Noche de allegados en Galapagar
No me he atrevido a titular como “Nochebuena” la cena del 24 en el chalet más famoso de Galapagar, porque entiendo que esta palabra tiene connotaciones cristianas y eso puede comenzar siendo molesto. Nada más lejos de mi intención que crear malestar en tan refinado lugar, en el que sólo se debe beber dulzura y despertar siempre entre risas, buscando como referencia celestial la pálida facultad de gozar sin fin.
Resulta que están preparando ya la mesa para la celebración y, como el concepto de familia es algo así como el Trionfo della Morte, pues han tirado de allegados para que todo sea armónico, fresco, espiritual, bochornoso, esperpéntico, patológico, mágico y bursátil. No se pude pedir más. Como ya habitan cinco en el lugar, -sin contar el numeroso servicio, por supuesto-, sólo les quedan otros cinco para convidar. Sin embargo, para la pareja más verosímil del suelo patrio ha sido fácil ponerse de acuerdo. Ahora ya sólo queda ultimar los detalles del menú: algo intermedio con las mejores viandas de Venezuela, Cuba e Irán. Todo bien servido y regado con vodka ruso, para que no falle lo de regresar borracha, en el caso de las féminas; ellos, que hagan lo que puedan, bastante tienen con ser machos. Igual dá.
La primera invitada, que se sentará a la derecha del anfitrión, será Yolanda. Ha avisado de que ella comprara el marisco, porque ya se ha aplicado la jornada de trabajo de cuatro días, cobrando lo mismo y no con la reducción salarial correspondiente a las menos horas trabajadas. Ella es ministra, y entre ellos los códigos de entendimiento son superiores a los demás seres del planeta. Ahora tiene más tiempo libre para pasearse sin mascarilla por las tiendas y mercados de la ciudad. Ha avisado de que sólo lo comprará si se lo comen con cubiertos, y que deben ser de plata con las iniciales. “No es mucho pedir”, dijo para calmar los ánimos. Los anfitriones han aceptado la premisa.
El segundo invitado, Castells, ha avisado de que llegará tarde porque tiene otra reunión de las infinitas que ha organizado desde que es ministro para coordinar la docencia de todas las universidades españolas. Ha trabajado tanto este primer año de mandato que está agotado, pero insiste hasta el final, porque sabe que así disfrutará más de la opípara cena entre allegados. Garzón será el tercer invitado y séptimo ser humano de la reunión (ya hemos dicho que en este lugar el numeroso servicio no cuenta como posibles contagiados). Se encargará de validar que todo sea de primera calidad, que sea lo más caro del mercado. Para terminar bien las reglas del juego de esa noche que promete ser fantástica, se llevará una baraja de póker.
Sorprendente ha sido la incorporación a la entrañable mesa de Teresa Rodríguez. Estas fiestas vuelven a todos más sensibles y los anfitriones han preparado una canasta para dársela en son de paz. ¡Qué gran familia moderna y modélica! En cuanto al décimo allegado permitido, la pareja presidencial no se ha puesto aún de acuerdo. Dudan entre Rufián y Otegui. Es tal la disyuntiva, que incluso han considerado saltarse la norma para que puedan estar los dos en su mesa esa noche tan especial. Finalmente, han decidido no invitar a Teresa.
Mientras debaten tan espinoso asunto, el Ibex ha puesto el broche de oro a su quinta semana consecutiva de subidas con el mayor avance entre las grandes bolsas europeas. El Dow Jones estadounidense supera los 30.100 puntos. Si es que todo va a mejor. No se puede aguantar lo bien que apunta esta navidad pandémica. Todo es un aura de preciosidad en el chalet de Galapagar. Suena el teléfono. Es Sánchez: “Hola, ¡feliz noche blanca de hielo y de nieve cruel!” Se oye con voz eufórica por todas las salas de la mansión: “¡Muy feliz noche, presidente, todo a mi alrededor resplandece. Ya van llegando mis allegados de esta patria tan aburrida. Comienza mi erección cerebral. Lo llaman ciencia”.
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