichos bienes y servicios y costes, que incrementaría también los precios de los productos finales, la presión puede ser mayor todavía. Los bancos centrales deben ser muy vigilantes, para reaccionar rápidamente si se produce algún recalentamiento en la economía fruto de la rápida bajada de tipos y de que, realmente, no drenaron apenas liquidez, sino que, simplemente, fueron bajando el precio del dinero. Es esencial para evitar una segunda ola inflacionista, que podría resultar más empobrecedora que la primera.